El Usher Hall, el icónico palacio de la música de Edimburgo, fue escenario este viernes del espectáculo de luces y música que inauguró el Festival de Edimburgo, el certamen que durante el mes de agosto convierte la capital de Escocia en epicentro del teatro, la danza y las artes escénicas.

Con el castillo como telón de fondo, unas 15.000 personas se reunieron en la plaza contigua al edificio neoclásico del siglo XX para asistir al colorido espectáculo firmado por la compositora Anna Meredith y la compañía 59 Productions.

Bajo el título "Five Telegrams" (Cinco telegramas) y patrocinado por la compañía Aberdeen Standard Investments, el espectáculo arrancó con veinticinco minutos de juegos de luces que se proyectaron sobre la fachada del Usher Hall al ritmo de una pieza musical que contó la historia de cinco telegramas que fueron enviados desde el frente.

Según explicó el director del Festival de Edimburgo, Fergus Linehan, el evento puso el foco en el papel de los soldados jóvenes durante la Primera Guerra Mundial, en que murieron más de nueve millones de combatientes y siete de civiles.

"Es un homenaje a la gente joven. La pieza "Cinco telegramas" recoge la correspondencia que llegó desde la primera línea cuando la guerra se estaba acabando", afirmó.

Rememorando aquellos telegramas se proyectaron imágenes de letras manuscritas, mientras varios bailarines, ataviados con diseños de los estudiantes de la Escuela de Arte de Edimburgo, interpretaron las notas de Meredith.

En el conflicto, de cuyo fin se cumplen ahora cien años, combatieron millones de jóvenes, como recordó Linehan, quien dijo que existe "una gran conexión entre ese momento histórico y la actualidad", ya que Escocia quiere rendir tributo a esta parte de la población con la celebración, en 2018, del Año de la Juventud.

El lugar elegido, el Usher Hall, además de ser la gran sala dedicada a la música, guarda un especial simbolismo al haber sido inaugurada el 16 de marzo de 1914, tan solo cuatro meses antes del inicio de la Gran Guerra.

Para la ocasión sonaron las partituras de Handel, Bach, Wagner, Beethoven o el escocés Hamish MacCunn y durante sus primeras épocas albergó conciertos para recaudar fondos con fines políticos.

Dos de esas causas fueron la creación del Ayuntamiento de Edimburgo en 1929 y el apoyo al movimiento en defensa de la República española en los años treinta, cuando se produjo el golpe de Estado que dio lugar a la guerra civil.

Desde hoy y hasta el 27 de agosto, el Usher Hall acogerá decenas de actuaciones entre las que destacan la de la Orquesta Nacional de Escocia, la Orquesta Joven de Escocia, la Sinfónica de Londres, la Orquesta Juvenil de Jazz del Carnegie Hall de Nueva York o la final de jóvenes talentos de Eurovisión 2018.

El festival, que acerca hasta la capital escocesa a visitantes y artistas de todos los registros, ofrece una variada programación que incluye óperas clásicas como "El barbero de Sevilla" y "La Cenerentola" de Gioachino Rossini o espectáculos de danza como "Autobiograpy" de Wayne McGregor y "Xenos" de Akram Khan.

En teatro destacan las obras "Esperando a Godot" de Garry Hynes, "Home" de Geoff Sobelle o "Midsummer" de David Greig y Gordon McIntyre.

Todos estos eventos se desarrollarán en paralelo a otra decena de festivales como el Militar, el de Arte, el del Libro, y sobre todo, el Fringe, dedicado a la comedia y las funciones callejeras, que ofrece la programación más irreverente de todas.

En esta edición, en que invita al espectador a "sumergirse en lo desconocido", cuenta con las actuaciones de la drag queen Ripley, que parodia a la ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon, en su función "Like a Sturgeon" o la comediante Luisa Omielan que hace una sátira política en "Politics for Bitches".

Hay varias representaciones en tono humorístico sobre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el "brexit" y el estado de la política británica, así como otras que ironizan sobre el agitado ritmo de vida actual, la huella personal en redes sociales o la dificultad de encontrar pareja a través de plataformas virtuales.

Una extensa programación para casi todos los gustos que convierte no solo los teatros y grandes salas de Edimburgo, sino también sus calles, bares e iglesias, en lugares perfectos para el arte.