Un pollo anuncia que acaba de secuestrar a Dani Martín; que los casi cinco mil espectadores que anoche se dieron cita en los alrededores del Parque Marítimo capitalino se van a quedan sin concierto. Unos fallos técnicos -se desconoce si formaban parte de la trama- engordan las dudas antes de que el cantante aparezca desde el fondo del escenario luciendo una camiseta con el número dos de los San Antonio Spurs (Leonard). Vino. Dani Martín se dejó ver a las 21:11 horas. Con un acento mexicano bastante marcado, el madrileño planificó una velada completamente antagónica a la que brindó hace unos meses en la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife. Su lenguaje es mucho más grueso y el estilismo ha experimentado un giro de 180 grados. La vida, como a la gran mayoría de los mortales, le ha pegado unos varios revolcones. Los personales se quedan en el alma de un soñador de canciones que ya ha cumplido la mayoría de edad en el mapa musical. En realidad, esa es la esencia que destila "Gira grandes éxitos y pequeños desastres".

"Volver a disfrutar". Ese fue su primer guiño. Dani interactuó con sus invitados desde el minuto cero. "Las ganas", "La suerte de mi vida" y "Dieciocho" terminaron adelantando por la derecha a "Peter Pan". Y es que es difícil entender a Dani Martín sin la ayuda de este pequeño duende. Una aliada, en este caso Tamara Ferrera, hizo un dueto con él cuando los músicos iniciaron los acordes de "Contigo".

La música sonó durante casi dos horas y media; 150 minutos en los que Dani manejó con solvencia los tiempos de exposición, es decir, incrementando y rebajando la intensidad de una noche en la que se filtraron las estrofas de "Son sueños", "Insoportable", "Besos" o "Mi lamento". Con la noche encendida a miles de revoluciones, los presentes comenzaron a detectar que la llama empezaba a debilitarse. De eso nada. El exlíder de El Canto del Loco volvió a ponerse de pie para enloquecer a sus seguidores con "Y nada volverá", "Emocional" o sus clásicas "Zapatillas".