Algo de la sordera "beethoveniana" sobrevoló la posición que ocupaba el pasado jueves en la sala pequeña del Espacio Cultural CajaCanarias de la capital tinerfeña cuando Cees Nooteboom (1933) dijo que estaba leyendo dos biografías de Benito Mussolini y un servidor entendió que andaba escribiendo dos biografías del militar, periodista y político natural de Predappio. Perdón por el error de transcripción. Una vez aclarado el intercambio de papeles que se dio alrededor del líder del Partido Nacional Fascista nos adentramos en el siempre agitado universo de un autor inquieto. Sus ojos "derraman" un cansancio que certifico en cuanto se activa esta entrevista. "Aún estoy algo lúcido. En una hora habré perdido frescura", advierte con un gran halo de ironía el ensayista, hispanista, novelista y poeta neerlandés Cees Nooteboom (1933). Miembro de la Academia de las Artes de Berlín, Caballero de la Legión de Honor, Premio de las Letras Neerlandesas y Premio Austriaco de Literatura Europea, el autor de "Philip y los otros", título con el que conquistó el Premio Ana Frank, habla de sus viajes, de sus variantes como escritor, de su primer contacto con España, de Canarias... Sí. El Archipiélago no es un espacio virgen para un creador que, salvo la isla de Fuerteventura, ha tenido la oportunidad de visitar e incluso ha "retratado" en algunos de sus poemas... "Yo viajo para existir", remarca Nooteboom horas antes de programar una excursión por distintos enclaves de Tenerife. "No tengo móvil y tampoco necesito las redes sociales en mi vida: soy feliz sin ellas", destaca cuando la conversación ya ha cruzado la meta.

¿En algunos de sus trabajos se percibe una sensación de huida?

¿Huida? No... Varios de sus colegas me han preguntado en diferentes ocasiones si yo viajo para huir; yo viajo para existir. Hay un ensayo mío que se titula "En el ojo del huracán" en el que explico las sensaciones que experimenté en esos viajes. Para mí la habitación de un hotel es como la celda de un monje: un lugar de recogimiento en el que consigo la paz, en el que pienso y en el que escribo.

¿Cuáles son las "fotografías", a modo de recuerdos, que mejor conserva?

Hay muchas. Esto sería muy largo de contar, pero recuerdo las vivencias de la revolución húngara en el año 1956 o un encuentro muy intenso con Che Guevara... Lo que intento explicar es que para vivir ese tipo de situaciones hay que estar siempre en "El ojo del huracán". Esos viajes son el reflejo de lo que soy. Habrá más, unos pocos más, porque tengo 85 y los años ya pesan.

Usted ha tenido la oportunidad de mirar cara a cara a la guerra, ¿qué sensaciones le transmitió?

Yo era un niño cuando Alemania ocupó Holanda, pero lo más irónico de todo esto es que el "poco" éxito internacional que he podido tener como escritor nació en territorio alemán. La pasada semana, por ejemplo, celebraron mi 85 aniversario en la Biblioteca de Berlín... Todo esto es un poco extraño, ¿no? La guerra desnuda al ser humano y deja al descubierto su crueldad.

¿Cómo nació ese espíritu viajero y, sobre todo, en qué momento lo conectó con la literatura?

Yo empecé haciendo dedo por toda Europa. He recorrido mucho mundo gracias al autoestop antes de que llegara este momento de entrevistas y estancias en buenos hoteles. Si hubiera nacido 85 años después todo habría sido distinto porque hoy es muy complicado hacer dedo en las autopistas europeas. ¡Una lástima para los jóvenes! Mi curiosidad por conocer algo más siempre estuvo presente en mi vida y eso quedó reflejado en mi escritura. Aprendí español viajando por carretera en los años 50 y esas experiencias las trasladé al papel.

¿Usted conoció de lleno el franquismo?

Sí... Y le confieso que me llevé una sorpresa. La primera vez que vi soldados españoles me sorprendió que llevaran unos cascos idénticos a los alemanes. ¿Esto es España? Pensé ante aquella visión algo extraña. Yo aún tengo una casa en Menorca y lógicamente las cosas no son iguales que cuando vivía Franco. Ahora, los problemas son otros. En cuanto abres un periódico te das cuenta de las complejidades que existen en este mundo.

