El vino, y mucho el que se elabora en Tenerife, es único despertando sensaciones impactantes a través de la aspiración sosegada en la copa. Si detectar ese registro concreto puede producirnos un impacto emocional, una recreación del momento y el lugar, el entrenamiento para discernir las posibles gamas de una elaboración hace ya de la oportunidad de conocer elaboraciones de esta Isla una pasión de la que saben bien muchos catadores, enólogos, bodegueros y sumilleres.

Cabe insistir; el sentido del olfato es comparativamente mucho más potente que el gusto, ya que muchos de los sabores percibidos son en realidad aromas que sentimos al tomar los alimentos y que nos llegan por la vía retronasal.

La frescura también debe ser detectada en nariz como síntoma de que no hay maquillaje. De ahí que esos perfiles de ligera mineralidad indiquen que en Tenerife abundan vinos honestos, sinceros, en los que se denota mucho cariño al campo.

Acudiendo a apuntes, el bodeguero Borja Pérez (vinos Artífice e Ignios) considera que "en el olfato, en realidad en toda la amplia apreciación de un vino de esta tierra isleña, debe persistir el reflejo de la variedad y la zona, y quién lo hace; el bodeguero simplemente tiene que ser quien guía el camino para que eso sea captado por el consumidor, pues en caso contrario estamos reflejando algo que no es cierto", asevera el bodeguero Borja Pérez.

Si cruzamos los datos, podríamos aproximar que en nariz el "retrato robot" de los Vinos de Tenerife, tanto blancos y tintos y en sentido amplio y general, sería el siguiente: aromas especiados, pimienta negra y blanca, mineralidad,?

El terruño volcánico donde hunden las raíces los viñedos prefiloxéricos hace de las elaboraciones de las cinco denominaciones de origen tinerfeñas singularidades sin precedentes con algunas semejanzas emplazadas en Sicilia o Chile.

Quizá sea La Orotava, entre las localizaciones vitícolas, la que exprese más dicha mineralidad cuando entramos de lleno en la fase olfativa de referencias que han sabido cautivar tanto a profesionales punteros del sector como a los "gurús" de las guías, dígase Peñín o Parker.

Pero no solamente ellos. Grandes cocineros consideran que los vinos tinerfeños han evolucionado a más y que en la referida fase olfativa, las vinificaciones con uvas autóctonas -listán, baboso, gual, marmajuelo?- son perfectamente distinguibles por lo inédito y profundidad que confiere el terruño antes de atacar la copa y disfrutar de tantas y tantas elaboraciones que hoy son tan demandadas en la restauración nacional e internacional, además de la de Canarias, que vive una verdadera eclosión también sustentada por el sector vitícola.

Entresacábamos al principio la particularidad que supone un olor y su matiz, un instante que queda suspendido antes del descubrimiento, el que presagiaba precisamente esa esencia y perfume frutal. Siete millones de turistas nos visitan y han brindado con nuestros vinos: si en Berlín, Londres o Bremen se repite la oportunidad y se descorcha el néctar volcánico, se produce la evocación milagrosa: más que vino de Tenerife, ¡Tenerife es el vino!