El martes 14 de abril de 1992 el Tenerife era un equipo de Segunda División y Jorge Valdano un notable comentarista deportivo. El equipo blanquiazul militaba en la máxima categoría, pero estaba descendido: ocupaba puesto de promoción, a dos puntos de la zona roja, tras sumar cinco derrotas y un solo gol en sus seis últimos partidos. Y la imagen era peor que los resultados: el domingo había caído ante Osasuna en El Sadar (2-0) con Antonio Mata y Pizzi en el banquillo. Y el calendario era aún peor que la imagen: restaban ocho jornadas y debía recibir a Valencia (cuarto clasificado), Barcelona (segundo), el potente Sevilla y el líder Real Madrid.

A Javier Pérez se le agotó la paciencia tras el choque ante Osasuna. No sorprendió la destitución de Jorge Solari, pero sí la apuesta por Jorge Valdano, cuya experiencia como entrenador era mínima: unos meses en un equipo juvenil del Real Madrid. Colaborador de El País, la Cadena SER y Telemadrid, observaba fútbol... pero no seguía al Tenerife. Esa tarde, por ejemplo, estaba en Turín (Italia) para comentar el Torino-Real Madrid de semifinales de la Copa de la UEFA. Fue entonces, en un tiempo sin teléfonos móviles, cuando Valdano recibió en el hotel la llamada de un amigo. "Te van a ofrecer entrenar al Tenerife. Procura estar localizable", le dijo.

Esa noche, aún en Italia, declaraba sus intenciones: "No negaré el espectáculo desde la pizarra". Al día siguiente, mientras el Torino eliminaba al Madrid, aquel aprendiz de técnico aterrizaba en el Reina Sofía y una hora después comparecía junto a Pérez en el hotel Príncipe Paz, antes incluso de concluir unas negociaciones, dirigidas por su asesor Miguel Santos, que se prolongaron hasta las cuatro de la madrugada. "Aceptar fue una imprudencia", reconocía meses más tarde, "pues comprometía de una vez mi capacidad como técnico y mi credibilidad como comentarista", faceta en la que predicaba un fútbol alegre y combinativo, contrario a la teoría del juego directo.

Las reticencias eran muchas y por ello Valdano exigió la compañía de Ángel Cappa, que aportaba la experiencia precisa. Y reclamó una temporada adicional de contrato, "para disponer de autoridad y que el futbolista sepa que el próximo año seré su técnico. No sólo se juegan la permanencia, sino su titularidad futura". Había más problemas: los cuatro defensas titulares [Torrecilla, Hierro, Llorente y Revert] estaban lesionados tras caer Llorente y Revert en El Sadar. Y Francis, Isidro o Luis Delgado padecían molestias físicas y una larga inactividad. "Intentaré evitar el descenso, pero mi objetivo es hacer un proyecto de futuro", advirtió.

El jueves, tras dormir apenas cuatro horas, dirigió su primer entrenamiento. "Fue desalentador. Organizamos un partidillo para introducir conceptos como la zona o la presión, pero el equipo titular jugó abatido, sin confianza... Paramos la sesión y les dijimos que parecía un solteros contra casados, que debía darles vergüenza y que, por suerte, Ángel y yo aún no habíamos firmado el contrato", confesaría meses después a Carmelo y Martín Rivero, autores de Sueños de fútbol. La provocación surtió efecto y los futbolistas se transformaron en la recta final de la sesión: "Acabaron exhaustos y ahí les transmitimos que debían sentir el orgullo de jugar bien al fútbol".

"Insistimos en que había permiso para equivocarse, que preferíamos un equipo enloquecido a uno anodino. Y se contagiaron de nuestra irresponsabilidad", resume Valdano, que al carecer de defensas... jugó sin defensas. Renunció al fichaje de Jorge Higuaín (padre del delantero del Madrid) y en la víspera anunció, sin complejos, un once titular con cuatro delanteros [Felipe, Quique, Pizzi y Dertycia] y el portuense Toni como único zaguero. Junto a él alinearía como laterales a dos interiores, Toño y Paqui, mientras reciclaba como central a Antonio Mata, un mediocentro. Y convirtió el temor en entusiasmo: "El calendario que nos espera no es un problema, sino una oportunidad".

Hasta su mujer le telefoneó asustada al saber que jugaría solo un defensa. Y la afición no acudió tranquila al Heliodoro. Entonces, comenzó el partido ante el Valencia y el Tenerife abúlico de Pamplona se convirtió en un ciclón, con criterio, talento y una presión adelantada que ahogaba al rival. "Al filo del descanso pudo empatar Fernando, pero falló. Tuvimos suerte. Para que el mensaje tuviera éxito era preciso ganar el primer partido. Si no, la credibilidad disminuye y quizás la historia hubiera tenido otro desenlace", reflexionaba Valdano al analizar su estancia en la Isla. Pero Fernando perdonó y la victoria no peligró ni cuando Rommel hizo un 2-1 que no celebró.

A la semana siguiente cayó el Barça. Y luego el Sevilla. Y el Madrid. Y Tenerife se convirtió en la capital del mundo (futbolístico). Y al año siguiente llegó la clasificación para la Copa de la UEFA. Y la hazaña de Auxerre. Y el 0-3 del Bernabéu... Y la historia nunca volvió a ser igual.