Al abrigo de una lluvia pertinaz e "impertinente, no nos la merecemos", que así abrió la noche el coordinador y moderador Fernando G. Delgado, el Espacio Cultural CajaCanarias acogió la segunda jornada del ciclo "El mundo que queremos", que en esta oportunidad convocó a dos voces de la literatura: Eduardo Mendicutti e Isabel Franc.

Él, gay; ella, lesbiana, militantes de la palabra, que asumieron exponer su desnudez, en una suerte de ejercicio sincero, locuaz y abierto, en el que compartieron con el público confesiones e intimidades y lo hicieron, además, sin mediación de autoridad eclesiástica ni moral alguna.

Tras una introducción en la que Fernando G. Delgado perfiló las identidades de ambas personas, fue Isabel Franc la que tomó la palabra y lo hizo con un destello de humor: "Desde el avión que me ha traído a la Isla contemplé un bonito arcoiris". Y al verlo, dijo para sí: "¡Vaya, qué buena organización!".

En su primera alocución, la escritora cuestionó el matrimonio como institución, "cuando nunca he pensado en casarme ni en adoptar" (más adelante reconoció que es posible que lo haga por una cuestión práctica) y cómo en cualquier foro al que era invitada "la etiqueta de lesbiana lo mataba todo", cuando lo sustancial para ella era que "se hablase sobre mis libros".

Eduardo Mendicutti intervino para manifestar una declaración de principios: "Siempre he defendido la igualdad de derechos". Y asumiendo que le ha correspondido ser una voz discrepante, cuestionó ese empeño de "querer imponer como vida respetable para un gay la condición de estar casado", baremo que no acepta.

A continuación se confesó abiertamente: "Mi actual pareja es 35 más joven que yo, como Trump y Melanie" (risas), que llevan 7 años juntos y durante este tiempo él se ha divorciado ya tres veces. En fin, ¡una forma de relación "tiene prejuicios hasta dentro del esquema heterosexual".

Al referirse a sus novelas, planteó si el humor debe entenderse como un recurso "adecuado para un escritor gay" y sostuvo que cuando escribe sobre "un grupúsculo gay, estoy retratando un país, con su voz y su mirada", que es una forma de incorporar la marginalidad.

Isabel dibujó el oscuro panorama del lesbianismo y puso claros ejemplos. "La primera novela lésbica, de 1928, se tituló El pozo de la salud, y la siguiente, El bosque de la noche. Siempre dramas", ya sea en el cine, el teatro o la literatura, donde las lesbianas terminan "en un manicomio, muertas o en prisión, porque este tipo de relaciones nunca podía tener un final feliz".

Mendicutti reivindicó el humor en sus novelas y señaló que dentro del colectivo gay "hay quienes me han reprochado el uso de los estereotipos más chirriantes", a lo que responde con un firme argumento de creador: la claridad del lenguaje en los personajes representa una manera de sobrevivir. También Isabel dijo utilizar el humor "y la comicidad deliberada, pero solo hablo de las mujeres lesbianas".

En este punto se refirió al sida, "el castigo de Dios" para esas conductas depravadas, manifestó la escritora. Y su compañero subrayó: "Conviene reflejar la variedad del mundo gay masculino", para así hacerlo visible y mostrar el espectro social.

La escritora catalana volvió a la carga. "Nos hemos tenido que identificar siempre con personajes heterosexuales", debido a la ausencia de referentes. En esta idea abundó el andaluz, quien descubría cómo "antes, las críticas o reseñas se limitaban a contar la novela y ahora las hacen de otra manera". Aún reconociendo que "algo está cambiando", Isabel precisó que "para las mujeres el proceso siempre es más lento".

Ya en el turno de preguntas, se les planteó a los invitados su valoración sobre el pronombre neutro. Isabel, que se pronunció defensora del lenguaje no sexista, señaló sin embargo que "te puede romper el estilo". Eduardo explicó que escribe "a la manera convencional".

A la cuestión de si en estos colectivos se viven relaciones de poder, las respuestas fueron categóricas. Para Mendicutti "existe mucha misoginia; no somos ejemplares, ni tenemos que serlo, y los hay xenófobos, insolidarios... No hay que idealizar al mundo gay". Isabel subrayó: "Hay gays de izquierdas y derechas; no es cosa de ideologías".

Por último, preguntados sobre si habían sufrido censura, Eduardo recordó que le premiaron una novela, "Tatuaje", en la época final del franquismo. Lo cierto es que la editorial compuso el libro, "pero los linotipistas se asustaron". Nunca se publicó y sigue inédito.

Isabel expuso su particular historia con el libro de título "Con pedigree. Culebrón lésbico por entregas", desvelando que "solo en la primera edición apareció el subtítulo; la editorial lo suprimió porque las librerías no lo querían o lo escondían". El caso es que una de las palabras molestaba, "pero no sabemos si era culebrón" (risas).

En el fondo, la censura se resume en ignorancia.

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