Vive a caballo entre metálicos aeropuertos y frías habitaciones de hotel. Se transforma cuando pisa los escenarios de medio mundo, interpretando múltiples roles, metido en la piel y en la voz de diferentes registros, pero siempre intentado conservar bien viva su verdadera identidad.

Jorge de León (La Laguna, Tenerife, 1 de noviembre de 1970) vuelve a casa por Navidad. Una buena nueva. Ya en el año 2011 protagonizó el concierto del 25 de diciembre, que organiza Puertos de Tenerife, junto a la soprano tinerfeña Raquel Lojendio y este año lo hará compartiendo escenario con su amigo y colega de cuerda, el tenor Celso Albelo, bajo la batuta del maestro Víctor Pablo Pérez al frente de los músicos de la Orquesta Sinfónica de Tenerife.

"Para todos los que empezamos a cantar en Canarias, participar en el Concierto de Navidad suponía una enorme ilusión. El hecho de que vinieran aquí grandes figuras y la posibilidad de poder cantar junto a una orquesta admiradísima como la Sinfónica de Tenerife, bajo la batuta del maestro Víctor Pablo Pérez, representaba un deseo, todo un anhelo".

Y recuerda que hace años, en este mismo periódico, ya confesó que su gran sueño era debutar en la Scala, un lugar que ya ha tenido la oportunidad de pisar, interpretando "L''elisir d''amore", de Donizetti, pieza que ya queda lejos en su repertorio, y con Víctor Pablo Pérez dirigiendo a la OST.

Ahora, pasados los años y cumplidos algunos de sus sueños, tras haber conquistado ya diferentes santuarios de la lírica como la Staatsoper de Viena, la Scala de Milán, el National Theatre de Tokio, Chicago Opera Theatre o el MET de Nueva York, entre otros, "me queda un espacio mítico como el Covent Garden, con el que mi agencia está negociando, y algún teatro relevante como el Bolshoi, en Moscú, o el Colón, en Buenos Aires", dice.

En su condición de tenor spinto, con una tesitura similar a la del tenor lírico, pero de voz más gruesa, lo que le permite convivir con orquestas más potentes, Jorge de León entiende que, dentro de esa clasificación, "cada uno tiene su propio desarrollo vocal. En mi caso, hay obras spintas que se me complican y otras que no. Me adapto bastante bien a las circunstancias del repertorio que estoy abarcando, que coincide con lo que es un spinto dramático".

Lo cierto es que, de rol en rol y de escenario en escenario, ha ido ganando en madurez vocal, pero también interpretativa. A propósito estima que el valor de la teatralidad "resulta algo fundamental. Con el paso de los años, y ya dedicado en cuerpo y alma a esta profesión, coincides con un sinfín de grandes directores de escena, con formidables producciones, y uno va a adquiriendo nota a nota, compás a compás, lo que se precisa en cualquier oficio: la experiencia".

En cuanto a la puesta en escena, Jorge de León entiende que "estamos haciendo teatro cantado y hay un público que no sólo acude a deleitarse con la música y la voz, sino que necesita el complemento teatral".

Por esta razón, y a la hora de asumir un papel, explica que no sólo se nutre de lecturas sobre la obra, la composición o el libreto, "sino del momento en que se escribe, del contexto histórico".

Este bagaje, la destreza que procura el hábito del trabajo continuado, lo ha conducido a sentirse mas cómodo y seguro. "Al principio te dejas llevar por la pasión, casi de una manera irrefrenable, mientras que con el paso del tiempo aprendes a controlar la voz y medir los esfuerzos, dándole importancia, intensidad y sentido a los momentos que verdaderamente lo requieren".

De fondo, la polémica de las nuevas producciones, que a veces son difíciles de entender, por los riesgos que asumen. "El arte tiende inevitablemente a innovar y corremos el riesgo de generar un conflicto", señala el tenor. Desde su punto de vista "hay una historia que contar, que ha sido escrita por un autor, y si no nos basamos en ella, lo que estamos haciendo es un sucedáneo. La cuestión está en tratar la obra con seriedad, sin perder la esencia de la historia original".

En esa vida bastante impersonal, siempre en tránsito, de un lado para otro, suena la soledad del cantante. "A veces con un timbre de sueño, ilusión, pero también se tiñe de tristeza, melancolía, nostalgia... Depende en qué lugar y qué circunstancias. A lo largo de la vida pasan cosas en tu entorno, ya sean buenas o malas, y tú, desgraciadamente, estás ausente. Ahí surge la palabra soledad".

Pero explica Jorge de León que "gracias a las redes sociales, de un tiempo a esta parte suena un poco más melódica, porque con las nuevas tecnologías todos los días hablo con mis hijas me encuentre en Nueva York, Japón o Pekín".

Ha cantado el Riccardo de "Un ballo in maschera" en Berlín, uno de los roles fundamentales para un tenor, como también el Radamés en "Aida"; el Otello, en la ópera del mismo nombre; Edmondo, en "Manon Lescaut"; Calaf, en Turandot o Mario Cavaradossi en "Tosca", entre otros.

"Me muevo en un repertorio codiciado para cualquier cantante, algo que es ciertamente difícil, porque se trata de obras ciertamente complejas, con una orquestación muy potente", subraya el tenor. "Estamos hablando del verismo de las piezas puccinianas y, además, de historias reales, argumentos con los que la gente se puede llegar a identificar, como es el caso del maltrato en Cavalleria Rusticana, Carmen o Madamme Butterfly, que aún estando ambientadas en otras épocas mantienen su mensaje latente hasta la actualidad".

Y no esconde que "se trata de sentimientos difíciles que, a veces, resultan contradictorios con tu personalidad. Hay roles que sobrecogen, papeles que me han llegado a amargar todo un día, como el caso del Otello, de Verdi, un celoso que termina matando a su amada, Desdémona. Esa situación te contagia y te angustia".

De su aventura por los escenarios orientales entiende que la ópera para ellos "supone una situación diferente, al tratarse de otra cultura y otros cánones. Es lo mismo que nos pasa a nosotros, los occidentales, cuando asistimos a una representación de kabuki, el teatro tradicional japonés".

En definitiva, no es más que lo que ocurre en otros países. "Las manifestaciones culturales se viven y sienten de manera diferente en cada lugar y eso conforma, también, públicos distintos".

Pero lo que verdaderamente le llama la atención de un país como Japón es trabajar con ellos: "es fabuloso", exclama el tenor. "Lo tratan todo con exquisita delicadeza", hasta el más mínimo detalle, "y en su libreto no figura la palabra improvisación; son muy de coordenadas fijas. Y resulta maravilloso por lo que supone de contraste para los artistas".

Para el futuro ya "hay previstas cosas", más paradas en la Isla.