El Tenerife vivía días de vino y rosas en septiembre de 1983. Tras un lustro en Segunda División B entre encierros y follones, meses antes había recuperado la categoría de plata al golear (6-0) al Compostela en medio de la mayor fiesta que recordaba el Heliodoro, con Pepe López desatado. Y ya en Segunda División se mantenía invicto tras cuatro jornadas, con actuaciones brillantes: le arañó un punto al Castilla de Michel y Butragueño, empató en Santander, le ganó al Recreativo y venía de exhibirse en Riazor (0-2) ante un Depor dirigido por Arsenio.