Tras 12 años de "aislamiento", el pintor Paco Celorrio ha vuelto a las galerías. Lo hace bajo el nombre de Papartus, su seudónimo infantil, con el que ahora firma una serie pictórica fruto de la soledad y en la que expresa su "malestar" por el "maltrato" que, asegura, sufren en España las artes plásticas.

"Yo tenía exposiciones, tenía catálogo y salía en la prensa especializada, pero me di cuenta de que necesitaba trabajar sin presión y sin que nadie lo viera", explica Celorrio, que hace más de una década decidió "apartarse del mundo" para engendrar algo "más experimental"

En ese retiro se mantuvo hasta que, hace dos años, apareció en su vida el historiador de arte, crítico y poeta estadounidense Robert C. Morgan, quien ha sido su "impulsor" y "muelle" en esta nueva etapa artística.

"Él volvía de la Bienal de Venecia y nos conocimos casualmente en Madrid. Le conté que pintaba, quiso que le llevara a mi estudio y, cuando vio mis cuadros, me dijo: ''Esto hay que exponerlo''", recuerda el artista, que tardó un tiempo en dejarse convencer.

Su retorno a las galerías se ha hecho efectivo este mes con la exposición "Migas en las sábanas", que se exhibe en dos partes: una central compuesta por 25 piezas que fue inaugurada el pasado jueves en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) y otra más pequeña, de 15 piezas, que se abrió el 1 de febrero en el Centro de Arte Tomás y Valiente.

En esa doble muestra, comisariada por Morgan, conviven pinturas tempranas de principios de los años 90 con otras piezas que el artista ha realizado en los últimos dos años.

"El trabajo que hace Paco es muy diferente al de los artistas neoyorquinos, porque él aborda asuntos que nosotros ignoramos; viaja hasta los orígenes de las cosas", señala a EFE Morgan.

El artista, en cambio, describe su proceso creativo como "un baile privado" entre él y su pintura, que es el reflejo de una sensación de "malestar" causada por la crisis que vive el mundo de las artes plásticas.

"Estamos acostumbrados a ser maltratados por la política española, que se ha dedicado a aplastar la cultura. Y nos han domesticado", apunta el pintor, que logró liberar ese sentimiento de frustración a través de un conjunto de obras que también plantean una reflexión sobre el papel del pintor en la sociedad actual.

Plasmadas sobre lienzos de gran tamaño, sus nuevas creaciones están repletas de colores y formas "caprichosas" que parten de la abstracción gestual hasta abrir, en palabras de Morgan, una puerta "al sentimiento y al pensamiento".

Así es como Celorrio huye del que es, opina, "el gran error" de un artista: "Caer en el manierismo, terminar haciendo algo sin corazón y sin alma".

Él prefiere "pelearse" con la pintura hasta sacarle "las arrugas y los dolores" y retomar "lo auténtico y original", un propósito que también le ha llevado a adoptar como nombre artístico el de Papartus.

"Es un seudónimo con el que firmaba los trabajos que hacía cuando era niño, desde que tenía diez años y pintaba bodegones, paisajes o retratos. Es un rollo adolescente que viene de unir paspartú y Max Papart, un artista que me gusta mucho", apunta Celorrio.

Durante este "renacer" como pintor creyó que debía volver a ese nombre "originario" que le acompañará en una fase vital a la que ha llegado -dice, convencido- con más determinación que la que hace doce años le hizo alejarse del circuito expositivo.

"Hay gente que no se toma el mundo de forma tan seria como debería y es difícil encontrar un balance entre lo virtual y lo gestual. Paco lo logra de una manera muy profunda", añade Morgan, "feliz" de haber sido el responsable del regreso de un pintor cuyo lenguaje artístico considera "fascinante".