A la edad de 16 años, mientras hacía "zapping" frente al televisor, quedó cautivado por los compases de un concierto y de inmediato pensó: "Eso es lo que tengo que hacer". De la impresión que le provocó aquella música, que posteriormente supo se trataba de la "Sinfonía nº 2", de Gustav Mahler, conocida como "Resurrección" e interpretada bajo la batuta de Simon Rattle, arranca la pasión y la vocación de Antonio Méndez (Palma de Mallorca, 1984) como director de orquesta, ese conjunto que este joven maestro considera "el instrumento más completo de cuantos existen".

Fue en aquel momento cuando tomó una decisión vital: abandonar su isla natal, aquel espacio de confort donde había estudiado piano y violín, y poner rumbo a Madrid para cursar composición. La siguiente etapa de su particular aventura profesional y emocional lo llevó a dar el salto a las ciudades alemanas de Berlín y Weimar, escalas en su particular proceso de perfeccionamiento musical y humano.

El pasado mes de mayo, Antonio Méndez era presentado como nuevo director titular de la Orquesta Sinfónica de Tenerife (OST) y hoy, viernes, a las 19:30 horas y en el Auditorio de Tenerife, debuta en sociedad bajo este rol con un concierto "titánico", el que abre la temporada 2018-2019, con un programa integrado por "Tristán e Isolda. Preludio y muerte, WWV 90", de R. Wagner; "Concierto para piano en Sol mayor", de M. Ravel, con Javier Perianes como solista, y "Sinfonía nº 1 en Re mayor, Titán", de G. Mahler.

¿Llega usted para "resucitar" a la OST?

No, para nada. Vengo con el propósito de hacer la mejor música posible y lo hago desde la mayor honestidad; tengo la firme convicción de que llego a Tenerife para formar parte de un gran equipo. Considero que la OST se encuentra en un gran momento, ya hemos comenzado los ensayos y la orquesta muestra en un estado fantástico. Creo, con sinceridad, que puedo aportar cosas al conjunto, mi propia impronta, y espero que esto resulte apreciable a lo largo de los próximos años. Evidentemente, si he asumido este proyecto es porque estimo y confío en que puedo sumar. Ya tengo ganas de que llegue la hora del concierto y poder compartir nuestro sonido con el público.

Y a ese público, ¿cómo hay que ganárselo?

(Suspira). La pregunta es muy amplia y compleja... Lanzaría un mensaje de optimismo y, pese a que no entra de lleno en mi terreno, me siento contento por el hecho de que desde la OST se haya desarrollado una gran campaña no sólo orientada a cuidar a nuestro público fiel, sino también destinada a captar a los elementos más jóvenes. Se ha hecho un gran esfuerzo a partir de iniciativas de imagen, marketing o abonos y creo que ese excelente trabajo se va a ver recompensado con una mayor presencia de gente en las audiciones, algo que espero comience a convertirse ya en una realidad a partir de este viernes.

Aquel "exilio" voluntario que usted asumió, estableciéndose desde el año 2007 en Berlín, se me asemeja a la figura del joven talento español que emigra en busca de oportunidades. ¿Qué se llevó entonces en la maleta?

Muy poquito (sonríe). Partí con una maleta y una mochila y, después de once años, sigo en Alemania, pero ahora con bastante más que una maleta y una mochila. La verdad es que entonces cargué poco equipaje, pero sí llevaba conmigo una gran ilusión, unas enormes ganas de aprender, muchos retos y también incertidumbres... Evidentemente, todo era nuevo para mí: el país, un idioma del que sólo manejaba cuatro palabras, pero llegaba con un profundo entusiasmo y con la idea de abrir una nueva etapa en mi vida. Berlín me ha enseñado muchísimas cosas. A nivel musical me descubrió esa cultura alemana del sonido, tan importante y que me ha dejado una grandísima huella. En el ensayo de la mañana no paraba de hablar de sonido, sonido... Es algo que me inculcaron con mucha insistencia en Berlín y Weimar y que desde entonces llevo muy adentro.

A día de hoy, ¿sigue considerándose un integrante de ese grupo de jóvenes talentos?

Algún colega decía que el problema de la dirección orquestal es que a uno, hasta los 49 años, lo siguen considerando joven y cuando cumple 50 ya se empieza a hacer mayor (sonríe). No sé, es algo complicado. Estamos viviendo una época en la que se fomenta mucho el talento joven, pero no debemos olvidar que a quienes ahora consideramos grandes comenzaron hace mucho tiempo, caso de Claudio Abbado, Simon Rattle, Zubin Metha, Ricardo Muti, Mariss Jansons... que ya eran titulares con treinta años. Bernard Haitink, por ejemplo, fue director titular de la orquesta del Concertgebouw con veintitantos años. Yo me lo tomo con mucha filosofía; asumo que me encuentro muy al comienzo de mi carrera porque, si la salud acompaña, esto no se acaba nunca. Eso sí, espero que me acompañe durante muchos años y, a mis treinta y pocos, quiero pensar que me quedan al menos unos 50 de carrera. Objetivamente hablando estoy en mis inicios. Y lo de joven..., pues cada vez menos (sonríe).

