Una "caverna ultramoderna", una "casa prelógica y bellísima, elegante y prehistórica", el "palacio de un marajá" o "una de las viviendas más inconcebibles del mundo", son algunas de las descripciones que ha recibido Taro de Tahiche, la casa que se inventó en la lava hace 50 años César Manrique.

"Taro de Tahíche fue en su momento y, continúa siéndolo, una vivienda insólita, inconcebible, única, que representa y condensa la esencia de una isla y, al mismo tiempo, la de su creador, Manrique" reflexiona Fernando Gómez Aguilera, el director de la Fundación que custodia el legado de artista lanzaroteño, cuando está a punto de cumplirse medio siglo de una de sus obras más singulares.

Paseando por una colada de lava, Manrique halló por casualidad las burbujas volcánicas sobre las que poco tiempo después erigió su vivienda. Se descolgó por las ramas de una higuera dentro de uno de esos globos de lava y descubrió dentro un refugio de pastores.

En ese momento, decidió que podía convertir las burbujas de lava "en habitáculos para la vida del hombre", según relató en su día.

Taro de Tahíche se asienta sobre una colada de las erupciones que tuvieron lugar en Lanzarote entre 1730 y 1736. Manrique aprovechó cinco burbujas naturales y las convirtió en acogedoras estancias, también adecuó un pequeño jameo como zona de esparcimiento con piscina y los interconectó como estructura orgánica.

En el interior de su vivienda, Manrique plasma un lenguaje moderno incorporando grandes ventanales y cúpulas de cristal, mientras que en el exterior se distinguen elementos de la arquitectura tradicional isleña.

En una entrevista concedida a "Diario de Las Palmas" en diciembre de 1970, Manrique explicó cuáles eran sus intenciones: "Mi casa es un homenaje a la arquitectura popular lanzaroteña".

A juicio del presidente de la Fundación que lleva su nombre, "César Manrique fue un hombre-isla; Lanzarote, una isla-artista; y Taro de Tahíche, una casa-isla-artista"

"Esta singular vivienda volcánica es el autorretrato de Manrique, su mejor versión hedonista. Con su vivienda rinde culto a la belleza, a la tierra propia, a la libertad creadora y, en definitiva, al placer de vivir y de compartir", relata.

Este martes 2 de octubre se cumplen 50 años desde que el artista lanzaroteño pusiera la primera piedra a la casa donde vivió hasta 1988 y la que él llamaba Taro de Tahíche.

Por su singularidad, el inmueble pronto protagonizó múltiples reportajes de los medios de comunicación nacionales e internacionales, convirtiéndose en un icono mediático de los años setenta y ochenta del siglo XX.

En octubre de 1968, César Manrique escribió a su amigo el pintor Manolo Millares en una carta: "Yo me encuentro ahora con la gran emoción de haber comenzado la casa en el volcán de Tahíche. ¿Se lo suponen? Se empezó el día 2 de octubre de 1968, DÍA HISTÓRICO. Creo que quedará con un espíritu muy Lanzarote y con la esencia más íntima de su misterio, sobre todo las habitaciones subterráneas".

La casa del artista lanzaroteño siempre fue un reducto de libertad y modernidad. Así lo atestiguan las imágenes y relatos de la época. En ello también ahonda el director de la Fundación: "Taro de Tahíche fue siempre una casa cosmopolita, la gran embajada cultural de Lanzarote durante los setenta y ochenta. Una puerta abierta para que el mundo entrara en la isla y la isla se abriera paso en el mundo".

Mientras el artista residió en Tahíche, la casa fue visitada por cuantas personalidades llegaban a Lanzarote: personajes del mundo del arte, de la música, de la arquitectura, de la literatura, de la política... recibiendo elogios y opiniones que resaltaban su originalidad y belleza.

"En su casa-espejo, César propició, al mismo tiempo, su versión más social. Una casa de amigos, metáfora de fiestas sin fin, de libertades y de placer: puro elogio de vivir bajo el efecto de la luz y del cristal que le abre la puerta al paisaje para que sea ya siempre arquitectura vivida, humanísima, en Lanzarote", señala Gómez Aguilera.

Alberti, Almodóvar, Nuria Espert, Manolo Millares, Pedro J. Ramírez, Agatha Ruiz de la Prada, don Juan de Borbón, Hussein de Jordania, Felipe González, Helmut Kohl, Alfonso Guerra, Eusebio Poncela, José Hierro, Manuel Padorno o Irene Papas, fueron algunas de las muchas personalidades que disfrutaron de Taro de Tahíche junto a César Manrique.

"Hubo una época, cuando terminé la casa, que guaguas enteras de turistas llegaban para que les enseñara todo lo que había hecho. Claro, mi casa es única en el mundo, pero acabé harto. Una vez los perros por poco se comen a una señora que se había subido a la azotea para sacar unas fotos", declaró el propio artista en marzo de 1977 a la publicación "Vanidades de México".

En 1988, Manrique trasladó su residencia a Haría, donde actualmente está abierta al público su Casa-Museo. Ese mismo año, en Taro de Tahíche comenzaron las obras de adecuación para la puesta en marcha de la sede de su Fundación, que el año pasado celebró su 25 aniversario.