Es consciente del lío en el que se metió cuando aceptó la dirección artística del Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC), pero admite estar preparado para defender la programación diseñada con motivo de la XXXIV edición de un certamen que tendrá lugar entre el 11 de enero y el 17 de febrero de 2018. "Yo hablo como gestor cultural o músico, la parte política no me interesa", asegura el palmero Jorge Perdigón en una entrevista en la que analiza las interioridades de un universo complejo.

Este es un cargo que lo convierte en un "hombre-diana" por todo lo que ha sucedido en los últimos años. ¿Está preparado para estar en boca de mucha gente?

El director artístico de un festival debe estar preparado para recibir cualquier crítica. Sobre todo, si en el último año has sido noticia por unas informaciones que no siempre han estado relacionadas con la música. Al público no le gusta lo mismo y cuando decides ir en una dirección es relativamente sencillo encontrar gente que no está nada de acuerdo con lo que se está haciendo. Los "palos" van a llegar, incluso, si las cosas salen bien...

¿Qué riesgos tiene identificados?

El FIMC es un producto vivo al que acuden músicos que pueden enfermarse u orquestas que igual no están en el mejor momento porque su nivel sube y baja en cuestión de meses. Esos factores no se pueden controlar. Otros, los asociados con unos criterios de calidad, sí hay que tenerlos en cuenta a la hora de realizar una buena planificación. Ahí no puedes fallar.

¿Desde dentro se percibe todo el marasmo informativo que se ha generado alrededor del FICM en los últimos tiempos?

La verdad es que no he tenido tiempo de sentirlo... Llegué el 27 de noviembre y no me puedo permitir el lujo de perder un minuto en analizar lo que ocurrió. La información que tengo es la que me llegó a través de los medios de comunicación y seguro que la persona que estuvo antes en este puesto tuvo que vivir unos días complicados. Encontré un buen equipo de trabajo, con la desconfianza inicial porque la mayoría desconocía cómo iba a retomar esta aventura, que enseguida tuvo claro que solo faltaban seis semanas para el comienzo del festival y que teníamos que resolver muchas cosas.

¿Con ese condicionante temporal no consideró que era un acto "suicida" tomar el control de una aventura de esa magnitud?

Bueno... Normalmente tomar una decisión de esta naturaleza es bastante complicado, pero analicé la programación y casualmente me gustó: una de las cosas que tuve en cuenta es que ya había trabajado con el 80%, más o menos, de lo que estaba contratado. Desde el principio tuve la sensación de que esa programación me resultaba familiar y, por lo tanto, la podía defender. Mi misión es aclarar al público que lo que vamos a ofrecer en este FIMC es interesante y bueno. No me gusta utilizar el término producto, que es una palabra que hoy se emplea con relativa frecuencia, pero enseguida me di cuenta de que lo que estaba planificado podía gustar no solo a los amantes de la música, sino a un público menos especializado.

¿Eso significa que el programa no era tan desastroso?

El que yo me encontré, no... Sé que una parte de esa programación la trabajó la antigua coordinación y funcionarios de Canarias Cultura en Red. No sé quién hizo la otra y tampoco lo quiero saber. No es que me quiera desentender del tema, pero a día de hoy las prioridades son otras... A lo mejor en marzo o abril, cuando esta edición sea historia y la próxima esté casi perfilada, pido esa información.

¿Y a unas semanas del estreno, cómo son los latidos del festival?

Están bien... Lo primero que hice cuando me puse al frente del FIMC fue concentrar los movimientos que normalmente se deben realizar en un año en seis semanas: mi objetivo era preparar la ejecución y ejecutar. Empiezas a descartar cosas que ya están hechas y en las preguntas que te haces aparecen cosas que no estaban programadas, pero que yo he decidido incorporar a esta edición... Son pocos, pero a mi juicio esos añadidos eran imprescindibles. Los latidos son de mucho estrés, pero las cosas van saliendo. Incluso, lo que son las ventas en taquilla. Cuando se cerró la campaña de abonos, que fue algo que sucedió antes de mi llegada, nos habíamos quedado un poco por debajo de la temporada anterior. Esas dudas iniciales se pueden asociar con la ausencia de una campaña de publicidad que no se pudo planificar porque ese es un cometido del director artístico, pero tres días después de empezar a venderse las localidades ya se había cubierto el 50% del aforo de los conciertos.

La crítica más fácil se ha anclado en un dato que apunta a que este año hay menos conciertos y, sin embargo, el presupuesto es igual o superior al de la edición anterior...

Ese es un dato que hay que analizar a partir del hecho de que este año se incrementó el precio de las entradas hasta colocarlo en los niveles de los años 2014, 2015 y 2016. Yo creo que esa situación está asociada con el temor a volver a generar un déficit como el que se llegó en la última edición. El presupuesto es exactamente el mismo al de la edición anterior.

¿Pero con menos citas?

Este es el presupuesto con el que me he encontrado, yo siempre he trabajado con unos recursos limitados. Mi cometido es funcionar con esos márgenes para contrarrestar las situaciones de pérdidas y salvar con éxito esta edición.

Si tenemos en cuenta la logística de un festival que se prolonga durante más de seis semanas, este es un presupuesto que se aproxima al milagro de la multiplicación de los panes y los peces, ¿no?

