A Philip Catherine se le conoce como "el abuelo del jazz belga", pero el músico -de 75 años- asegura que solo tiene cuatro nietos y que no hay "nacionalidades" en la música.

El martes su guitarra "cantará" en Madrid, como tantas veces lo hizo en el pasado junto a Chet Baker, Charles Mingus o Dexter Gordon.

"Cuando tomas un medicamento no piensas si es belga o estadounidense. Con los músicos ocurre lo mismo; si alguien toca bien, no importa de donde sea", explica el guitarrista, nacido en Londres, criado en Bruselas y con unas influencias musicales que proceden de Norteamérica en un "90 por ciento".

Catherine, en cambio, no comenzó a tocar la guitarra porque le gustase el jazz. Lo hizo después de escuchar al cantautor francés George Brassens y enamorarse de la "poesía" de sus composiciones.

"Después de oirle por primera vez me hice con un par de discos suyos y justo después me compré mi primera guitarra", recuerda el músico.

A Django Reinhardt, su principal referente, lo descubrió gracias a un profesor en una época en la que ni siquiera podía imaginar que años después Charles Mingus lo bautizaría como "el joven Django".

"El reconocimiento es importante y estoy verdaderamente agradecido a todos los que le estiman como músico, pero yo en lo único que pienso es en que el público esté feliz cuando toco", dice con humildad Catherine, que acaba de ver publicada una edición especial de cuatro álbumes que recogen sus mejores trabajos.

Cuando echa la vista atrás y piensa en los distintos pasos que podría haber dado solo se arrepiente de un par de cosas. Una de ellas, no haber tocado durante más tiempo con Baker cuando el trompetista -uno de los iconos del jazz- estaba "en plena forma".

"También me habría gustado no hacer carrera en el alcohol porque bebí mucho durante demasiados años. Fue hace mucho tiempo, pero a veces lamento que eso no me permitiera concentrarme más en mi profesión", revela.

"Es una parte de mi historia que acepto. A veces es duro saber que no puedes controlarlo todo", puntualiza este músico que no quiere dejar nunca de aprender, "o de intentarlo".

Por eso, su principal reto es "ganar más vocabulario de guitarra y encontrar nuevas melodías", aunque también le gusta componer: "Me inspiro en la musicalidad de la gente que me rodea", recalca.

Con 75 años recién cumplidos, Catherine confiesa que es inevitable sentir el agotamiento a veces, pero en el escenario se divierte igual que siempre. Sobre todo, cuando está rodeado de otros instrumentos.

"Me interesa más la gente que toca bien acompañada que la que toca bien sola. Algunos músicos pueden tocar al mismo tiempo desde las siete de la tarde a las ocho de la mañana y yo no percibo que estén tocando unidos", subraya Catherine tras alabar la conexión del quinteto de Miles Davis.

Uno de los desafíos para él, dice, es tocar sin la compañía del piano, como hará el próximo martes en el Teatro Fernán Gómez en el marco del Festival Internacional de Jazz de Madrid, donde intentará que el público disfrute con su música, que no es "virtuosa", pero sí está llena de "improvisación muy melódica y espontaneidad".

"Yo no canto, pero sí me gusta que mi guitarra cante", recalca el belga, que como solista ha grabado más de una veintena de álbumes y que ha colaborado con otros "gigantes" como Richard Galliano, Larry Coryell o Toots Thielemans.

En todos ellos veía algo que le encantaría detectar en los intérpretes actuales, pero que no siempre encuentra.

"Cuando estuve en Estados Unidos el año pasado y pasé por algunas universidades me decepcionó ver que algunos jóvenes músicos están muy centrados en la técnica y no en el significado. Tocan como si estuvieran leyendo un libro", lamenta un veterano de las cuerdas, cuya forma de crear música nunca ha sido -cree- "muy convencional".