Tres eliminatorias de la Copa de España lejanas en el tiempo. Ése era el bagaje oficial que ofrecía el CD Tenerife en el fútbol nacional en la primavera de 1953. También presentaba dos intentos fallidos (y recientes) de ascender a Segunda División, categoría a la que ya había accedido la UD Las Palmas, lo que empobreció las competiciones regionales. El curso anterior, por ejemplo, el Tenerife se había limitado a conquistar el Campeonato Insular ante Hespérides, Real Unión, Norte y UD Tenerife. Y a disputar dos eliminatorias de la Copa Heliodoro contra Realejos y Norte. De la Copa Federación se retiró invicto tras la primera vuelta al preferir la disputa de varios amistosos en Madeira. En suma: 18 partidos oficiales entre septiembre y junio. Y con los adversarios de siempre.

La temporada 52-53 ofrecía al campeón insular otra oportunidad de disputar una eliminatoria de promoción "frente al clasificado en doce lugar del grupo Sur de Segunda División". La entidad blanquiazul, presidida por Imeldo Bello Alonso, no quiso desaprovechar la ocasión de acceder (por fin) a las categorías nacionales y apeló al origen canario de Luis Benítez de Lugo y Ascanio, marques de la Florida y presidente del Atlético Madrid, para que le cediera a Paquillo, Julito y Méndez. Y para que mediado el curso dejara regresar a Villar. Además, repatrió a Servando (Celta) y a Óscar y Perla, que militaban en el filial del Real Madrid. Y contrató a Carlos Muñiz, técnico que había triunfado en el Córdoba y conocía la Segunda División. Y hasta dotó de césped al Heliodoro.

Conquistada la competición insular, el Tenerife preparó con esmero la eliminatoria de promoción: invitó al Heliodoro a los equipos que rendían visita liguera a la UD Las Palmas, lo que le permitió medirse a conjuntos del grupo Sur de Segunda División. Las victorias ante los potentes Mestalla (4-2) y Linense (6-1) alimentaron el optimismo de la entidad blanquiazul... que hizo frente a un relevo en la presidencia una semana antes de afrontar la eliminatoria decisiva. Conocido el nombre del rival y organizado el viaje a Orihuela, Bello Alonso dejó paso a su vicepresidente, Domingo Pisaca Márquez. Eso sí, seguía moviendo los hilos José Díaz Prieto, el eterno secretario general. Y el dinero lo ponía el doctor Ángel Capote, quien más de una vez evitó la desaparición del club.

El Tenerife pudo sentenciar la eliminatoria en el partido de ida pese a sufrir una encerrona en Los Arcos, con una cancha de tierra recortada (95x55 metros) en la que Antonio adelantó a los visitantes a la media hora de juego. En la segunda mitad empató el Orihuela con un gol de Gallardo, aunque Chicho despejó el balón antes de que traspasara la línea de gol. Y Calabuig estableció cerca del final el 2-1 definitivo... después de que el árbitro internacional Manuel Asensi dejara sin sanción una agresión de Campaneta a Paquillo, una patada de Monteagut a Cuco, un codazo de Calabuig a Julito y un puñetazo en el estómago de Sáez a Antonio. No hubo más damnificados porque la Guardia Civil escoltó durante treinta kilómetros a la expedición blanquiazul en su regreso al hotel Reina Victoria de Murcia.

Tres días después, la afición llenó la Plaza de la Candelaria y obligó a la plantilla a saludar desde el balcón de la sede del club, sita en los altos de la joyería Claverie, en lo que hoy es el edificio Olympo. Y el domingo siguiente reventó el Heliodoro: 15.000 espectadores y piques entre las gradas en busca del mejor riqui-raca. Con el viento en contra, el Tenerife abusó del pelotazo hasta que Julito avanzó por el callejón del ocho, ejecutó el pase de la muerte y Paquillo, que llegaba desde la banda izquierda, hizo el uno-cero que igualaba la eliminatoria, pues entonces no tenía valor doble el gol logrado como visitante. El optimismo se apagó al inicio de la segunda parte: Óscar recibió un balonazo que le provocó una doble fractura de cúbito y radio.

Al no estar permitidas las sustituciones, Óscar pidió al masajista Rogelio Alberto que le vendara el brazo para poder jugar con un cabestrillo. Empujado por la actitud de su extremo (y por el viento), el Tenerife acorraló al Orihuela y desniveló la eliminatoria cuando Julito cazó en el punto de penalti un buen centro de Méndez desde la izquierda. Y la sentenció a veinte minutos del final después de que, otra vez Julito, aprovechara una cesión de Antonio. Fue el 3-0 definitivo que permitió al Tenerife acceder, por fin, a la Segunda División. Desde entonces han pasado sesenta años y no ha dejado de representar a la Isla en el fútbol nacional.