La crítica considera a Manuel Mendive (La Habana, 1944) heredero de la expresión ritual de la identidad del arte moderno cubano que ya inició el pintor vanguardista Wifredo Lam (Sagua la Grande, Cuba, 1902 -París, 1982), aunque con un vocabulario muy personal.

La galería Artizar de La Laguna presenta, hasta el próximo 27 de enero, una selección de diecisiete obras de Mendive, entre pinturas (acrílicos y pastel sobre papel, lienzo y madera), dibujos y esculturas, algunas en bronce, otras en maderas, unas escultopinturas realizadas con acrílico, tela, plumas, abalorios y hierro, que fueron dadas a conocer en la última Bienal de La Habana.

La sala lagunera, verdadera puerta de entrada a Europa del arte de Mendive desde el año 2009, ha organizada esta minirretrospectiva con obras de sus propios fondos y de varias colecciones particulares, alguna procedente de París, porque el artista ha realizado pocas pinturas el año pasado por una tendinitis que le impide pintar con soltura. Al parecer, por este motivo, ha tenido que renunciar también a varios proyectos que tenía pendientes en Roma y Nueva York.

"Ha sido complicado montar la exposición, pero ha quedado muy bien. Es la mejor que hemos hecho sobre él y es la cuarta individual que le dedicamos. Hay unos objetos pictórico-escultóricos, unos sacos grandes, que son muy potentes y los hemos traído de la última Bienal de La Habana", explicó Frasco Pinto, director de Artizar, espacio expositivo que siente una especial predilección por el arte cubano de vanguardia desde hace años.

Manuel Mendive es uno de los artistas cubanos más relevantes de su país de los últimos treinta años. Su obra gira en torno a una visión mágica del mundo y de la vida en él. Para ello utiliza como fuentes de inspiración básicas la cultura yoruba y las raíces afrocubanas, además de su experiencia. Vive aislado en su estudio-refugio en Montaña Blanca.

Como aseguró el artista en una entrevista que concedió a EL DÍA, su obra "es la manera que tengo de expresarme y poder contar mis ilusiones y sueños, la realidad. Es un discurso general, bien amplio para todos los hombres sin distinción de color o raza ni de cultura o forma de pensar porque son temas muy arraigados a la tierra, el gran escenario en el que estamos. La definición de mi obra es la gran alegría de poder decir muchas cosas".

La labor desarrollada por este autor, ya iniciada en parte por Lam, persigue recuperar los mitos y los cultos que llevaron los esclavos africanos al Caribe, donde se mezclaron con las tradiciones propias del lugar.

La colección que se exhibe en La Laguna refleja en parte la evolución pictórica del autor durante las últimas cuatro décadas, desde aquellos orígenes mundanos, más realistas en los que evocaba la realidad cubana del momento, hasta introducirse en ese mundo mágico y personal que le caracteriza en la actualidad y del que no desea salir.

Él se encuentra muy bien acompañado por todos esos seres y objetos que pueblan sus pinturas, animales, plantas, paisajes... en muchas ocasiones de claro corte surrealistas, muy fantásticos.

"Todas las culturas antiguas me subyugan, me atrapan, me interesan. He bebido de todas esas fuentes y en cada una de ellas encuentro cosas distintas: violencia, absurdo, ingenuidad, luminosidad, meditación...".