Más que una goleada coyuntural -por cierto, la mayor de la historia liguera de estos derbis-, lo de anoche pareció un cambio de tendencias. El partido puso en escena a un Tenerife emergente, en pleno crecimiento, frente a un rival sin alma. El contraste fue tan grande que dejará huella y, tal vez, alguna víctima por el camino.

El Tenerife de ayer es, ni más ni menos, la exposición mediática del equipo que ha venido creciendo a pasos agigantados en los últimos meses (ocho partidos sin perder). Esta es la brillante obra de ÁlvaroCervera que el gran público no conocía. En los vomitorios delHeliodoro, entre la euforia incontenible de una hinchada que vivió una de las noches más hermosas de la historia de su equipo, había dos corrientes en el casting de elección del hombre del partido: Suso o Ayoze. Creo que Álvaro está por encima de todos. Ha hecho un equipazo con jugadores humildes.
ElTenerife fue superior en todo. No hubo otro equipo en el campo. Entró mejor al partido, lo manejó con la pelota durante la primera media hora, antes y después de la jugada del penalti, y lo hizo jugando en campo rival. Sin especular, sin necesidad de hacer descansar sus opciones en el contragolpe, sin disimular su ambición, su hambre feroz de ganar y crecer en un día tan señalado. El juego de posición local frente al tibio repliegue amarillo se basó en la inclusión de CristoMartín por dentro, a la espalda de los dos volantes de contención que al final eligió Lobera (que adelantando a Valerón, quiso eludir la presión delTenerife). Cada vez que Cristo entraba en esa zona lo hacia en movimiento, con su dinámica, y rodaba a Ayoze a la izquierda, obligaba a la defensa rival a cerrar por el centro y eso daba ventajas a Suso en la derecha, que cada vez que recibía la pelota llevaba al caos a XabiCastillo. Lo superó en todas las manos y forzó córners y centros buenos al área. La velocidad de Suso estaba tomando distancias. Solo habían transcurrido 18 minutos cuando se acomodó en el medio y recibió un pase primoroso de Ayoze, se fue con una facilidad abusadora, encaró a Barbosa, lo dribló y provocó el penalti y la expulsión del portero. O sea, rompió el partido. Ricardo transformó el 1-0 y el derbi empezó a escribir otro guión.
Lobera quitó a un medio centro,Hernán, y retrasó a Valerón a esa zona para formar dos líneas de 4. ElTenerife acusó cierta fatiga por su dinamismo de la primera media hora y dio respiró a su rival, que no dudó en dar un paso adelante. Las Palmas manejó el balón durante 15 minutos, en los que elTenerife se agrupó muy atrás y muy cerrado para contrarrestar el toque amarillo. Fueron minutos peligrosos, porque solo con calidad individual, Las Palmas generó problemas, forzó dos faltas cerca del área y, a base de terminar sus jugadas, evitó que elTenerife pudiera montar contragolpes para sacar beneficio de los espacios que descubría la zaga visitante.
Tras el descanso, Lobera dio entrada a Asdrúbal en lugar de un ausente Momo. Antes de que sus pupilos se animaran con la opción de empatar, el árbitro perdonó un claro derribo sobre Ayoze en el área, en una de las tres ocasiones, a cual más clara, que generó elTenerife al contraataque. Aridane tuvo la sentencia en una jugada de Ayoze (3’) y luego el propio Ayoze pudo marcar (4’). Fueron señales del rumbo que iba a tomar el partido. El Tenerife estaba bien ajustado más lejos de su área que en la primera parte. La presión de un Aitor de prestaciones descomunales y la defensa hacia delante de los centrales le acercaron al pase de contraataque.Llegó en el 17. Se lo dioAitor Sanz a Ayoze. El canterano se fue, encaró a Raúl y cruzó a la red. El 2-0 fue definitivo y acentuó las tendencias. El Tenerife, que ya se había encomendado al toque diestro de Rivero, que sustituyó a Ricardo, aprovechó para buscar la potencia de Aday (en lugar de Cristo), y empezó a relamerse con los enormes espacios que dejaba un rival roto, hundido, que acabó dando una imagen penosa. Las Palmas iba hacia delante sin la más mínima fe, en medio de una enorme fiesta en la grada delHeliodoro. Ni el orgullo de Asdrúbal les acercó a Roberto, espectador de excepción en su primer derbi.

Era cuestión de esperar a que fueran cayendo más goles para coronar el fútbol total de unTenerife incontenible. El tercero tuvo el mismo diseño. Aridane encontró a Suso, que se fue como un avión y dejó que Ayoze coronase la exhibición.