Once y media de la mañana. Un aula rectangular, con un ventanal al fondo sobre el que se recorta la cúpula de la catedral, cuadricula jirones de nubes y dibuja un cielo azul. En primer plano, la protagonista del día, la escritora y profesora Laura Gomara, una de las voces invitadas a esta tercera edición de Tenerife Noir, quien calzada con botas de color marrón, medias negras y traje con vuelo charla animadamente con Javier Hernández, el director de esta cita tinerfeña con el género negro.

De frente, el alumnado, niños y niñas del colegio Máyex de La Laguna que van tomando asiento, mientras el rumor agudo y atropellado de las voces pequeñas lo envuelve todo. Una maestra se eleva y pide silencio con tono de reconocible autoridad. Tarea infructuosa. Debe insistir una segunda vez.

Javier Hernández, entonces, se dirige al auditorio y, a la manera de un introductor, pronuncia grandes palabras como libertad, justicia, igualdad, visibilidad... La reivindicación del Día Internacional de la Mujer y la afirmación de la huelga se cuela en la clase como un acto educativo más. A los potenciales escribidores los animó a participar en un concurso de relatos que bajo el nombre Islas de Tinta se abrirá en breve plazo. Punto y seguido.

Laura Gomara toma la voz y la palabra. Se mece el cabello y presenta credenciales. "Soy profe de escritura creativa" en la ciudad de Barcelona. "Mis alumnos tienen entre 60 y 70 años". A continuación, una declaración de principios. Si escribió la novela "Vienen mal dadas", por la que fue finalista en el Premio L''H Confidencial, lo hizo, en buena medida, impulsada por el propósito de representar la imagen de "una mujer de verdad", por encima de los retratos irreales que tanto abundan.

Tras las formalidades, el asunto en cuestión: cómo abordar un relato de literatura negra. "Se necesita una idea", sostiene Laura, y también un cadáver, porque hasta la misma muerte es preciso planificarla en tiempo y forma.

Vamos por orden. "¿A quién matamos?". Risas cómplices, murmullos y propuestas de todo tipo, algunas muy cercanas. "¿Dónde se encontrará el cadáver?", cuestiona la profesora, y de nuevo se abre un abanico de posibilidades: el taller, la capilla, la azotea, el baño... ¡en una canasta!, todo un derroche de imaginación. Y "¿cuándo se encontró?", a primera hora de la mañana, al mediodía, de noche... A continuación surge preguntarse "¿quién lo encontró?", desde un perro a la portera, proponen los alumnos, y, por último, "¿cómo ha muerto?", momento en el que asoman verdaderas pasiones: un suicidio, descuartizado, estrangulado, a causa de un bolígrafo que le atravesó el ojo...

"El narrador elige siempre la historia", subraya Laura Gomara, que insiste en la aplicación de un "método" que resulta infalible: quién es la víctima, dónde se encontró, por quién y cómo. El resto, talento.

En la fase de interrogatorio, la narradora y profesora admite que el oficio de escritor, ingrato y solitario, representa para ella "un trabajo extra; la mayoría no vivimos de esto y robamos el tiempo para escribir". Y afirma que está trabajando en una nueva novela que tiene como protagonista a una carterista del Metro de Barcelona. Anima a leer y, como su ratera, reconoce robarle adjetivos y acepciones a Carlos Zanón, la enamora Lucía Berlín y el maestro Vázquez Montalbán. Escribe en ordenador, "porque es más práctico. ¡Ah! Sin olvidar la copia de seguridad".

Ovación cerrada.

En la solapa de esta historia puede leerse esta breve biografía. Laura Gomara es licenciada en Filología Clásica y trabaja en el sector editorial, ayudando a escritores como traductora, lectora, en producción y comunicación editorial. Su actividad está centrada en la plataforma Reescritura, donde orienta a escritores noveles. También da cursos de narrativa, cuento breve, autoficción y relatos de viajes en varios centros de Barcelona y en plataformas online. Su primera novela, "Vienen mal dadas", ha quedado finalista en el premio L''H Confidencial 2016 y Roca la ha publicado en septiembre de 2017.