Un grupo de prostitutas que acuden a rezar a la Virgen de las Rameras en un edificio abandonado; un músico que jamás ha logrado superar el secuestro que sufrió cuando era niño; un abogado sin escrúpulos; un contenedor de transporte marítimo con un siniestro contenido en su interior; un hombre que aparece ahorcado en el punto exacto donde hace siglos se ubicaba la entrada al barrio de los burdeles...

Juanjo Braulio (Valencia, 1972) figura en el cuarteto de finalistas del Premio Ciudad de Santa Cruz, que convoca Tenerife Noir, con su novela "Sucios y malvados". Como periodista ha trabajado para diarios, agencias, radios y ha hecho algo de televisión, y en su currículum de escritor, dos novelas publicadas. "El silencio del pantano" (2015) y "Sucios y malvados" (2017).

Si la primera representó una bocanada de aire fresco para el género, su segundo trabajo no ha parado de recibir elogios. Este escribidor, lejos de sentirse apabullado por tanto caudal de piropos, ya los digiere hasta con una cierta naturalidad. "A veces piensas que no te puede estar pasando a ti", pero no se lleva a engaño y reconoce que "a nadie le amarga un dulce y, al fin y al cabo, periodistas y escritores buscamos que nos lean".

El oficio de periodista le ha servido para confirmar que, al abordar el registro de la ficción, también resultan válidas las seis W, el credo de la profesión. "Al final, las viejas fórmulas son clásicas, y es así por su eterna validez", subraya.

Y si considera sustancial el qué, "cuando haces ficción, las proporciones varían", de forma que resulta más determinante el quién y el por qué. "¿Cómo se explica que una persona aparentemente normal se convierta en un monstruo?", y refiere el caso de la muerte del pequeño Gabriel Cruz. "Siempre indago en esta pregunta y después de dos novelas estoy cada vez más convencido de la utilidad de la fórmula clásica".

El hecho de estructurar "Sucios y malvados" según una composición musical, con anacrusa y coda, más unos tiempos en clave de blues, no resulta casual. "Es una novela que toca más teclas de las que parece. Está conformada por la repetición de un blues de ocho compases repetidos cuatro veces, mas anacrusa y coda". Y aunque aparentemente no exista conexión, precisamente "el personaje músico percibe a los más de 30 perfiles que transitan por las páginas a través de la música".

La aplicación a la obra de este "fondo melódico" representó un concienzudo y metódico trabajo en el que Juanjo Braulio contó con la complicidad del compositor valenciano Pedro Viso y el vocalista del grupo Seguridad Social, José Manuel Casañ.

Admite que la construcción de personajes supone un proceso "plagado de zozobras, miedos y angustias" y cómo, en el caso de esta última novela, tuvo que echar mano del pasillo de su casa donde, a la manera de los paneles de los investigadores, iba colocando post it, flechas, para que de esta forma "las tramas de cada uno de los personajes se fueran relacionando entre sí", para que "los hilos del tapiz no se salieran" y para que todos ellos, a pesar de la aparente maraña y la dispersión, siempre estuvieran "a un solo grado de separación".

Y si de algo se siente orgulloso el autor, hasta con una pizca de sana vanidad, es por haber construido una "novela negra coral". Y a propósito, considera que a este género le queda todavía "mucho recorrido", descartando esos lugares comunes y las manidas referencias a que ya está todo contado o los clichés que se repiten, como esa casposa imagen del investigador solitario e inadaptado. "El Génesis se puede considerar el origen de la literatura negra, pero claro, como Dios era el detective le costó poco resolver el caso", ironiza.

Y sostiene Juanjo Braulio que le obsesiona "el dato preciso", acaso un síntoma de su oficio periodístico. "Las cifras sobre los valores de prostitución no me las he inventado; son rigurosamente ciertas", como también los valores del PIB con el añadido del gasto de los españoles en droga y prostitución, "lo que dice mucho sobre una sociedad", además de los niveles de corrupción en cada una de las comunidades autónomas. No en vano, se considera cercano a ese perfil de periodista del que hablaba Indro Montanelli. "Un mar de conocimientos y un dedo de profundidad".

La presencia en el relato de una Virgen de las Rameras lo traduce el autor como "una feliz casualidad". Cuando se documentaba sobre la prostitución de origen africano, conoció que estas mujeres, "por ignorancia y superstición", no requerían vigilancia por parte de los proxenetas, que las controlaban a través del vudú y la religión orishas.

"Y en la santería, la diosa Yewá sincretiza con Nuestra Señora de los Desamparados, precisamente la patrona de Valencia", señala Juanjo Braulio, que no tardó en incorporar al relato la capilla de la Virgen de los Desamparados, como lugar protector para estas mujeres.

De la inspectora Roma Besadulch confiesa que "está copiada del natural", en concreto de la Jefa del Grupo de Homicidios de Valencia, "y también es el retrato de las mujeres de mi época, feroces capataces de sí mismas, muy bien preparadas, magníficas profesionales". En este caso, una funcionaria del Estado que, lejos del rol de heroína, se comporta con normalidad y hace las cosas como sabe y puede.