De un tiempo a esta parte, la presencia de españoles en diferentes orquestas del mundo parece que ha dejado de ser algo ocasional.

Sí, y particularmente en el plano de la dirección. Creo que nunca hasta ahora habíamos tenido un par de generaciones que alcanzaran tanto éxito fuera de España. No debemos olvidar a los maestros que fueron pioneros y abrieron el camino de nuestra representación en el exterior, como Argenta, Frühbeck de Burgos o López Cobos, pero ciertamente se trataba de algo esporádico. Ahora, en la franja de estos últimos diez o quince años, contamos con maestros y también intérpretes como Javier Perianes, Pablo Ferrández y muchos otros que son fruto del trabajo bien hecho durante mucho tiempo. Es verdad que quizá la punta del iceberg la representan los solistas o los directores de éxito, pero cuando uno empieza a escarbar, lo que se encuentra es toda una generación de músicos españoles muy preparada, muchos de los cuales han estudiado en el extranjero y o bien están poblando las grandes orquestas internacionales, caso de Filamónica de Berlín, Concertgebouw, Radio de Fankfurt, Radio de Baviera, Filarmónica de Los Angeles, Filarmónica de Münich... Hablamos de las más grandes orquestas que, nunca hasta ahora, habían tenido representación española, y también están quienes han decidido volver y aportar a las orquestas españolas todo aquello que han aprendido fuera.

El año 2017 ha sido importante en su carrera con debuts en salas icónicas de la música clásica. ¿Qué se siente en esos espacios?

El año 2017 fue importante y el 2018 también lo está siendo, evidentemente por mi estreno como director titular de la OST. En el 2017 debuté en el Musikverein de Viena (la sala que acoge los conciertos de Año Nuevo) y en el 2018 lo hice en la Berliner Philharmonie. Se trata de dos debuts destacados en espacios donde uno siente, sobre todo, mucha energía. Se te viene a la cabeza aquello de ¡si esta sala, si los camerinos pudieran hablar y contarnos cosas! ¡Cuántas figuras han ocupado esos podios! Siento mucho respeto y me considero muy afortunado por haber tenido estas oportunidades como director.

Incluso ha dirigido hasta en el polémico Auditorio de Hamburgo.

Allí viví en 2017 una gran experiencia con la orquesta a lo largo de una formidable semana y, desde mi punto de vista, es actualmente uno de los mejores auditorios.

¿Y qué le sugiere esta sala en la que nos encontramos, el Auditorio de Tenerife?

Desde su construcción se ha convertido en un símbolo que, en lo arquitectónico, ha puesto a Tenerife en el mapa. Mucha gente que nunca antes había estado en la Isla, entre los que me incluyo, sí reconocía en cambio la singularidad del Auditorio y eso le ha dado a la Isla una gran proyección y un peso específico. Somos afortunados por contar con esta casa como sede y hemos decidido realizar algunos cambios que el público descubrirá en este primer concierto de la temporada.

¿Se refiere a la disposición de los músicos sobre el escenario, a buscar un sonido propio?

Ya dije en algún momento que la OST es una de las formaciones con más historia y tradición de España, algo que a veces se nos olvida. Creo que el sonido de la orquesta junto con el que yo tengo en la cabeza, ese del que hablábamos antes y que casi aprendí en Alemania, pueden casar muy bien. Y buscando esa simbiosis hemos dado con una fórmula. La reacción general tras el primer ensayo ha sido muy buena; la mía, también, y la gente que estaba escuchando en la sala se ha mostrado igualmente muy contenta. Ahora le toca el turno a nuestros abonados: que sea nuestro público el que nos diga.

La programación de esta temporada representa una declaración de principios, ¿no?

Ha sido la primera temporada en la que el director técnico y yo hemos trabajado conjuntamente y estamos muy satisfechos e ilusionados. La programación es muy potente, tanto por repertorio como por maestros invitados y solistas. Desde el primer momento quise buscar como pilar esta dualidad entre la música centroeuropea y la francesa, que en los últimos años quizá la orquesta ha interpretado menos, un repertorio en el que me siento muy cómodo. Esa dualidad me parece interesante tanto por cuestiones de sonido, de lenguaje como también de sonoridad. Tendremos dos ciclos principales. De una parte, el dedicado a Brahms, haciendo las cuatro sinfonías en febrero y cerrando con "Réquiem alemán". De otra, el ciclo Debussy, con tres conciertos consecutivos en el mes de mayo, de forma muy concentrada. En el primero de ellos habrá un estreno de un compositor español y también celebraremos el centenario de "El sombrero de tres picos", del maestro Falla, con las dos suites, en un concierto de repertorio hispano-francés.

