En Venecia, nada más llegar te enamoras de los espacios. Y de los sonidos de la ciudad. Luego está la bienal en sí misma, que siempre ha sido muy sexy. La amabilidad con que reciben al visitante primero los canales y luego los Giardini, la pasión de cada nueva propuesta, los sentimientos que logran mostrar los artistas y arquitectos que, con empatía, conectan con los problemas actuales del mundo y las conversaciones interesantes que surgen en cada esquina, todo eso convierte este acontecimiento cultural en el más atractivo de toda la temporada, pero este año algo más ha cambiado. Es el sexo. Que no les traicione el subconsciente, me refiero al sexo de las comisarias de la bienal de arquitectura, que por primera vez son dos mujeres, y este hecho lo invade todo. Las comisarias de la XVI Bienal de Arquitectura de Venecia, las arquitectas irlandesas Yvonne Farrell y Shelley McNamara, reivindican la igualdad de las mujeres arquitectas en un sector que aún presenta muchos techos de cristal. Y lo hacen de manera que se nota en todo el Arsenale en múltiples detalles.

Ese sexo está ya presente en el propio lema que propusieron las comisarias para este año: Freespace ("Espacio libre"), un concepto que destaca la importancia de los espacios y permite con la palabra "libre" que los participantes den rienda suelta a su creatividad, pero ya centrados en lo importante: mostrar la arquitectura que construye espacios abiertos para los ciudadanos.

Y entonces aparece lo inesperado de este año, lo primero nada más entrar al Arsenale: mucho espacio público. El valor de lo no construido, y de lo reconstruido de nuevo para ser más amable. El valor de lo salvado de las grúas. Los círculos como espacios libres de reunión. Lugares sin nombre, solo para estar. Lugares llenos de tejidos, cortinas, textiles, colores, luces y transparencias veladas, agua. Espacios claros, rampas suaves, sillones cómodos y algo de rosa, rojo y violeta en las maquetas iluminadas digitalmente, ¿por qué no? Fotografías cotidianas con la arquitectura viva y en uso. Lugares de paz, lugares para observar, miradores hacia y en la naturaleza. Predominancia de los espacios donde de verdad queremos estar cuando soñamos, junto a una ventana con vistas hermosas, en la naturaleza, con la familia y amigos. Con todos estos detalles que entremezclan con grandes proyectos de todo tipo, cuidadosamente escogidos, las comisarias demuestran que la arquitectura no es una disciplina aislada, afecta a toda la sociedad y por tanto la calidad del espacio; el confort, la habitabilidad tienen que ser también importantes. Y no es que las mujeres y los hombres diseñen los edificios de manera diferente, la buena arquitectura no entiende de sexos, pero sí que suelen abordar el diseño de una manera diferente. Las mujeres tienen una gran habilidad para escuchar, no todos los hombres tienen eso.

Aun así, las mujeres siguen siendo demasiado invisibles en el mundo de la arquitectura. Aunque el número de mujeres en todos los campos (clientes, gerentes de proyectos, oficinas de arquitectos, críticas, etc.) está aumentando lentamente, la arquitectura sigue siendo una profesión predominantemente masculina, al igual que el negocio de la construcción en general. Pero parece que estamos en un periodo de esperanza, de gran unidad entre todas (de hecho, mientras termino de escribir este artículo me preparo para ir a un evento que ha corrido como la pólvora por Venecia, convocado de boca en boca, el VOW (Voices of Women) bajo los hashtags #timesup, #metoo y #takeavow. Ya les contaré. En cualquier caso, creo sinceramente que todos los políticos, de todos los partidos, deberían venir a Venecia no a dar paseos en góndola por la Plaza de san Marcos o el puente de Rialto, deberían venir a la bienal de arquitectura a aprender cómo se crea buen espacio público.