Aquello del cuarto poder representa un paradigma, acaso hasta una ilusión, que el casi inefable juicio del tiempo, a caballo de los continuos avances tecnológicos y de las sucesivas crisis, se ha encargado de transformar y hasta deformar, restándole esa aureola mítica y acercándolo hacia el terreno de la propia condición humana.

Desde el recurso de la sátira y el descaro, esos elementos que forman parte sustancial de su ADN, la compañía Els Joglars propuso con el montaje "Zenit: la realidad a su medida" -que este domingo se escenificó en el teatro Leal, dentro de la programación del Festival de Tenerife-, una reflexión, en ocasiones caricaturesca y, en otras, descarnada (quizás algo banal en ocasiones) sobre la naturaleza intrínseca de los medios de comunicación y, por extensión, de esa masa informe de oyentes, lectores y espectadores que engullen y apenas digieren las informaciones.

El debate entre lo viejo y lo nuevo, lo antiguo y lo moderno, la ética del oficio y el periodismo como negocio y propaganda tiene su particular escenario en la redacción de la revista Zenit, un espacio donde se venden las noticias con entretenimiento.

Los personajes, al uso, resultan reconocibles, desde Martín, redactor que demanda un tipo de investigación para el que precisa tiempo de reflexión y fondos económicos, hasta la directora, de nombre Beatriz, que desoye estas reivindicaciones, ni tiempo ni dinero, y orienta la publicación hacia el único mandamiento posible: la generación de beneficios.

De fondo, solo un viejo reportero -papel que interpreta con su habitual maestría Ramón Fontseré-, es el único que conserva las "verdades" del oficio, y frente a la espectacularidad y el impacto por la inmediatez de ciertas noticias, carnaza de las redes sociales, enarbola las máximas de un ideario sostenido en salir a la calle, abandonar la redacción y contrastar las noticias, desde el tópico del viejo borrachín y siempre socarrón.

Y esa "cruel" caricatura sobre las modas y modos de hacer periodismo resulta en ocasiones tan acertada que parece tomada de la realidad, y ese dedo en el ojo provoca escalofríos.