¿Y cómo lo han acompasado los músicos?

La recepción por parte de la orquesta ha sido muy buena. Creo que tenemos por delante una temporada variada y diversa. Todavía nos quedan muchas cosas por ver que, evidentemente, intentaremos abordar en próximas campañas, de hecho ya estamos trabajando en ello, pero de inicio tenemos esos dos ciclos como pesos pesados, además de música española, rusa, eslava... Habrá un poco de todo y con ese particular toque cohesionador que considero resulta importante.

¿Se hace preciso que la orquesta defina un sonido que la identifique?

Cualquier nueva relación entre una orquesta y un director requiere tiempo y esta primera temporada nos va a servir a todos para generar esa simbiosis y empastarnos. Los alemanes utilizan para esto la voz "zusammen", hacer música juntos, y es verdad que nos puede llevar algo de tiempo, pero creo que el repertorio que vamos a trabajar esta primera temporada va a ayudarnos a conseguirlo. No quiero que se interprete con el sentido de que le doy mayor importancia al director, pero siendo una realidad que cada orquesta tiene de por sí un sonido de base muy específico, asimismo estimo que a veces se tiende a olvidar que cada director también tiene el suyo. Una orquesta no suena igual según quién esté al frente, uno de los grandes misterios de la dirección que nadie hasta ahora ha sabido explicar. De titular precisa otro ritmo de trabajo, otra secuencia, otra cadencia... El hecho de engranar los dos sonidos es lo que realmente nos va a dar esa impronta, esa identidad.

Recuperar el mar

Como isleño, Antonio Méndez descubre que Tenerife le provoca una sensación un tanto extraña: la de sentirse en casa. "La primera vez que aterricé aquí me impresionó el paisaje, que evidentemente es muy diferente al de Mallorca". Pero aún así, después de haber salido desde su Isla hacia Madrid y de ahí con destino a Alemania, subraya el hecho de que "llevo dieciséis años sin vivir ni sentir la cercanía del mar". Y esta circunstancia, que ahora rescata, le devuelve sensaciones "que no había olvidado, pero casi. No lo sabría explicar con palabras", admite. Salvando las distancias, "el paisaje es diferente", dice, pero sostiene que "todas las Islas entre sí tienen algo en común". De sus primeros paseos por Tenerife destaca "sus maravillosos contrastes, algo que me parece increíble pueda llegar a coexistir en un mismo espacio, en apenas unos pocos kilómetros. Y quizá haya sido la diversidad de la Isla el aspecto que más me ha sorprendido".

La energía del público

En cuanto al público, entiende que "es diferente en cada lugar, pero también en cada ocasión". En referencia al tinerfeño señala que "aquí existe una cultura musical muy grande", relacionada con la brillante historia de la Sinfónica, así como por el desarrollo de una cita como el Festival Internacional de Música de Canarias, "y se nota, se siente". Le gusta hablar de "la energía del público" y es que por su condición de director "no lo veo, como sí pueden hacerlo los músicos de la orquesta, pero lo siento". Enumera algunas categorías, desde los más o menos ruidosos, hasta los pasionales y explosivos, un tsunami, como el caso de los asiáticos. Sobre el centroeuropeo y escandinavo destaca que es "más constante; el aplauso sigue". Pero, sobre todo, le gusta percibir la energía del público "en esos momentos de recogimiento, de silencio, cuando la música te invita a contener la respiración, algo que para mí resulta especial, algo muy gratificante".

En este sentido, el joven maestro cree que en España se ha desarrollado "una labor fantástica en los últimos veinte o treinta años", de ahí la presencia de tantos músicos nacionales en el panorama internacional, pero considera que el aspecto de la educación musical "hay que abordarlo de una manera global". A propósito, entiende que "hace falta más música en los colegios, en los institutos y en la sociedad, en general". Y no sólo porque amanse a las fieras, "que también", dice, "sino porque ilusiona, apasiona, relaja...". Sostiene Antonio Méndez que se tiende a reducir la música a "una función puramente evasiva. Esa parte indudablemente existe, pero también la escucha activa y creo que se debe potenciar", como fórmula para la búsqueda de nuevos públicos. Más aún, si cabe, en una época en la que dominan "las redes sociales, la cultura de lo audiovisual y la imagen"