"Moriré con las botas puestas y enamorado de mi profesión, la costura", decía en una de sus últimas entrevistas a Efe un emocionado Elio Berhanyer, que ayer, a punto de cumplir 90 años, falleció en Madrid.

"Las marcas nunca mueren, muere el diseñador", afirmaba Elio Berhanyer, quien en su último homenaje en Córdoba, su ciudad natal, tarareaba "por tu culpita, culpita yo tengo negro negrito mi corazón" al recordar que creció en una familia humilde de piconeros.

Siendo muy joven, Elio Berhanyer se enamoró de la moda y se unió a ella con un hilo de diamante que ni tan siquiera los vaivenes económicos propiciaron su ruptura. Hasta su último desfile de 2010 en la pasarela Cibeles, Elio Berhanyer había cosido más de cien colecciones, 23.000 creaciones de alta costura y había vestido a más de 600 novias.

Meses después, la crisis económica le obligó a echar el cierre a su taller madrileño. Se refugió en su cátedra de la Universidad de Córdoba hasta el 2015. "Ya no existe, falta de dinero", lamentaba este diseñador para quien la ropa era "seña de identidad" y "tarjeta de presentación".

Creció fuera de la escuela, repartió leche, y bregó con vacas y cerdos, pero pronto, gracias a su sensibilidad innata y a su sentido de la belleza, se sobrepuso a su origen humilde y vivió el lujo desde primera fila. "Nunca fui al colegio, aprendí a leer y a escribir de forma autodidacta cuando era un adolescente", contaba este modisto que demostró al mundo que la elegancia es un don que no entiende de clases.

Elio Berhanyer, uno de los grandes nombres del mundo del diseño y de la moda, recibió el Premio Nacional de Diseño de Moda. Él defendía las líneas puras y austeras y una elegancia serena y refinada. "La elegancia reside en la discreción", dijo.