Veamos un ejemplo perfecto de cómo se puede devolver a la vida una naturaleza muerta y convertir los desechos en una hermosa obra de arquitectura paisajística. Un ejemplo optimista sobre los futuros posibles. El antiguo vertedero del Garraf, que durante más de tres décadas recibió los residuos de buena parte de Barcelona, es un arquetipo de restauración de un paisaje degradado, en este caso basado en la ocultación de las basuras, la extracción y explotación del gas que estas generan y el establecimiento de vegetación aterrazada que devuelve la morfología original al valle, recuperando hectáreas de terreno quemado por la basura. Comenzó en 2002 y aún no ha finalizado del todo, aunque desde 2010 una gran parte es ya un gran y bellísimo parque abierto al público.

La mala situación del vertedero en una zona de calizas provocó la contaminación del acuífero subterráneo y de varias ramblas, uno de los motivos por los que las autoridades decidieron clausurar el vertedero. La idea era devolver a la vida un entorno deteriorado y contaminado. Además de una recuperación estética, el proyecto cuenta con un sistema de drenaje de aguas subterráneo, filtros para descontaminar los líquidos residuales y un sistema de aprovechamiento de biogás a partir del cual se obtiene energía.

Los arquitectos catalanes Batlle & Roig diseñaron un inteligente proyecto de restauración que se concreta en un patrón de formas topográficas consistentes en terrazas, pendientes laterales, paseos y revegetación que se fueron realizando en lentas y organizadas fases.

La idea era conseguir que el Parque del Garraf comenzara a absorber lentamente el vertedero utilizando la biomasa del bosque local apoyando a la vez el restablecimiento de ecosistemas. El desarrollo continuo de estos ecosistemas a lo largo del tiempo les permite adaptarse al entorno del sitio, como ocurre en Tenerife con el proyecto que transformó el antiguo vertedero de Santa Cruz en el actual Palmétum. Para el proceso de revegetación los arquitectos seleccionaron especies naturales resistentes de la zona que requerían un riego mínimo y que ya estaban adaptadas al entorno local incorporando entre otras, variedades locales de arbustos tales como bardana, plantas de hierbas o maquis mediterráneos.

El llenado comenzó con la impermeabilización del sitio con suelos arcillosos y con la instalación de un sistema de drenaje para el lixiviado, que es un líquido formado por la mezcla de las aguas de lluvia infiltradas en los depósitos de basura y otros productos y compuestos procedentes de los procesos de degradación de los residuos. Se fueron superponiendo y alternando capas de desechos con capas superficiales de tierra. A medida que se rellenaba el fondo del valle, se extendía la impermeabilización, ocupando en la actualidad más de 70 hectáreas con una profundidad de desechos de más de 80 metros en algunos puntos.

Se distribuyó una capa de tierra sobre el depósito de residuos más recientes. Una gran zanja de hormigón separó la tierra virgen del vertedero de residuos operacional, y los canales drenaron la escorrentía de la ladera de la montaña. Las aguas semi-limpias y el agua de escorrentía del área de operaciones se acumulan en un reservorio, donde se tratan. Los arquitectos y el equipo multidisciplinar que trabajó en el vertedero del Garraf introdujeron un sistema nuevo y completamente diferente a lo que venía siendo habitual en otras experiencias pensando en la última capa, la rehabilitación del paisaje para la sociedad al tiempo que completaban el ciclo de vida de los residuos convirtiéndolos en parte de lo que hace posible la belleza actual del lugar. Ahora el lugar antes abandonado se ha convertido en una nueva puerta de entrada al Parc Natural del Garraf, que también se conecta al sendero GR de larga distancia. Y la lección que nos dejan es que sí se puede transformar la basura en belleza, y no es esta la primera vez, aquí ya lo hicimos con el Palmétum, pero aún nos queda mucho trabajo por hacer.