El Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) de Valencia ha rescatado del "mausoleo" a Joan Miró, en una muestra que presenta a un artista "nuevo, combativo y radical" con el que el museo valenciano quiere además "continuar el camino del cuestionamiento" que caracterizó su obra.

Se trata de la primera vez que el museo valenciano dedica una exposición al artista catalán, con una muestra de la faceta "más heterodoxa" del pintor, escultor, grabador y ceramista, a través de la recopilación de 200 obras, procedentes de una quincena de instituciones nacionales e internacionales, en el año además en que se conmemora el 125 aniversario de su nacimiento.

La exposición "Miró, orden y desorden" reúne pinturas, esculturas, dibujos, cerámica, carteles y piezas procedentes de museos como el Reina Sofía, el Thyssen Bormemisza, la Fundación Juan March de Madrid, el Macba, la Fundació Joan Miró, la Fundació La Caixa de Barcelona, el museo Es Baluard, la Fundación Pilar i Joan Miró de Palma, o el Museo Boijmans Van Beuningen de Róterdam.

Para el director del IVAM, José Miguel García Cortés, esta muestra, que se abrirá mañana al público y estará expuesta hasta el 17 de junio, es una oportunidad única para descubrir y admirar a un Miró "que sigue vivo" y que es totalmente "contemporáneo", con una visión diferente a la que se ha ofrecido hasta ahora de su obra, y que "interpela" al espectador.

"No se puede entender el arte del siglo XX sin la obra de Miró", ha afirmado García Cortés durante la presentación de la muestra a los medios de comunicación, una obra "sencilla" para algunos, "pero no simple" sino de gran complejidad, con una gran carga "simbólica" que plantea además muchos interrogantes.

La muestra, comisariada por el profesor de Historia del Arte en la Universitat Autònoma de Barcelona Joan Maria Minguet quiere además sacar al artista del "mausoleo" en el que se encasilla a los artistas consagrados y presentar a un Miró "nuevo, radical y combativo".

La exposición se ha dividido en cinco salas, que exhiben piezas desde los primeros años del artista, en los que "imperó el orden" que caracterizaba también a su personalidad metódica, algunas obras de su primera exposición individual, que fue un total fracaso, hasta su marcha a París, en 1920, en la que buscó su propio lenguaje.

Su falta de facilidad para el trazo y la dificultad en el aprendizaje de las técnicas tradicionales supusieron para el artista una "esclavitud", recuerda Minguet, y evolucionó hacia un "desapego" de los referentes tradicionales y a buscar su propio lenguaje pictórico.

De esa lucha entre la realidad y el mundo propio de Miró son obras como "Composición (mujer, tallo, corazón)", de 1925, o "Pintura (sobre masonite)", de 1936, y una selección de obras procedentes de museos como el Reina Sofía o Róterdam.

La exposición recupera también algunas piezas de su exposición en el Grand Palais en 1974, a los 80 años de edad, que supuso una "explosión de indisciplina absoluta" con la serie de telas quemadas.

"En 1927 Miró dijo que quería asesinar la pintura, y en los años 70 llegó a cometer el delito", bromea Minguet sobre esta serie, en la que llevó la pintura a sus últimas consecuencias.

Miró quería también "socializar su obra", era una persona implicada en los acontecimientos de su momento, con su participación en acciones como una "performance" en Barcelona, sus murales, cerámica, su colaboración con el mundo del espectáculo, el teatro, la danza o el circo, y su ingente cartelería, que realizaba como grafitis para la ciudad.