No respondió el público en la medida que precisaba una cita como la de ayer en el Auditorio, con una pieza de tanta belleza como la ópera "Ariadne auf Naxos", de Richard Strauss, y además en el concierto que inauguraba la ilusionante 35ª edición del Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC).

Acaso tanta ausencia tuvo que ver con el frío, que a buen seguro echó para atrás a un buen número de abonados. Quizás también habría que pensar en los efectos que es capaz de provocar la reciente resaca navideña y, tal vez, en el hecho de que en Tenerife, a través del Cabildo, se ofrece una densa y variada programación lírica a lo largo de toda la temporada y entre los aficionados existen ciertos títulos, como puede ser el caso de las óperas alemanas, que no terminan de convertirse en un verdadero reclamo.

Lo cierto es que aquellas personas que optaron por quedarse en casa se perdieron la gran aria de la reina de la noche: la que interpretó la soprano Brenda Rae en el rol de Zerbinetta.

Con un timbre limpio, un vibrato poderoso y una aguzada y hasta desafiante coloratura sacó a relucir unos recursos vocales deslumbrantes que la convirtieron en el foco de atención del público, que la encumbró en aplausos tras el compás final.

El resto del elenco cumplió. Acaso Ricarda Merbeth, en el rol de Ariadne, fue tomándole la medida a la tesitura a medida que avanzaba el concierto; el tenor Roberto Sacca, el dios Baco, resolvió bien las dificultades técnicas, siempre moviéndose en los agudos. Las voces canarias cumplieron.

La orquesta, por su parte, transitó desde la ligereza a la densidad, sabiendo acompañar, y de la mano del cimbreante Antonio Méndez, un apasionado de la música alemana, coronó con nota una pieza que nunca hasta ayer había interpretado... Y el Auditorio también se emocionó.