El amor lo trajo hasta las orillas de la Isla. Sucedió mientras estaba de aventura en solitario, durante un viaje por la vieja Europa, momento en el que cayó cautivado por una tinerfeña. "Eso fue hace más de diez años", dice entre suspiros Luciano Monti (Buenos Aires, 1983).

Desde su país natal, y siendo un pibe, decidió que había llegado el momento de buscar nuevas raíces y se marchó a estudiar a Italia. "El vino siempre ha estado presente en mi vida", advierte, tanto por las bodegas familiares, ubicadas en la zona de Mendoza, como en la región italiana del Friuli, tierra de reputados blancos.

En realidad, se formó académicamente como asiriólogo, disciplina que se dedica al estudio arqueológico, histórico y filológico de las cultura antiguas de Oriente, como la de Mesopotamia. Como en Tenerife tenía complicado ejercerla se decantó por la vertiente del vino, del servicio, y fue así como se enroló en el restaurante Nielsen de la capital tinerfeña, donde oficia como jefe de sala y sumiller.

Por defecto profesional explica que en lo primero que se fijó fue "en las copas; la cristalería me gustó mucho y también la decoración, muy bien lograda, con toques modernos y aromas antiguos".

Lo cierto es que ya paraba por el lugar con anterioridad a la apertura del restaurante, cuando en la víspera del Día de Reyes, con su mujer y un grupo de amigos, se acodaba en un rincón del local para disfrutar la fiesta.

A la vista de la carta de Nielsen se sintió inmediatamente atraído. "La cocina nórdica me apasiona", confiesa, y se le van los recuerdos a sus viajes a un país como Polonia, donde se consume mucho pescado ahumado. "El tartar de arenque de Danny me cautivó de inmediato".

Bien es verdad que, de un tiempo a esta parte, los chefs se han convertido en las "estrellas" de los restaurantes. "Hoy en día, con el eco que proyectan los programas de televisión y el relumbrón de las guías Michelin, la figura del cocinero se ha convertido en primordial, al tiempo que la sala ha ido perdiendo brillo y protagonismo", señala.

Y si bien entiende Luciano Monti que el cliente acude a un restaurante a comer, subraya que representa "un acto que implica muchas más cosas. No se trata simplemente llevarse algo a la boca, sino que interviene todo lo que existe alrededor y que lo convierte en algo placentero". En este, como en otros trabajos, destaca que siempre "existe una figura", pero alcanzar el éxito depende de que "detrás haya un buen equipo", algo similar a lo que le sucede a la selección de Argentina con Leo Messi.

Desde ese concepto común, Luciano sostiene que no le gusta "ni estar en primera línea ni figurar" Y así se desenvuelve en la sala de Nielsen. "Desde que entré he intentado aportar mi granito de arena en lo que creo es mejorable". Por eso transmite lo que sabe y siente, como el hecho de cantar el vino y enumerar las clases de uva y sus propiedades; descubrir los tipos de carne, su sabor, grasa o maduración. "El servicio suele ser muy intensivo y no solo basta con ser rápidos, sino eficaces, siendo lo más dinámicos y organizados posibles". La satisfacción es el resultado final.

De los vinos canarios, Luciano Monti se confiesa amante de los palmeros y afirma conocerlos bien. De hecho, en GastroCanarias fue el ganador del concurso de cata a ciegas. "Considero que en los últimos años han vivido una buena evolución y creo que tienen un potencial enorme".

Luciano Monti

jefe de sala y sumiller del restaurante nielsen