Como consecuencia de la crisis económica y de la situación del mercado inmobiliario, y turístico, la capacidad de las familias para acceder a una vivienda ha empeorado. Parece que al artículo 47 de la Constitución no se le presta tanto interés y desvelos como al artículo 2.

No solo se está retrasando la independencia residencial de los jóvenes, sino que el derecho a una vivienda también ha empeorado en cuanto a la capacidad de las familias para abordar la compra o el alquiler, y también hemos visto empeorar la seguridad en la tenencia con miles de casos de desahucios en los últimos tiempos. Por tanto, el derecho de los españoles a disfrutar de una vivienda digna y adecuada está puesto en cuestión.

Sin ir más lejos, el Diputado del Común, señaló la semana pasada que el derecho a acceder a una vivienda digna continúa siendo uno de los problemas más complejos a los que sigue enfrentándose Canarias, que "las innumerables quejas de los ciudadanos que recurren a este comisionado solicitando la intermediación y mediación, en situaciones de desahucios" y "las solicitudes de mediación para lograr un alquiler social han llegado a convertirse en un problema de gravísima dimensión".

Todo esto que pensábamos que se solucionaría en esta salida lenta de la crisis se ha agravado más con el problema de la vivienda vacacional, que sube los precios e impide alquileres normales y asequibles.

Y mientras en Aarhus, Dinamarca, se crea un tipo de complejos de viviendas sociales que son una reinterpretación de las tipologías históricas de viviendas de Aarhus, creando espacios comunes modernos y verdes, o en Dinamarca la firma de arquitectos COBE forma con paneles acero galvanizado balcones facetados y marcos de ventanas en el exterior de un antiguo silo industrial en Copenhague, que el estudio danés ha convertido en un edificio de apartamentos sociales, y en Nueva York se repiensan los espacios para los jóvenes, como el esquema conceptual llamado Instant City, de los diseñadores Beomki Lee y Chang Kyu Lee que proponen crear apartamentos y áreas públicas asequibles a través de pequeños módulos que se pueden reconvertir de múltiples maneras.

Mientras vemos que, con diferentes grados de éxito, pero con la vivienda social en el centro del debate público, se aborda la cuestión en Europa, es ostentosa la parsimonia que llevamos en Canarias últimamente para resolver el problema de vivienda donde en el último año, por poner solo un ejemplo, VISOCAN no ha sacado ni un solo concurso público de redacción de proyectos de arquitectura de vivienda social ni ha planteado ningún reto nuevo. Sin embargo, es crucial que veamos, desde el lado público, formas alternativas de afrontar la crisis de la vivienda. Y para eso lo deseable y más inteligente podría ser aprender de los mejores de Europa.

Lo que falta es imaginación para abordar el problema, para cambiar las normas que rigen la construcción de vivienda pública y hacerlas más flexibles. Se puede densificar una ciudad y hacerla más verde, a la vez, y crear paredes vivas, paisaje a pequeña escala, parques en el cielo, jardines de verano e invierno, e ideas para devolver a la naturaleza el espacio del que un edificio se apropia.

La búsqueda de la igualdad es función del diseño: ¿cómo se crea un sentido de comunidad cuando no tienes los mismos ingresos, excepto a través del espacio compartido? Con formas más imaginativas de darle uso y forma al espacio disponible, las nuevas viviendas sociales, con el sentido de modernidad adecuado, pueden ayudarnos a que las nuevas ciudades, la mejora de las históricas y la rehabilitación, alberguen adecuadamente a toda nuestra gente sin tener que convertirlos en personajes de películas como Bladerunner.

Y en cuanto a la belleza necesaria, tenemos que pensar que no hay nada más caro que algo feo que debe ser demolido porque fue mal construido. Es inaceptable para esta generación seguir con este problema sin repensarlo.