El Valencia se quedó a las puertas de la sorpresa en el Parque de los Príncipes de remontar el mal resultado que traían de Mestalla (derrota por 1-2) en octavos de final de la Liga de Campeones contra el París Saint-Germain, que logró meterse entre los ocho mejores del continente tras empatar a uno.

El conjunto español creyó durante unos minutos en la remontada ante el multimillonario PSG, que vuelve a los cuartos de final de la Liga de Campeones dieciocho años después.

Los valencianistas efectuaron un gran segundo tiempo, que les permitió creer en una remontada que parecía casi imposible, que solo un cinco por ciento de los equipos habían logrado en toda la historia de la máxima competición europea. Pero les faltó contundencia en el ataque, el mismo mal del que adolecieron en la ida y que dejó tocada del ala la eliminatoria en Mestalla.

El gol de Jonas en el 55 hizo soñar al equipo, pero la alegría duró apenas 11 minutos, el tiempo que tardó Lavezzi en igualar.

Al Valencia le bastaba con un gol para forzar la prórroga y se lanzó al ataque, encerró a los franceses, movido por la batuta de Banega, que cambió la pinta de su equipo desde que tras el descanso puso el pie en el césped.

Pero el tanto no llegó. Como en la ida, los franceses hicieron un gran ejercicio de defensa. Desde el banquillo, Ancelotti taponó con la entrada de Sakho el hueco que su zaga presentaba en la banda derecha, por la que más peligro había llevado el Valencia. Y al Valencia no le llegó para completar el milagro.

Porque lo que necesitaban los valencianistas era algo sobrenatural. Tenía que vencer por dos goles a un equipo que sumaba veintidós encuentros consecutivos sin perder en su estadio. Y vencer otra estadística: ocho partidos de los valencianos sin ganar fuera del suyo en eliminatorias en Europa.