Dignos herederos de un pulso de otra galaxia entre Cristiano Ronaldo y Leo Messi, los jugadores llamados a convertirse en referencia de Real Madrid y Barcelona, Gareth Bale y Neymar, desean protagonismo para decidir un título y justificar el alto precio de dos fichajes llamados a marcar una época.

En su primer año en el fútbol español, Bale y Neymar aún no han llegado a cubrir las expectativas que llevaron a Real Madrid y Barcelona a realizar un gran desembolso en sus fichajes del año. En continuo crecimiento el galés. Con un inicio brillante pero atascado tras una lesión el brasileño. La final de Copa es la gran oportunidad de brillar en una noche que marca.

Ambos reivindican su particular protagonismo en la primera final de Copa del Rey en la que participarán desde su llegada como grandes reclamos al fútbol español. A punto de completar el año de adaptación a un nuevo fútbol. Rendimiento, en ambos casos, por debajo de las grandes expectativas generadas, presas de vaivenes personales y momentos de dificultad.

Condenados a las comparaciones y a la vigilancia de los números, han transitado cobijados por el reclamo general que acaparan Leo Messi y Cristiano Ronaldo, capitanes generales del Barcelona y Real Madrid. En eso han encontrado sosiego y cierta distracción de las exigencias.

El presente, con Cristiano más cerca de quedarse fuera que de jugar y Messi en su momento más gris, lo marcan las alternativas. Entran en escena Bale con su juego vertical y directo, con la portería contraria siempre en su mente y el objetivo de llegar a ella en el menor tiempo posible, con una velocidad difícil de igualar, antes de sacar a relucir su cañón o asistir.

Y Neymar, el malabarista que se recrea en cada acción. Capaz de lanzar un pulso a cualquier defensor con el regate como fiel compañero.

Bale, 183 centímetros, 74 kilos y 24 años. Neymar, 174 centímetros, 64 kilos y 22 años. El fichaje del galés casi alcanza las 94 millones de euros que costó Cristiano Ronaldo al Real Madrid. El del brasileño va camino de ser el más caro de la historia del Barcelona. Va por más de 86 millones de euros y costó la dimisión del presidente Sandro Rosell que no dio al socio culé las cuentas exactas de la operación y las altas comisiones pagadas.

La temporada de Bale comenzó marcada por la ausencia de pretemporada. Sus entrenamientos en solitario mientras negociaban Tottenham y Real Madrid le pasaron factura. Debutó nada más llegar y con gol en El Madrigal antes de que lesiones musculares generasen una ansiedad que no fue buena compañera de viaje. Completó un plan específico de recuperación para progresivamente en su mejoría comenzar a dejar pistas sobre el jugador que fue nombrado el mejor en la ''Premier'' inglesa.

A pesar de que no termina de explotar, de asumir la condición determinante que maravilló a medio mundo, Bale llega a Mestalla con mejores números que el brasileño. El galés brilla a ratos. Marca, ofrece destellos, pero no termina de deslumbrar. Condenado a un puesto desconocido hasta el momento, anclado en el ala derecha, desplazado como lanzador de faltas y mermado por sus dolencias físicas, está a la espera.

Sus 19 goles y 15 asistencias -15 tantos en 26 partidos de Liga, cinco en nueve encuentros de Liga de Campeones, aún sin estrenarse en la Copa-. Datos que hablan de la determinación de un jugador imprescindible para Carlo Ancelotti, que le ha dado confianza hasta cuando no atravesaba por su mejor momento. La final es una buena ocasión para el galés, del que se pide un paso al frente para asumir el liderazgo del astro Ronaldo. La final de Copa es su oportunidad.

Neymar ha dado un paso al frente alentado por el mal momento de Messi. Afronta la final aparentemente adaptado a la condición de jugador más caro de la historia después de haber pasado a limpio la suma real y total de la transacción. El astro brasileño ha asimilado el trasiego que supuso su fichaje y la convulsión que generó al club, incluida la dimisión de su presidente.

Asumida la situación, ha dejado entrever momentos excelsos que ha alternado con vacíos sobre el terreno de juego. El brasileño mantuvo el tipo y alentó el entusiasmo de su afición hasta diciembre. A partir de ahí y tras el parón invernal una lesión le apartó de los focos hasta la irrupción del volcán que generó la denuncia de un socio barcelonista para conocer los números reales de su traspaso.

Sin embargo, ha sido el internacional brasileño el que no ha vuelto la cara de su equipo en las grandes citas. Sobre todo recientemente. Ante la pasividad de Messi, Neymar asume su papel de esperanza. Fue decisivo en el Santiago Bernabéu ante el Real Madrid y mantuvo el tipo en la eliminatoria de Liga de Campeones contra el Atlético. Uno de los pocos que salió de la quema.

Neymar llega a la final de la Copa con nueve goles en los veintiséis partidos de Liga que ha jugado, a los que debe sumar los cuatro en la Liga de Campeones en los diez choques que ha participado. Otro más en la Copa del Rey más uno en la Supercopa, que valió el título. El único que marcó en los cuatro torneos.

Pero la imagen más reciente es la de un jugador descentrado. Víctima más de la histeria que rodea la situación de su equipo. Apartado de la Champions y distanciado de la Liga. Semblante de impotencia ante el Granada y obsesionado con el chileno Manuel Iturra. La final de Copa es su momento de lanzar un mensaje.