El Real Madrid ha perdido de golpe la alegría de su fútbol. Todas las virtudes que transmitía la apuesta ofensiva de Carlo Ancelotti se han transformado en dudas tras dos derrotas en el peor momento, que han hecho temblar los cimientos y han instalado al equipo en un estado de desconfianza.

La goleada al Rayo Vallecano, provocada en gran parte por la osadía de Paco Jémez con su defensa adelantada en la segunda parte, no oculta el desplome de confianza del Real Madrid. Los cinco goles no reflejaron en el marcador la falta de entusiasmo de los jugadores madridistas.

Pasaron de poder dar un paso de gigante hacia el título de Liga en el clásico, a perder el liderato tras la derrota ante el Barcelona y caer al tercer puesto por el desplome del Sánchez Pizjuán, donde la falta de reacción y las caras de los jugadores mostraron un sentimiento que llega en un momento en el que todos los títulos se deciden.

Los jugadores madridistas aseguran que no hay desplome físico, que se encuentran en plenitud de condiciones, pero lo cierto es que dos exigentes partidos provocaron un encuentro a bajo ritmo ante el Rayo Vallecano. Un juego que solo tuvo velocidad cuando pudo armar el contragolpe con ''balas'' como Ángel Di María, Gareth Bale o Cristiano Ronaldo, pero sin la intensidad necesaria como para ganar partidos ante rivales directos.

Es lo que no perdona la afición del Santiago Bernabéu, que más allá de los resultados siempre exige dar lo máximo a sus futbolistas en el terreno de juego. En una jornada en la que había depositadas esperanzas para recortar de nuevo las distancias con Atlético de Madrid y Barcelona, los aficionados blancos llegaron a su estadio tras ver como los del ''Tata'' Martino vencían con poco brillo al Espanyol y los de ''Cholo'' Simeone daban un golpe de autoridad en San Mamés.

Los resultados provocaron un clima extraño en un estadio que hace una semana disfrutaba del mejor momento de los últimos años, con un equipo lanzado, que no perdía en 31 encuentros consecutivos y se acercaba a la mejor racha de su historia. De golpe, del elogio al silbido a Carlo Ancelotti cuando su nombre fue anunciado por megafonía. Tras momentos en los que tuvo poca reacción y le faltó ''fondo de armario'' en el banquillo por las lesiones.

Una situación que se convirtió en un clásico en la recta final de la ''era Mourinho'', ante el Rayo se dirigió de nuevo hacia el técnico y a un jugador al que los medios de comunicación sitúan en la diana continuamente: Diego López. El portero gallego tuvo que soportar silbidos cuando se anunció su titularidad y en los primeros balones que tocó. Por su bien imperó la lógica y la mayoría del estadio reaccionó con rapidez para mostrar su apoyo a un portero que no tiene mayor culpa que ninguno de sus compañeros en las dos derrotas de la semana más negra de la temporada para el Real Madrid.

Fue tan extraña la noche que se repartieron silbidos. Hubo para los fallos de un Karim Benzema al que se le ha mojado la pólvora, para Bale por su individualismo y hasta para Cristiano Ronaldo por dos acciones consecutivas en los últimos compases del partido. Primero no pasó a Álvaro Morata, con la portería vacía para que marcase el canterano, y optó por chutar alto una acción. La siguiente la volvió a fallar el portugués y fue cuando escuchó la queja de la grada. Nadie esta exento de la exigencia del madridismo.

Las dudas llegan en un momento en el que no están permitidas. Ancelotti tiene la necesidad de romper el mito que se ha construido sobre el rendimiento de su equipo cuando se enfrenta a equipos grandes. El Borussia Dortmund, en cuartos de final de Liga de Campeones, es la primera oportunidad para recuperar su verdadera identidad y dar un golpe en la mesa. La visita a Anoeta y, sobre todo, la final de Copa del Rey ante el Barcelona, marcarán la temporada.