La muerte premeditada de un árbol, el derribo de la fachada de un edificio antiguo, la desaparición de una sala de cine de barrio o bien el cierre de una librería suponen una pérdida irreparable para cualquier sociedad y debería llamar, al menos, a la lectura de la reflexión.

Porque ha vuelto a suceder. En esta ocasión, la guadaña de la indiferencia y el desdén, solapada bajo la sombra de la alargada crisis, se ha cobrado una nueva víctima: la librería El Pa-So, ubicada en la calle San Clemente de la capital tinerfeña, y con ella se va parte del espíritu de la ciudad, la misma que presume de pujanza cultural.

Desde 2005 -como hijuela del local del mismo nombre ubicado en el casco histórico de La Laguna-, Fernando, el librero, apostó por dar vida a una particular historia en la que los personajes protagonistas han sido siempre los libros. Allí se podían encontrar desde publicaciones de sellos independientes hasta manuales de diseño gráfico y bibliografía seleccionada de arquitectura.

Ahora, anónimos tras las rejas, encarcelados, los libros quedan huérfanos de miradas, ansiosos del tacto de los dedos, melancólicos del paseo de los curiosos y de tantas tardes de charla... La cultura está de saldo.

El otro capítulo de esta historia sí tiene un final feliz. La librería papelería Orobal, negocio familiar que abría sus puertas en 1979, de la mano de María Dolores Delgado "Loly" y Miguel, recibía el viernes en la Casa de la Cultura de Güímar el Marcador de Plata 2018.

Se trata de un reconocimiento que propuso la Comisión Municipal de Honores y Distinciones y que fue aprobado por unanimidad en posterior pleno.

Esta librería, que desde 1981 está integrada en la Asociación de Libreros y Empresarios del Comercio del Libro de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, ha participado desde sus inicios en casi todas las ferias. Además, desde 2011 impulsa el proyecto Orobal Cultural, organizando diferentes acciones para el fomento y el estímulo de la pasión por la lectura.