El coleccionista argentino Pablo Taboada saca un disco centenario de su funda amarillenta y abre un maletín que contiene un gramófono. Gira su manija para darle energía, coloca el disco de pizarra -que no de vinilo- y lo activa para que aparezca la voz de Carlos Gardel, en casa de Carlos Gardel.

Sigue un silencio solemne de tres minutos por parte de los asistentes mientras en la sala impera a placer la melodía del tanguero eterno días antes del 83º aniversario de su trágica muerte, mientras a algunos presentes se les escapan las lágrimas al escucharle hoy, en Buenos Aires.

"Si hacemos una analogía, yo creo que Gardel estaba entre las tres o cuatro figuras de la canción popular más grande del siglo XX, sobre todo en su última etapa cuando estuvo filmando en Estados Unidos. Quién sabe hasta dónde hubiese llegado si la muerte no hubiese interrumpido una carrera meteórica", dice Taboada a Efe, en referencia al accidente aéreo que le quitó la vida en Medellín (Colombia) el 24 de junio de 1935.

Taboada, uno de los mayores investigadores de la figura del cantante cuyo origen discuten Uruguay y Francia, lleva consigo a la audición documentos suficientes como para entrar en una máquina del tiempo e imaginar a Gardel en el que fue su hogar entre 1927 y 1933.

Una de las fotografías muestra al artista junto a su perro en la misma sala donde Taboada y aficionados ''gardelianos'' se reúnen 90 años después para disfrutar del genio con el gramófono de la marca Victrola que ha sobrevivido desde aquella época.

Ninguno de los grandes éxitos del también actor suena en una audición en la que todos aplauden sin remedio al término de cada canción, a pesar de que nadie interpreta en vivo.

Taboada descarta temas como "Por una cabeza" y "Volver" y, sin embargo, sí reproduce otros como "Cantar eterno", grabado en 1917 a dúo con el guitarrista José Rasano y perteneciente al primer disco que el rey del tango publicó con su discográfica predilecta, Odeon.

"Vamos a escuchar un disco que tiene más de 100 años, vamos a recrear en el patio de la casa de don Carlos Gardel el sonido que en los mismos años 1920 y 1930 la gente podía percibir", explica el coleccionista, que acumula artículos relacionados con su ídolo desde los 12 años.

Entre sus joyas hay cartas adquiridas por 2.600 dólares, como algunas que nunca vieron la luz debido a su contenido.

"Obviamente habla de cosas muy íntimas que no pueden contarse públicamente", desliza Taboada, quien en su bolso resguarda los arcaicos discos de pizarra de 78 revoluciones por minuto.

Según él, los conservadores actuales salvaron la mayoría del repertorio oficial, aunque existen "eslabones perdidos" que se mantienen a la espera de ser encontrados.

"Siempre nos va a sorprender. Gardel seguirá grabando, seguirá filmando, seguirá sacándose fotos para la posteridad porque siempre aparece alguna imagen, sonido o disco", pronostica.

Gardel está vivo y canta en el patio de su casa, o al menos eso sienten los entendidos de su trayectoria, que analizan lo escuchado y comparten anécdotas alrededor del universo de "El Morocho de Abasto", barrio en el que se sitúa la vivienda que hoy es museo.

Con su voz, reviven piezas como "Pobre pato", nunca publicada en Buenos Aires según Taboada, y una grabación en francés, el idioma de su madre, doña Berta, que vivió en la casa tiempo después de la muerte de su hijo a los 44 años.

El lugar lo conserva la directora del Museo Casa Carlos Gardel, Marina Cañardo.

"Estamos de doble conmemoración. Son los 15 años de este museo y además se cumple el domingo los 83 años del fallecimiento de Gardel. Tenemos la idea de que Gardel no se fue, sino que está", destaca la musicóloga.

Durante estos días, las conmemoraciones continuarán con la proyección de una película que se inspira en él, actividades para toda la familia y un recital de tango el domingo, cuando murió Gardel, enterrado a unos kilómetros de allá, en el porteño cementerio de la Chacarita.