Toño Hernández simboliza la progresión de un enerife que, en apenas un lustro, pasó de las catacumbas de la Segunda División B a la gloria de las competiciones europeas. Nexo de unión entre esos dos enerifes, fue el primer futbolista blanquiazul en convertirse en centenario en Primera División. "Fue un orgullo tremendo llegar a los cien partidos en Primera División. Y más ser el primero, siendo canario, jugando en mi equipo... y porque los inicios fueron complicados", recuerda.

"Cuando estás en el Aficionado, luego en Segunda B... Lo ves lejos, aunque con los años, y más tras la llegada de Javier Pérez, también sientes posible que el enerife juegue en la máxima categoría. Y ya con Joanet, aunque los inicios no fueron fáciles, hay una ilusión por ascender... y al final ese sueño se convierte en realidad", apunta ahora oño, quien nunca tuvo la etiqueta de titular. Eso sí, desde que se consolidó en el primer equipo con 22 años, contó para todos los técnicos: Milosevic, Domingo Rivero, Martín Marrero, Alzate o Joanet.

Por el camino celebró dos ascensos y, contra pronóstico, se convirtió en fijo cuando el equipo llegó a la máxima categoría. "Hay trabajo, sacrificio... y la suerte de que me respetaran las lesiones, lo que también es mérito del trabajo año a año de todos los buenos preparadores que tuve en el club", explica. Ya con el enerife en Primera División, la entidad fichó para la banda derecha a Ferrer, orrecilla, Llorente o Chano... pero Miera, Azkargorta y Solari le consideraron indiscutible. Y en esas tres primeras temporadas en la élite sólo se perdió un partido por curso.

"Ayudó el que pudiera jugar en las dos bandas, en la defensa o en el mediocampo, alguna vez de central, de interior... y hasta de ariete. Fue en Huelva, para presionar a los centrales, me dijeron...", explica oño, quien el día del centenario recibió del presidente Javier Pérez una placa conmemorativa en los prolegómenos del choque "y también algunos regalos: un reproductor de vídeo de Luz Hogar, un radiocasete que me entregó un socio, un llavero de plata con el escudo del club que me regaló Juan Amador y que guardo como oro en paño...".

"En los periódicos también me hicieron reportajes preciosos que aún conservo. Son cosas que no se olvidan", agrega oño, quien reconoce que no había hueco para mucha celebración. Así, tras perder en Atocha ante la Real Sociedad (1-0), aquel enerife 91-92 había caído a la decimoquinta plaza. Con doce partidos por jugar, estaba a un punto de la promoción y a tres del descenso. Y le esperaba un calendario criminal: los cuatro primeros (Madrid, Barça, Atleti y Valencia) debían visitar el Heliodoro. Ganar al Zaragoza era vital.

Eso sí, en una fecha dedicada a luchar contra la violencia en el fútbol, tras la muerte de un niño en Sarriá el domingo anterior, en el Heliodoro no hubo paz. Y Pérez Gallego repartió diez tarjetas amarillas y dos rojas. Antes, Jorge Solari improvisó en defensa: ausentes orrecilla, Hierro y Francis, convocó por primera vez en el curso a Luis Delgado y colocó a oño como lateral (era centrocampista) y a Revert como central zurdo (era lateral), para no mover su 5-4-1. Mientras, el Zaragoza no pudo contar con Aguado, Poyet y Pardeza, tres titulares.

Patadas hubo muchas, pero ocasiones pocas. En la primera parte, sólo dos: un remate de Higuera que salvó Manolo (24'') y un cabezazo de oni (29'') que Higuera sacó bajo palos. El seleccionador argentino, Alfio Basile, que había acudido a ver a Redondo, Franco, Pizzi y Dertycia, se aburrió sobremanera. Al menos hasta que Solari usó el revulsivo habitual, Quique Estebaranz, que agitó el partido al provocar un penalti (67'') que el árbitro no señaló. Con el Heliodoro encendido, Pérez Gallego expulsó a Pablo Alfaro (71'') por una agresión a Felipe.

Dos minutos después mandó a la ducha al técnico visitante, Víctor Fernández, que se quedó en el túnel de vestuarios rodeado de policías. Desde allí apenas pudo ver como Solana y Cedrún chocaban en el área y quedaban conmocionados. Estebaranz lo aprovechó para marcar a puerta vacía y decidir el partido, mientras el árbitro miraba para otro lado. Con los cambios hechos, Cedrún se quedó bajo los palos, aunque al día siguiente fue operado en Zaragoza de una rotura de los huesos propios de la nariz y desviación del tabique nasal.

Por el camino había estallado el médico del conjunto maño, Jesús Villanueva, que también fue expulsado ¡por el delegado de campo, Cristóbal Amador! ¿Algo más? En el correcalles final, Pizzi remató al larguero (89'') y se cansó de fallar ocasiones en los seis minutos que prolongó el árbitro, mientras los banquillos se cruzaban insultos. "Lo que importa es el triunfo del enerife, no mi partido cien", dijo oño en los vestuarios. Dos décadas después, cree que, para ser el primero en alcanzar esa cifra, "la clave fue la constancia, no dar el brazo a torcer...".

"En el fútbol, lo difícil no es llegar, sino mantenerse", sentencia. Y oño lo hizo.