¿Usted tiene más alma de poeta que de novelista?

Mi prosa no es poética, mi prosa cuenta las cosas de forma directa y sin rodeos. Cuando me preguntan sobre qué me inspira a la hora de escribir una novela, un libro de poemas o un ensayo yo respondo que el secreto está sobre la mesa en la que trabajo: en ella tengo tres tinteros que utilizo en función de lo que quiero contar. Uno es para adentrarme en una novela, otro para dar forma a unos versos y el tercero es el que uso en el instante en el que me decido por un ensayo (silencio)... La escritura es un acto tan complejo que no se puede explicar en sí misma. Las cosas pasan en el momento adecuado, a veces, cuando menos te lo esperas. Por esa razón hay tres tinteros sobre mi mesa. Un poema nace en el lugar que menos te esperas. En mi libro "Ojo de monje", por ejemplo, los diez primeros aparecieron durante una estancia en las Islas de Frisias (Holanda) y otros en la de Menorca. El acto de escribir es un impulso natural, pero que uno debe buscar con cierta disciplina.

Una vez leí una entrevista en la que "renegaba" de cualquier movimiento literario, es decir, que no se siente identificado con ningún grupo generacional. ¿Eso le otorga más libertad?

No es una cuestión de libertad, es una decisión personal que tampoco es demasiado relevante a la hora de crear. Las ideas son individuales, aunque luego se puedan compartir... Escribir es un acto solitario; eres tú y tu obra: nunca he querido entrar en ninguna corriente.

¿El "desarraigo" geográfico que evidencia en sus textos le ha permitido crecer como autor?

Hay amigos que creen que debería pasar más tiempo en Holanda, pero viajar es lo que permitió que mis libros se tradujeran en Alemania, España, Estados Unidos, Inglaterra...

¿El hecho de que el hombre sea uno de los ejes principales de sus textos es algo natural o hay una intención por ubicarlo en ese centro literario?

Siempre he tenido problemas para responder a cuestiones que tienen un alto componente abstracto... No sé qué decir. Esas cuestiones académicas no son para mí (sonríe)... Prefiero entender el gesto de escribir desde una posición más sencilla.

¿Cómo es su relación con sus personajes?

En una novela no todo es ficción. Hay aspectos que tienen una base de realidad importante y, normalmente, que gira en torno a la vida de los personajes. Insisto, no todo forma parte de la inventiva. Convivir con ellos durante varios años es la parte más gratificante de la creación literaria, pero también una de las más tristes. A los personajes de una novela ya publicada hay que guardarles un luto. Si no "mueren", aunque estés triste un tiempo, no puedes avanzar en busca de otros mundos. Los lectores suelen recordarlos durante más tiempo. Sobre todo, cuando se han sentido identificados con ellos. Lo que sí me sigue resultando extraño es ver cómo el mismo personaje cambia en función de una traducción.

Salvo Fuerteventura, usted ha tenido la oportunidad de conocer el resto del Archipiélago. ¿Cuáles fueron las razones, al margen de su curiosidad viajera, que motivaron esos viajes?

Una publicación especializada en viajes en la que escribía los reportajes de mis viajes. Un día me dieron la oportunidad de venir a las Islas y la aproveché. Aquí descubrí una escenografía muy hermosa. También debo confesar que me atraía el hecho de comprobar en vivo esta zona del Atlántico. En lo que le voy a contar existe algo del pensamiento renacentista que especulaba con un mundo con un concepto cercano al de Dante en el que llegado a un punto acababas por desaparecer. Yo llegué a El Hierro y me encontré con una enorme cruz y una especie de cuervo posado en ella. La imagen fue impactante, aunque allí no terminaba el mundo (ríe).

En cualquier caso, esa y otras imágenes inspiraron algunos versos.

He escrito poemas y versos que tomaron impulso en El Hierro y en La Gomera. Son lugares que tienen una fuerza especial y, por lo tanto, una buena materia prima para un poeta.

¿Residir en una isla le permite entender mejor un entorno como el canario?

Desde el punto de vista de estar en un lugar rodeado de mar sí, pero hay diferencias entre vivir aquí o en Menorca. Cuando vives en una isla puedes calibrar mucho mejor la sensación que te genera la soledad. Ese sentimiento de tranquilidad existe en todas las Islas.