El escritor Alexis Ravelo ha vuelto a las librerías con la publicación este 30 de octubre de ''El peor de los tiempos'' (Editorial Alrevés), la quinta entrega de la saga de Eladio Monroy, "el Mike Hammer" de la calle Murga de Las Palmas de Gran Canaria, experto en meterse en líos y en salir de ellos a hostia limpia.

Así, después de ''Tres funerales para Eladio Monroy'', ''Sólo los muertos'', ''Los tipos duros no leen poesía'' y ''Morir despacio'', en esta nueva novela el grancanario mantiene el tono golfo y crítico con la sociedad que ha caracterizado a los anteriores libros.

Esta serie nació como un divertimento: un intento de llevar el hard boiled norteamericano de los años cuarenta a la Gran Canaria de comienzos del siglo XXI y, al mismo tiempo, de homenajear desde la parodia a los personajes de la novela negra española de la Transición: Eladio Monroy es tan comilón como Carvalho; es tan buscavidas como Toni Romano; y lleva encima, como Méndez, los libros más insospechados.

En esta quinta entrega, su protagonista, Monroy, se ve obligado a salir de su retiro para buscar a Elvira, la hija de su viejo amigo Pepiño Frades. En principio, no hay misterio: parece un asunto sencillo, cuestión de entrar y salir, patear un par de calles, hacer algunas llamadas, conseguir una dirección o un número de teléfono.

Pero el rastro de Elvira Frades conduce a sórdidos territorios a los que se accede por la puerta de atrás de los salones más lujosos, según explica la sinopsis de ''El peor de los tiempos''.

NI POLICÍA, NI DETECTIVE, NI PERIODISTA... UN PENSIONISTA DE LA MARINA

Por su parte, Eladio Monroy no es policía ni detective. Ni siquiera un periodista. Pensionista de la marina, complementa su mísero sueldo con encargos bajo cuerda. Tan sarcástico como sentimental, tan culto como maleducado, se enfrenta a cada problema con astucia, perplejidad y grandes dosis de mala baba.

Así, no es que le apetezca andar por ahí investigando a la gente y haciendo justicia. Lo único que quiere es ir echando días para atrás en la ciudad que lo vio nacer. Pero, irremediablemente, siempre acaba viéndose obligado a hacer cosas que nadie hará si no las hace él.