La capacidad de Montserrat Caballé, fallecida hoy a los 85 años, de contraer el diafragma y emitir unos agudos en pianísimo, como la "estela" de un cohete en el aire, la hizo entrar por derecho propio en el olimpo de las artistas a las que el público conoce por su apellido con el "la" por delante.

En un tiempo en el que "la" Callas (María) tenía 42 años y "la" Tebaldi (Renata) 43, apareció en el Carnegie Hall una mujer de 32 años que dejó estupefacta a la crítica, tanto que el New York Times publicó aquel famoso titular de 1965: "Callas + Tebaldi= Caballé".

Aquella "joven mujer" de físico imponente, cabello y ojos tan negros como la noche y ganas de comerse el mundo dejó claro desde entonces y para siempre que había otra "divina" a la que el público podía venerar y "defender" a gritos en los teatros frente a otras "reinas".

Llenaban las portadas de las revistas, los discos se vendían por miles y sus caras y sus nombres eran tan populares que aún 50 años después protagonizan series, películas y libros.

"La" Caballé era, según explicaba a EFE el musicólogo Pablo L. Rodríguez, un prodigio capaz de combinar la capacidad dramática y la profundidad desgarradora de María Callas, "La Divina", con la exquisitez y delicadeza de Renata Tebaldi, un dúo al que había que añadir a "La Stupenda", es decir, Joan Sutherland, de 39 años en 1965.

En lírica el "fiato" es la capacidad de dosificar el aire para cantar las notas, es decir, que cuanto mayor sea esa facultad menos tiene que respirar el artista mientras dice la frase o palabra.

La leyenda dice que Caballé pasó mucha necesidad de niña y que de aquella época le quedó la voluntad, mucha, de no pasar hambre y que de ahí venía su notable volumen corporal, pero lo cierto es que Caballé supo muy pronto que a más "base" en la que reposar el diafragma, más capacidad de "fiato".

"Trabajar con ella tres días fue más importante para mi carrera que todo lo que había estudiado antes", aseguraba hoy a EFE el tenor siciliano Pietro Picone, que asistió a sus clases magistrales en 2012 en Zaragoza porque le enseñó a respirar a "hacerse amigo" de su aliento.

Su capacidad "estratosférica" ha quedado registrada para la historia en la grabación que hizo de "Aida" en 1973, dirigida por el italiano Riccardo Muti (1941).

Para Muti se trata de la mejor que se ha hecho nunca pero lo que es "inaudito", "un auténtico milagro" es la nota final, un Do natural, que da en el aria "Cieli azzurri", la que hoy han estado emitiendo las radios italianas como prueba de que "lo de ''la'' Caballé" era de otro mundo.

Grabaron, aquella aria, "del tirón", sin pausas, sin cortes, sin repeticiones, algo tan "raro" incluso para la época que el maestro siempre ha destacado ese "hito" sobre su trabajo con ella, a la que ha dirigido en muchas ocasiones.

"Cavalleria rusticana" o "I puritani" fueron algunos de sus mejores trabajos juntos pero el que él ha resaltado por encima de todos es la "Norma" que hicieron en la Ópera de Viena en 1977.

Aunque la española acarreaba cierta fama de "difícil" y de no plegarse a los muchos ensayos que requerían ciertas producciones de ópera, lo cierto es que Muti ha defendido siempre lo "muy profesional" que era la cantante, que dedicó cerca de 30 días a preparar minuciosamente con él un papel.

Era "divina" pero "no fa la diva", decía Muti, es decir, a pesar de ser dueña de una garganta prodigiosa no cayó en la tentación de creer que su suelo empezaba en el techo de los demás.

Esta intérprete "sobrehumana", de "extraordinaria pureza" y "gran amplitud" de repertorio, según publica hoy el New York Times, fue bautizada con el sobrenombre de "La Superba" y después de ella y sus colegas nadie más se ganó la suficiente popularidad como para ser conocida nada más que por el apellido con un "la" por delante.