Sí, pero además tenemos que dar la impresión de que con él estamos haciendo mucho más de lo que hacemos... Esa es la mejor forma de llegar a la ciudadanía. A mi me gustaría que cuando acabe el festival de 2019, porque este no es el mío, la gente se pregunte cómo es posible hacer tantas cosas con ese dinero. Todo hay que valorarlo en su justa medida y es probable que las personas que tienen unas dificultades económicas no comprendan cómo se pueden destinar estos recursos a un festival, pero uno de mis cometidos es transmitir que estamos actuando de manera correcta... Eso no significa que no se pueda originar una pequeña catástrofe y haya que tocar el próximo presupuesto. El control sobre cada euro será escrupuloso; yo no voy a firmar un convenio o un contrato sin antes tener el visto bueno de tres o cuatro personas.

Admitir que este no es su festival tiene cosas buenas y malas, se lo digo porque las opciones de éxito o fracaso están repartidas.

Cuando digo que este no es mi festival me refiero al apartado de planificación. Salga bien o mal, este es mi festival aunque sea un recién llegado. Yo entré en el FIMC el 27 de noviembre y admito los errores que vienen de atrás, porque cuando acepto esta responsabilidad no puedo decir que yo solo soy el culpable de lo que pase a partir de ahora. Esta edición, que no diseñé yo, se encuentra bajo mi responsabilidad y si acepté el encargo es porque entendí que era un proyecto defendible. Si ocurre algo en este festival la culpa es mía, pero me gustaría que la valoración que se haga de mi trabajo abarcara los 18 meses que tengo comprometidos con el Festival Internacional de Música de Canarias.

¿Cree que esos 18 meses son suficientes para aportar su sello?

En ese periodo de tiempo sí que puedo mostrar mi visión, que en el futuro ya se encargarán de juzgar si es correcta o incorrecta, y cambiar la estructura del festival. Quiero que el FIMC esté vivo todo el año, que la parte formativa sea una prioridad. La intención es que en octubre y noviembre existan conciertos formativos dirigidos por profesionales canarios en todas las Islas: el objetivo sería crear una audiencia de entre 15.000 y 20.000 escolares. Ese proyecto serviría para que los alumnos pudieran acudir a las citas de enero y febrero sabiendo a lo que vienen, es decir, estaríamos creando unas expectativas y facilitando una información útil a la hora de entender cómo funciona el FIMC.

¿Ese primer piso, en el que residen los jóvenes que tienen que "alimentar" en los próximos años esta aventura, hay que cuidarlo?

Eso es algo fundamental. Estamos hablando del público que va a tomar el control del FIMC dentro de diez años. Los chicos de 18 y 20 que todavía no han tenido la oportunidad de acercarse a este género musical lo van a tener un poco más difícil. No digo que no pueda ocurrir, pero si hacemos esa labor de base las probabilidades de estar generando un tejido en torno al FIMC se incrementarán. Este festival no puede terminar en febrero y quedar en el olvido hasta enero del año siguiente. Sería interesante generar un Festival Internacional de Música Contemporánea que se pudiera ubicar en mayo. Eso, además de servir de anclaje, sería una oportunidad para los creadores locales y un escaparate para atraer a profesionales de Centroeuropa que puedan participar en procesos formativos, discutir sobre lo que se está haciendo en el plano internacional y servir de promoción para el FICM.

¿Cree que el hecho de que en la edición de 2017 se hablara de no hacer un FIMC elitista, sino un festival adaptado a unas audiencias menos especializadas, fue más perjudicial que beneficioso?

No sé si fue un error generar un debate público en torno a ese tema, pero yo lo habría abordado de otra forma. Resulta bastante complicado encontrar a dos directores artísticos que tengan el mismo planteamiento, incluso para una sola dirección. Al ciudadano no hay que ocultarle la información, pero es importante cumplir cada uno de los plazos. No basta con anunciar algo, hay que asegurarse de que eso suceda para quedar expuesto a la crítica fácil.

¿Esto es como luchar contra lo que algunos denominan cultura de elites?

Cada vez me encuentro a más gente que me dice: ya me gusta la ópera o la música clásica, pero es cierto que muchas personas creen que esto es un coto cerrado y deciden no venir a las audiciones. Ese miedo no existe en Centroeuropa y aquí tenemos que empezar a cambiar esa mentalidad. Tenemos que generar una oportunidad para que todos puedan venir. De lo que se trata de es de normalizar el hecho de acudir a un concierto al margen de que al final del mismo haya gustado más o menos. Si quien viene una vez no queda satisfecho, las posibilidades de que no vuelva son grandes, pero la sensación que me produce esta programación es que la gente verá algo interesante.

Cuando el calendario marque el 17 de febrero y se despida la XXXIV edición del FICM, ¿qué objetivos mínimos le gustaría haber cubierto?

¿Mínimos? Yo soy de los que prefieren apuntar más alto y ver qué pasa... Si luego no llegamos tendremos que analizar por qué no se han cubierto esas exigencias. Soy ambicioso y el objetivo es que un tercio de los 31 conciertos de este año estén llenos. Si tenemos un 0,5% de déficit no nos vamos a cortar las venas, pero hay que luchar para que eso no ocurra y cambiar la atmósfera pesimista que hay en torno al FIMC.