Esta es su cuarta producción con Ópera de Tenerife, pero la primera bajo el formato de Ópera (e)Studio. No para de sonreír. Parece contagiada por el espíritu del genial Giacomo Rossini.

Giorgia Guerra (Roma, 1984) asume la dirección de escena de la obra "La italiana en Argel", que se representará del 25 al 28 de octubre en el Auditorio de Tenerife, y lo hace con ímpetu, gracia y ánimo: "Imaginas, ideas, piensas y le das vueltas a las escenas durante siete meses. Se levanta el telón; ahora sucede esto y después aquello... Pero cuando lo ves representado, encarnado, resulta profundamente emocionante", explica.

Con las posibilidades que le procura el modelo de Ópera (e)Studio, Giorgia ha decidido ambientar la obra en la década de los noventa del pasado siglo en una gran "hammam" (baño árabe), lo que conocemos como un centro de wellnes o spa, y, a partir de este escenario, "hemos recreado un día en su interior", precisa.

El hecho de recurrir a esta ambientación responde a su interés de que todo tenga un ritmo loco y cambiante. "A lo mejor hubiera resultado más fácil llevar la obra hacia un contexto político o racial, pero creo que estamos en un momento convulso y no quise caer en ese tipo de tópicos".

Además, la década de los noventa le procuraba la posibilidad de que los chicos asumieran mejor la gestualidad de esa época, que les fuera más reconocible. "Ahora bien, estamos hablando de dieciocho años atrás y hay algunos de ellos que solo tienen 21. Por eso, en alguna escena y cuando les digo: ¿Te acuerdas de la película aquella...?, me miran con cara de sorpresa. ¡Me estoy haciendo mayor!", dice entre risas.

El reto que se le planteó fue que en el "hammam" cada número debía tener una identidad. "La cáscara es el edificio, pero ahí sucede de todo y en un momento estás en una escuela junto a unos niños, como en un baile de swing". Y considera que encaja perfectamente con el perfil de los personajes. "Mustafá está cansado de Elvira, una mujer árabe que solo piensa en su belleza física, y con esta ambientación que proponemos creo que se explota mucho mejor la ironía".

En la obra, el joven Lindoro abandona Italia con rumbo a Argel e Isabella, su novia, se propone ir en su busca. Esa situación despertó en Giorgia la imagen de un "estudiante que se había quedado sin dinero para volver a a casa y se ve obligado a buscar un trabajo".

Así, leyendo y fraseando el texto, la directora de escena se refiere al "fasto in sanno" (esplendor en el saber). "Lo que surgió en mi cabeza fue la imagen de que los italianos buscan estar guapos con la exhibición de la moda, mientras que los orientales lo hacen a través de un tratamiento de belleza. Creo que esta es la llave de la lectura y la considero original".

Lo que personalmente más le divierte es que, en una situación normal, el público pueda encontrase encontrarse con algo surreal que lo lleve a exclamar. "¡No me lo puedo creer!... Pero es así; el teatro lo permite".

Cuando vio la partitura, Giorgia dijo para sus adentros: "¡Guau! Muchas notas". Con la obertura se planteó una idea de inicio, pero estudiándola cambió de opinión: "no necesitamos verla. Es una joya y debe escucharse. Ahí terminó mi horror vacui. Hay que admitir que la música vive por sí sola y esta es una actitud que siempre he mantenido. Además, Rossini te permite hacer muchas cosas". Más aún si la dramaturgia está desarrollada y los personajes cuentan con identidades definidas.

Musicalmente, la obra le resulta "ideal para representar números de music hall". Del compositor italiano dice que es muy rítmico "y el paso de baile te salen sin quererlo, desde la sangre", explica. "Hay pasajes líricos, que casualmente están interpretados por el tenor (Ríe), pero hay tercetos, quintetos, el crescendo y el silabato humorístico rossiniano... Es técnicamente algo complejo, pero al mismo tiempo divertido".

Lo cierto es que la partitura de Rossini "ayuda mucho". En el final del primer acto "hay un ritardando y se interpreta a cámara lenta, porque nuestra responsabilidad es darle a la música un contenido visual", señala Giorgia.

Y entiende que en el plano teatral resulte complejo, "porque deben cantar controlando no solo la voz, sino que su cuerpo no vaya a una velocidad superior a la de los acordes, y eso durante nada menos que seis minutos".

En su condición de alumnos, la directora sostiene que tiene que aprender las técnicas del teatro, llevar hasta el límite la voz; el cuerpo en cámara lenta o rápida...". Hay que encontrar el equilibrio entre el canto y el movimiento. "Lo importante es no decir que no se puede y ya está". Por su parte, "siempre les insisto en que si logran interpretar esto, pueden llegar a hacerlo todo".

Y esta escena es un simple pretexto, porque al final de ese primer acto irrumpen los sonidos de una banda de rock, de nombre Roxini, que invaden la "hammam".

Confiesa Giorgia que nunca como hasta ahora se había reído tanto durante los ensayos. "Damos indicaciones, pero son los chicos quienes deben desarrollar sus propios roles", dice. Y así "cuando están interpretando un concierto de rock tienen que hacerlo a su manera; que cada uno aporte su experiencia, su cultura... Son jóvenes procedentes de diferentes países, entre ellos hablan mucho y confrontan sus ideas".

Con todo, la relación entre cantantes y directores de escena suele ser tensa. "Respeto el canto y para mí es lo primero. Nunca aplicaré un movimiento o una posición incómoda del diafragma que le pueda restar brillo a la voz", subraya. Y si a veces no existe complicidad es "porque a los directores de escena les falta coherencia", afirma de manera autocrítica.

"Cuando el movimiento es coherente sale solo. Y en esta obra, los chicos desarrollan cosas verdaderamente complicadas sin darse cuenta. Lo que no acepto es al director de escena que pide más y más y a los cantantes que desconocen sus límites y no son capaces de negarse".

Hay dinámica de grupo y cuando no es así, "se nota. Muchos de ellos nunca han estado sobre un escenario frente al público y si tu compañero no tienen empatía contigo, malo. Afortunadamente no es el caso", precisa Giorgia.

Y de fondo, los azulejos, la arquitectura oriental: arcos de herradura, columnas con decoración de mocárabe, las celosías.., una enorme riqueza ornamental ,

"El color destaca mucho", dice Giorgia. El paisaje de Argel está dominado por la arena y el vestuario, que mezcla lo europeo con lo norteafricano, representa un contraste con los rojos. Además, en un spa interviene la cromoterapia, con cambios de tonalidades.

Y aparecen los inevitables nervios. ¡Que se levante el telón!