Es un documento "único", con elementos estéticos del cine y un estilo "menos propagandístico" de lo esperado para un trabajo encargado por los nazis para mostrar el día a día en un campo de concentración. Por eso, los filmes Westerbork forman ya parte del Registro de la Memoria del Mundo de la Unesco.

Así lo explica Hans van der Windt, experto del Instituto Holandés de Imagen y Sonido, que resalta la relevancia de los 11 rollos que se conservan y que muestran 70 minutos de la vida de este campo de tránsito nazi, situado en el norte de Holanda.

Era un campo al que llegaban los judíos holandeses que posteriormente eran deportados a los campos de exterminio en Polonia y Alemania.

Entre ellos se encontraba el fotógrafo judío de origen alemán Rudolf Breslauer, a quien el comandante nazi Albert Gemmeker le encargó que rodara una película que mostrara el buen funcionamiento del campo con el fin de presentarla a sus superiores como prueba de su buen trabajo.

Según relata Van der Windt, entre las escenas de los retenidos trabajando se esconden otras que dejan entrever la desesperanza que padecieron.

"Son varias las que cuentan la otra historia de lo que pasó en Westerbork. Dos de las más conmovedoras son la imagen de una niña gitana mirando fijamente a la cámara desde el vagón que parte hacia Auschwitz y otra en la que se ve caer un papel a lo lejos, cuando el tren se pone en marcha, uno de tantos mensajes de despedida que sabemos que los deportados lanzaban a sus seres queridos" explica.

En palabras de Dick Mulder, director del campo Westerbork, convertido hoy en museo, se trataba de "un lugar de tránsito donde se esperaba que los judíos pasaran el menor tiempo posible".

"Por eso, las condiciones no eran tan malas como en otros campos y las imágenes de la vida cotidiana sorprenden, porque vemos gente haciendo deporte o en el dentista, algo que sabemos que era así porque encaja con el testimonio que contaron los supervivientes", agregó.

Pero lo que no aparece es "la angustia que sufrían por la incertidumbre que suponía ser deportados", añadió Van der Windt, quien recordó que "cada martes nombraban a los que debían subir en el tren camino de Auschwitz y otros campos y todos, de alguna manera, sabían que era un viaje sin retorno".

A pesar de elaborar este documental para el régimen nazi, Rudolf Breslauer no logró salvar su vida. A comienzos de 1945 fue enviado junto con su familia a Auschwitz, donde murió.

Solo sobrevivió su hija menor, quien años después, en declaraciones a la televisión holandesa, aseguró que su padre "se tomó el encargo como una oportunidad para dejar constancia de lo que sucedió con los judíos y los gitanos durante la Segunda Guerra Mundial".

Westerbork funcionó como campo de retención nazi entre 1940 y 1945, alojando a un total de 107.000 personas, principalmente judíos holandeses, que fueron trasladados a otros campos de exterminio y de los que solo sobrevivieron 5.000.

La joven Ana Frank fue una de las que pasó por él antes de ser deportada a Auschwitz, y de ahí al campo de Bergen-Belgsen, donde murió en 1945.

Su diario es otro de los documentos que forman parte del Registro Internacional Memoria del Mundo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), creado en 1992 con el fin de preservar el patrimonio documental de interés mundial.

Un registro que cuenta con 427 documentos tras la última actualización del pasado 30 de octubre, en la que se incluyeron 78 nuevos archivos, entre ellos las películas Westerbork y el fondo documental de la activista y feminista holandesa de principios del siglo XX Aletta Jacobs.