Lo de consumir ideas y buenas reflexiones bien vale un descuento, por ejemplo ante el tiempo y la rutina.

Y es que anoche, el Espacio Cultural CajaCanarias se abarrotó de un público en busca de "saldos", llamados por la sensacional oferta que representan figuras como Almudena Grandes y Luis García Montero. Algunas personas se acomodaron bien provistas de sus recién conquistados "chollos", en forma de voluminosas bolsas o discretos paquetes. Pero allí no se vendían mercancías; más bien se entregaron ideas y reflexiones sin pedir nada a cambio. Tan solo bastó con escuchar y poner algo de intención para obtener el regalo.

Con la periodista Pilar García Padilla como coordinadora y moderadora de esta última sesión del ciclo "El mundo que queremos", la charla fue una lección de complicidad, el de esta pareja de creadores, también de humanidad, sentido común y cercanía.

Desde lo particular a lo general, en un principio fue el asunto de la intimidad, "concepto que merece meditación", señaló Luis, quien reivindicó que "la historia no pasa solo por los grandes acontecimientos y tan histórico es que alguien quiera ser mujer como que se declare una guerra".

De ahí enlazó con el pudor, mostrando su preocupación ante el hecho de que se haya perdido "en las redes sociales y en la sociedad del espectáculo", dijo, "convirtiendo la intimidad en mercancía y exponiéndola en el plano público".

Almudena, acaso más pragmática y menos ensoñadora que el poeta, describió la intimidad de manera novelesca, a partir de una vivencia en un mercado y un susurro al oído, afirmando que "yo he sobrevivido; la barrera la pones tú", sentenciando que "en una sociedad sin intimidad, las sensaciones se devalúan y trivializan".

Como buen marxista, Luis lo explicó de manera diáfana: "Lo público sería la calle; lo privado, el salón de estar, y lo íntimo, la habitación", para subrayar a continuación: "Cuando Dios lo veía todo, no había intimidad, pero hay secretos que nunca alcanzó".

Y el mundo de los secretos dio pie para abrir un segundo capítulo y de ahí dar el salto a "Las edades de Lulú", el libro que para Almudena representó "un éxito perturbador" a sus dieciocho años. "Con esa edad era la mejor novela que podía escribir", pero apabullada por las televisiones y las entrevistas, se planteó: "¿Qué quiero, ser famosa o escritora?".

Luis, entonces, le echó un capote: "Está escrito con honestidad y conectó con una sociedad que entendía que la libertad no era sólo votar cada cuatro años". Y sacó a relucir su picardía y sentido del humor. "A mí, Las edades de Lulú me fueron útiles cuatro o cinco veces cuando la leía". (Risas).

Almudena situó la obra en una España donde los jóvenes "estábamos programados para el exceso sin sentirnos culpables" y aseguró que tuvo suerte porque muchas personas "la adoptaron como relato de una generación".

Llevan 25 años como pareja y desdeñan "los egos revueltos", porque "desde la admiración y el respeto surge la complicidad", frasea Luis. Y Almudena responde. "No puedes amar a una persona si no la admiras", añadiendo que, en el caso de una pareja de escritores, "es importante la armonía de las poéticas". Y tiró de ironía: "Los novelistas somos el proletariado de la literatura, frente a los poetas que son más bien vagos, piensan mucho". (Risas).

Luis consideró que la literatura implica "vocación a tiempo completo" y devolvió el puyazo: "Los hay que necesitan llenar páginas para explicarse, cuando otros lo hacemos en unos versos". (Risas).

Almudena quiso rendir tributo a los lectores, a quienes definió como "la libertad de los escritores". Es más, declaró que son "el único premio que ni caduca ni se puede amañar". En palabras de Luis, la antipatía que muestran algunos escritores hacia sus lectores "está injustificada", y recordó: "Quienes nos dedicamos a la literatura, antes fuimos lectores".

Sobre si se consideraban o no unos privilegiados, Luis no dudó en afirmar que "pertenezco a la generación que ha vivido la mejor época de la sociedad española" y se tornó algo gris al manifestar la sensación de que sus hijos van a vivir peor que él.

"Todas las generaciones se sienten únicas, pero creo que la nuestra lo fue", incidió Almudena, rememorando "la efervescencia y el fervor" de aquellos tiempos de adolescencia, sin modelos ni referentes. "Fuimos una generación que lo estrenó todo".

En este punto, Luis propuso una reflexión ideológico-política. "Nos hablan de futuro y modernidad como si fuéramos hacia el siglo XXI, cuando la verdad es que retrocedemos al XIX". Y surgió el comunista, el luchador reivindicativo, el concepto de clase y con él, las ideas: "Me parece fundamental una respuesta generacional de complicidad entre jóvenes y mayores" y, además, desde el diálogo.

Almudena descubrió que ser escritora ya supone un compromiso. "Se puede escribir un libro político o no", pero toda mirada está cuajada "de ideología".

Y Luis volvió a sentirse preocupado, ya "sin el peso sentimental de las siglas políticas", ante las manifestaciones crecientes de totalitarismo y sectarismo, razón por la que reivindicó, como puro instinto de conservación, "la defensa de las instituciones".