EL Tenerife tocó fondo en el verano de 1986. Fue entonces cuando un grupo de valientes, encabezado por Javier Pérez, aceptó dirigir una entidad con una deuda que superaba los trescientos millones de pesetas. Y que había descendido a Segunda División B entre el desinterés general. José Antonio Barrios, que ejercía de director deportivo, se encargó de resucitar el cadáver. Apostó por Martín Marrero como técnico y por un proyecto de cantera. Y recuperó a varios futbolistas canarios que se vieron obligados a emigrar: Víctor, Salvador, Lope Acosta, David Amaral...

Con un once tipo formado por diez canarios y Aguirreoa de portero, el Tenerife se puso líder en la séptima jornada. Dos semanas después perdió (3-1) en Córdoba y arrecieron las críticas. Y se recordó la eliminación ante Las Palmas (1-4) en Copa del Rey. Luego, durante meses y meses no hubo más derrotas, pero sí más reproches. Así llegó a la primavera de 1987: como líder sólido y con críticas. Y también con las taquillas embargadas por unos acreedores que hacían cola. "Fue un año difícil. Hubo que reconstruir el equipo sin dinero y fichando gente a coste cero, algo que Barrios hizo muy bien", recuerda Martín Marrero, quien apunta que "había, como siempre, un entorno exigente".

En un campeonato con 22 equipos, el Tenerife sumaba veinte jornadas invicto y la visita del Córdoba podía propiciar un récord: estar una vuelta sin perder. Eso sí, los detractores recordaban que "no gana un partido como visitante desde noviembre y lleva sólo cuatro triunfos en los últimos trece encuentros". "A vencer y a convencer", reclamaba la prensa local. Con la obligación de ascender como presión añadida, Martín admite que fue "algo inconsciente" al hacerse cargo del Tenerife en esas circunstancias, "aunque los directivos apoyaban mucho y contagiaban una euforia colectiva para ver que esa aventura iba a tener final feliz". Y eso que las críticas de la prensa eran constantes.

"¡Claro que dolían los palos!", recalca Martín, que distingue análisis futbolístico de "censura personal, con alusiones constantes a mi pasado en Las Palmas. ¡A mí, que de niño iba a Herradura con mi padre!, un birria más del Tenerife que nadie". En todo caso, "con mejor fútbol de lo que se decía", el equipo recibió al Córdoba como líder, pero con las bajas de los sancionados Pedro Martín y Salvador. Y sin los lesionados Sirvent y Campello. El partido no fue sencillo: el rival se encerró y el árbitro exasperó al público. Al filo del descanso, un espectador saltó la valla entre Herradura y San Sebastián y persiguió a Yébenes López. Chalo y la Policía Nacional evitaron la agresión.

En la segunda mitad no cambió la dinámica hasta que, a doce minutos del final, dos recién incorporados fabricaron el único gol del partido: disparo desde el vértice del área de Víctor, rechace de Saco y oportuno remate a la red de Lope Acosta. En resumen, lo de (casi) siempre: triunfo mínimo. "Fue un choque aburrido, tedioso y falto de emoción", resumían los rotativos. "Bueno", ríe Martín, "este año no es muy diferente. El Tenerife va líder... y mira qué palos se lleva". ¿Y la taquilla? Embargada, para no variar. Aquel día por el abogado Juan José Rodríguez, que reclamaba 400.000 pesetas. Eso sí, ese Tenerife-Córdoba aún tendría su epílogo cuando Martín se disponía a atender a los periodistas.

En un Tenerife con seis puntos de margen sobre la zona de no ascenso y que sumaba una vuelta sin perder, su técnico recibía a los plumillas de pie, en un pasillo bajo la grada de Tribuna. El primero en aparecer fue Juan Quintana (Jornada), quien se quejó del pobre juego del equipo, de las pocas ocasiones de gol, de la falta de espectáculo... Entonces, mientras llegaba el resto de periodistas, Martín cogió aire, recordó que la noche anterior había visto El color del dinero, "una sobre billar y apuestas con Paul Newman y Tom Cruise", y soltó la frase que ya es historia blanquiazul. "Mira, Juanito", dijo, "el que quiera espectáculo, que vaya al cine Víctor". Y ahí quedó la cosa.

O eso pensó Martín. Al día siguiente, sus palabras eran portada de Jornada. Un cuarto de siglo después, Martín admite que pronunció la frase "en una charla distendida con Juan, al que conocía desde niño, con el que jugué a fútbol-sala, al que veía en las fiestas del Porís...". Y aunque ahora bromean sobre aquel titular, "entonces se cogió un enfado que no veas", recuerda el periodista. Dos meses después de la ocurrencia, pese a no sumar ni una victoria más como visitante, el Tenerife ascendía a Segunda División tras golear (5-1) al San Sebastián. Y esa tarde, con un fútbol es-pec-ta-cu-lar.