En los festivales multitudinarios hay que aceptar una contradicción. El nivel musical se va a ver condicionado por el objetivo de poder manejar y contentar a un público que habitualmente se cuenta por miles. Eso es lo que ocurrió en el Arona Summer Festival hace unas semanas y volvió a pasar ayer en el Sunblast, pronunciado San Blas por la mayoría de los asistentes.

En el campo de golf de Adeje se concentraron dieciocho mil personas que habían pagado su entrada con la única intención de pasárselo bien, pero tampoco bajo el paraguas del todo vale. Cada uno de ellos esperaba que la música estuviera a la altura y sirviera de banda sonora a sus particulares planes que, en estos festivales, habitualmente suelen ser ligar y disfrutar al máximo. Y ahí cabe una amplia gama de interpretaciones. Desde la barra libre a los avances químicos.

Para ello se contaba con cinco escenarios que se encargaron de lanzar sobre la gente la música que cada uno había programado, pero que básicamente solía coincidir en ser electrónica. Nada de grupos con baterías, guitarras y todo eso que suena ya a la época de las cavernas. Ahora todo se basaba en djs y en animadores.

El más exquisito resultó ser el que tenía acceso restringido y donde se escuchaba música house. Luego estaba el drum and bass, por definición propia, machacón , el de hip hop, a grito pelado, o el de música elect, que literalmente arrasó.

Lo mejor como siempre es la gente que se empeña en bailar como si le fuera la vida en ello. Desde las tres de la tarde hasta la medianoche, el festival funcionó como un reloj desquiciado. En citas como el Sunblast lo que se busca es llegar al mayor número posible de público y por eso se abarcan, separan y mezclan estilos musicales, pero que al final siempre acaban teniendo algún punto en común con el otro.

Mientras la multitud paseaba por un recinto que parecía sacado de una película de Mad Max, por una oreja podías oír hip-hop y por la otra David Bowie cantando "Let''s Dance", también algo parecido a salsa electrónica y a sonidos houses, como si de un after a las seis de la tarde se tratara.

Desde las tres y hasta la medianoche, tuvieron su momento de gloria nombres como Netsky Kayper o Groodboy en lo que se daba en llamar el Main Stage, a Sasasas o Friction en el Bass Stage. a Real el Canario en el Island Boogie o a Tiga comenzando su actuación en el escenario Panorama que horas después cerraría Hanfry. También Tego Calderón y su mezcla de lsatino y hip-hop fue bien recibido.

Dada la variedad de propuestas difícilmente alguien se habrá quedado sin su parte del pastel. Lo que no parece tener mucha cabida y sorprendentemente es mirado de reojo por los participantes en esta fiesta, parece ser la salsa y el regaton, que tan del gusto es de los canarios, en general, y de los chicharreros, en particular. Aunque lo disfracen con sonidos sintéticos.

En uno de los espacios se podían incluso escuchar éxitos relativamente antiguos, pero que la gente devoró como si fueran recién salidos del horno. El Sur se convirtió en una fiesta imparable, abrumadora, con todas las virtudes y defectos que de ahí se derivan.

No existe organización en el mundo que en este panorama lleve a cabo un espectáculo perfecto. Pero tampoco creo que haya mucho de lo que quejarse en el Sunblast. La impresión que se tiene es que la gente consiguió lo que venía buscando. Música estridente que la llevara a donde los djs quisieran, posibilidades de ligar sin complicaciones y, en definitiva, poner otra marca más en las citas obligatorias de los veranos, entre las que se ha situado el Sunblast. Lo que no sé si perdonarán los asistentes son las dificultades para usar los móviles por los problemas de conexión. Y es que si a través de las redes sociales no se demuestra lo bien que te lo estás pasando, entonces no existes, no has ido y no has disfrutado.

El festival cumplió con su objetivo de servir como especie de ceremonia pseudoreligiosa donde los participantes acuden con el ánimo de confundirse y mezclarse con los restantes que son siempre los demás y que, en ocasiones, como estas se convierten en todos.

Para lo que no sirvió en absoluto fue para resolver los grandes misterios que siempre rodean a estas citas. ¿Cómo es posible que por muchos baños que se pongan siempre acaban siendo escasos? O ¿por qué por muy alto que hables tienes que volver a repetir la frase?