Desde hace unos días comparte el cargo de consejero delegado de la empresa Canarias Cultura en Red con el grancanario Isaac Castellano, consejero de Turismo, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, y, además, sigue desempeñando las funciones de viceconsejero de esas tres áreas en el organigrama que preside Fernando Clavijo. "Se están realizando muchos esfuerzos para que lejos de este territorio se conozca lo que somos los canarios en material cultural", asegura Aurelio González (PNC) en la línea de salida de una larga conversación en la que, además, de hablar de las líneas de actuación que se van a potenciar para visibilizar la creatividad local en el exterior, de las arenas movedizas que sostienen las estructuras del el Festival Internacional de Música de Canarias o el fin de la itinerancia de la exposición "Pintura y poesía: La tradición canaria del siglo XX". "Este gobierno es plenamente consciente de la realidad social y cultural que existe en las Islas y esa decisión se tomó en base a la ausencia en ese catálogo de dos nombres como Lola Massieu y Cecilia Domínguez, dos Premios Canarias que no aparecían en esa relación. Era imposible quedarse al margen de esa irregularidad", explica.

¿Cuáles son los mayores inconvenientes a la hora construir un espacio cultural propio?

Un gobierno, no este sino todos, debe ir siempre un paso más allá a la hora de atender las necesidades culturales de la ciudadanía. Es igual de importante investigar y difundir lo que fuimos en el pasado que explicar qué queremos ser en el futuro. Es una tarea doble porque no solamente hay que suministrar ese "alimento" cultural a la gente que lo viene demandando desde hace tiempo, sino buscar cuáles son los mecanismos necesarios para que los que no han tenido o querido acceder a él sientan la curiosidad por adquirir unos conocimientos que son públicos: hay que intentar que ese "hambre" cultural sea cada día mayor; que esa necesidad de consumo no se agote.

¿Está satisfecho con la situación que existe en esta materia actualmente en Canarias?

Por desgracia los consumidores de cultura en las Islas no son todos los que quisiéramos, pero no por ello hay que dejar de fomentar políticas para cambiar esa tendencia. Este gobierno está poniendo toda la "carne en el asador" para cambiar una situación de desventaja frente a otras comunidades. Cada una de las acciones que estamos llevando a cabo están encaminadas a despertar unas sensibilidades culturales, estimular la reflexión y poner al alcance de los creadores las herramientas que necesitan para hacer arte.

Esta misma semana hizo mención durante un acto público a los cambios que se podrían dar a partir de la aprobación de la ley de mecenazgo. ¿Cree que lo público y lo privado harán buenas migas?

La ley de mecenazgo no puede sufrir más retrasos. Sobre todo, porque hay que consolidar la idea de que la actividad cultural debe mantener un equilibrio entre lo que aporta la administración pública y lo que procede del sector privado. Ese es un escenario en el que hay que aprender a compartirlo todo: conocimientos, éxitos y fracasos, inversiones, proyectos... Lo primero que hay que hacer es convencer a la hacienda pública de que hay que favorecer a los que tienen la firme intención de invertir en un producto cultural. No soy un experto a la hora de valorar qué tipo de incentivos se necesitan crear, pero sí tengo claro que serían muy beneficioso para las dos partes. La ley de mecenazgo es uno de los cinco proyectos en materia cultural que centran nuestro interés. Esta, concretamente, no es una ley que sea fácil de sacar adelante porque cuando hay dinero de por medio todo se complica. No quiero que sirva de excusa, pero es necesario que diga que estamos a la espera del marco legislativo que crea el Gobierno de España en esta materia. Lo que hay que evitar es que las dos leyes puedan chocar o entrar en confrontación.

¿Cómo se verían afectados los problemas de movilidad artística; cambiarían los criterios a la hora de conceder esas ayudas?

Las ayudas son pocas frente a las solicitudes de desplazamiento y patrocinio que nos hacen llegar. Esa es una realidad innegable, pero igualmente hay que ser moderadamente optimista ante los esfuerzos que está realizando el Gobierno de Canarias en materia cultural. El presupuesto de 2017, por ejemplo, se incrementó un veintipico por ciento en relación a la partida del año anterior y para el 2018 ya podríamos estar hablando de un salto hacia delante cifrado en un 25%. Esa es una cuestión que hay que ratificar en el Parlamento, pero la voluntad de seguir creciendo es más que evidente. La cultura ha sido solidaria cuando fue necesario hacer frente a los momentos más delicados de la crisis económica y ahora necesitamos más recursos. El 90% de los proyectos que llegan a la consejería son apoyables, pero es frustrante no poder dar respuesta a todos. Hay que decidir en base al dinero asignado. Apoyar aventuras culturales a diestro y siniestro es una insensatez que no podemos permitirnos.

