Si el destino te ofrece la posibilidad de alojarte en un riad, ni te lo pienses. Estos lugares son tan característicos como encantadores. Podrían compararse con pequeños palacetes. No tienen más de tres plantas y siempre giran en torno a un patio interior, arropado por mucha vegetación con una agradable sombra que resguarda una fuente o bien una piscina.

Alrededor se disponen pocas habitaciones. Los desayunos, que se suelen servir al aire libre, son de factura casera y con un deliciosa "patisserie". Si vas a Marrakech pasearás por el Zoco, los Jardines Majorel, la plaza Jamaa el Fna y sus espectaculares clubs de playa. Y al regresar a Tenerife querrás convertir tu casa en un pequeño riad, pero a la hora de la verdad únicamente lograrás algunas pinceladas. Entre los elementos más característicos, un abanico amplio por el que decantarte.

El rosa colorea el ambiente. Es el tono por excelencia de esta ciudad, hasta el punto que las casas de pinturas lo denominan "rosa Marrakech". Lo puedes llevar a alguna pared con la milenaria técnica del tadelakt.

Si quieres algo más sencillo apuesta por el falso estuco, las aguas que forma dan dinamismo a la estancia. Si te parece que una pared resulta demasiado riesgo, apuesta por usarlo en la tapicería de algún mueble, bien con una loneta estampada o con terciopelo liso.

También funciona algún toque en turquesa, aunque el matrimonio perfecto se entre los tonos naturales: crudo, beige o tostados.

La mezcla de materiales y acabados nos encantan. Seguro que te llamaron la atención los tajines de cerámica con apliques metálicos, las lámparas troqueladas, los farolillos de colores o los espejos biselados. Estos elementos los puedes colocar y darles bien la utilidad original o de igual manera usarlos como elemento ornamental, sin una función más allá que la de embellecer el espacio.

Apuesta por los patrones geométricos: rombos, cuadros... En Marruecos se llevan a todo tipo de elementos tanto arquitectónicos, arcos y cúpulas, decorativos como textiles, espejos o muebles logrando que sea una de sus características más definidas.

La forma en la que se presentan los tejidos hacen confortable y acogedora la habitación. Los kilim regalan colorido y dibujos. Los cojines bereberes, que son de algodón en color crudo, desflecados y con lentejuelas plata salteadas, se colocan sobre los sillones, pero también en forma de puf en el suelo; la versatilidad de las piezas y las posibilidades del diseño los convierten en una de las opciones más recurrentes. Las cortinas vaporosas reposan en el piso.

Los objetos naturales crean una atmósfera que envuelve toda la vivienda. La madera tallada o con marquetería es la base de muchísimos muebles. Las fibras naturales dan lugar a formidables cestas, cubre botellas...

Las especies, además de condimentar los platos, se llevan a decorar, sobre todo, las originales rosas pequeñas. Que la vegetación es uno de los elementos más típicos de la imaginería marroquí es más que evidente, sobre todo las plantas grandes y de hoja XL, que además de quedar bien visualmente refrescan el ambiente. Los cactus son tendencia y también los puedes colar.

La ceremonia del té en un improvisado rincón chill out te transportará hasta la magia de Marrakech. La mezcla de sabores, olores y sensaciones de su singular infusión de hierbabuena, servida en vasitos de colores, a partir de la majestuosa tetera y acompañado de pequeñas pastas con frutos secos, resulta tan indescriptible como irrepetible.