¿Antes de cambiar de temas, hay un margen de mejora en lo que afecta a la promoción exterior?

Los niveles creativos que existen en Canarias son valorados en diferentes campos de las artes escénica, el cine, la literatura o la gastronomía, pero no nos podemos conformar con escuchar que aquí tenemos gente que hace las cosas bien. Los canales para distribuir nuestra cultura son mejorables, más ahora que vivimos en una era global en la que resulta más decisivo mostrar que autoproteger.

¿Qué análisis hace de todo lo sucedido en el Festival Internacional de Música de Canarias?

Aunque cueste creerlo, la situación es de cierta satisfacción porque las cosas parece que se van normalizando o reconduciendo. La programación de 2018 la dejó hecha el anterior coordinador y, sinceramente, creo que incluso con las correcciones que se han realizado la próxima edición va a mantener el nivel mínimo exigible para una cita de esta importancia. Ya estamos trabajando en la edición de 2019 y como es público se están haciendo las gestiones para contratar a un nuevo director del FIMC.

Una parte de toda la polémica generada hay que atribuírsela a ese concurso inacabado.

Esa convocatoria la acabamos declarando desierta porque entendimos que lo mejor era no dar un paso más adelante sin resolver otras cuestiones que sí requerían una actuación rápida.

¿Da la impresión que en los últimos tiempos ha sido más importante el entorno, o todo lo que se mueve alrededor del FIMC, que sus contenidos?

Los problemas que se dieron, que por fortuna ya son historia, están vinculados con el deseo de dar un pequeño giro al festival: abrirlo más para incrementar las audiencias, buscar fórmulas para que el lenguaje clásico no fuera una demanda exclusiva de un reducido grupo de espectadores y buscar nuevas sensibilidades. Yo estoy de acuerdo con esos tres puntos, pero otra cosa es aceptar algunas de las decisiones que se tomaron. El FIMC había que renovarlo, pero no comparto el guion que se hizo para forzar ese cambio. Ahí sí que discrepo porque se cometieron unos fallos que hemos o, mejor dicho, seguimos pagando con un coste muy elevado. Esos errores hay que asumirlos y, sobre todo, poner todos los medios que tenemos en nuestras manos para que no se vuelvan a repetir.

¿Están localizados esos errores?

En la medida de nuestras posibilidades, sin mucho margen de maniobra porque una cita con estas características no se organiza en dos días, estamos dando los pasos necesarios para no agrandarlos. La organización de un evento de este nivel debe ser más flexible, previsora y seria.

¿Cuál es su opinión sobre lo sucedido en torno al proyecto "Pintura y poesía: la tradición canaria del siglo XX"?

Ese es un asunto complejo que ha generado una gran polémica, pero honestamente debo decir que esa exposición se organizó a espaldas de este viceconsejero, sin contar con mi anuencia ni la de la Dirección de Promoción Cultural. Yo no entro a enjuiciar la sapiencia o la preparación de los comisarios, pero creo que en su organización hay lagunas que denotan una grave precipitación.

¿A qué lagunas se refiere?

A las que ya fueron detectadas durante los preparativos. Insisto, más que censurar a sus comisarios, que son dos expertos de reconocido prestigio dentro del ámbito universitario, habría que analizar la falta de rigor con la que se actuó por parte de la consejería. Ese proyecto fue un encargo de la antigua consejera y lo organizaron sus asesores. Personalmente, creo que faltan algunas mujeres que han sido clave en el mundo de la poesía y la pintura canaria, que el presupuesto asignado a la muestra era excesivamente alto y sus criterios poco rigurosos. El mundo de la cultura es muy sensible y cuando se detectan errores la sociedad reacciona.

¿Reacciones como para llegar a suspender la itinerancia o no distribuir el catálogo?

El catálogo ni se ha quemado ni está secuestrado. Eso es algo de lo que se habla en las redes sociales a lo que hay que prestar la atención que se merece. Lo que se suspendió fue su itinerancia, después de acabar su estancia en el TEA, por La Regenta de Las Palmas de Gran Canaria y por varios centros educativos de Fuerteventura. La realidad es que un montón de gente nos trasladó su inquietud por la no presencia en el catálogo de figuras decisivas en el panorama cultural canario y no nos podíamos permitir que esos nombres no formaran parte de ese "corpus" representativo del universo plástico y poético del siglo XX.

¿Cómo afectó la presión social?

Un gobierno debe actuar siempre con unos criterios de institucionalidad basados en el rigor y la precisión. Esa presión se dio, pero una decisión de ese calado no se toma por escuchar unos cuantos gritos en las redes sociales.