Luis Enrique Martínez, el futbolista que cambió el Santiago Bernabéu por el Camp Nou a mediados de los noventa, ya tiene vía libre para afrontar el reto con el que ha soñado en los últimos años: dirigir al FC Barcelona.

El asturiano se despidió hoy del Celta de Vigo. No confirmó su nuevo destino, pero dio alguna pista: "He dejado a mi mujer e hijos en Barcelona y a mí me cuesta mucho vivir lejos de mi familia. A día de hoy no sé dónde entrenaré el año que viene, aunque os parezca increíble. No puedo comunicar cosas antes de que se produzcan".

Esa lejanía influyó en su adiós de Vigo, pero no tanto como la llamada del Barcelona, el club al que siempre soñó dirigir cuando decidió compaginar su pasión por la bicicleta con los banquillos. Nunca lo ha ocultado, pese a que en los últimos días ha negado hasta la saciedad haber llegado a un acuerdo con el club azulgrana.

Sería el regreso al Camp Nou de "Lucho", quien ya entrenó al Barcelona B de 2008 a 2011, con el laurel del ascenso a Segunda y el éxito de que el equipo se mantuvo con comodidad en la categoría de plata del fútbol español.

Ese éxito en el filial azulgrana le abrió las puertas de un histórico como el Roma, pero su aventura italiana apenas duró un año. Alegó "agotamiento personal" para desvincularse del conjunto romanés, al que no logró clasificar para la Europa League y donde mantuvo una tormentosa relación con los medios de comunicación y con la estrella histórica del equipo, Francesco Totti.

Optó entonces por tomarse "un año sabático"; y cuando decidió regresar a los banquillo, aceptó el reto de dirigir al Celta, un equipo que había conseguido su permanencia en la liga BBVA milagrosamente en la última jornada del pasado campeonato.

Su fichaje levantó una enorme expectación en el club gallego, tanta como la incertidumbre que causó durante la pretemporada el adiós de Tito Vilanova al banquillo del Barça, por la necesidad de someterse a un nuevo tratamiento para controlar el cáncer que sufría entonces, y que desde la Ciudad Condal se apuntase que Luis Enrique sería su sustituto.

No fue así y el director deportivo del Barcelona, Andoni Zubizarreta, prefirió al argentino Gerardo "Tata" Martino. Luis Enrique, que hasta entonces había eludido hablar de su futuro, dio su punto de vista poco después de conocerse esa noticia: "Ni el club ni yo hemos negociado con el Barcelona".

El absoluto respaldo del presidente y máximo accionista del Celta, Carlos Mouriño, permitió al gijonés gozar en Vigo de la tranquilidad que le faltó en Roma, a pesar de que sus inicios en Balaídos tampoco fueron fáciles. Al equipo le costó arrancar, sobre todo en casa.

A principios de octubre, después de que el Celta no ganase ninguno de sus cinco partidos como local, aseguró en una rueda de prensa que sí él era un problema para el club no dudaría en echarse a un lado: "Pero yo seguiré a tope hasta que me digan que hay otra persona mejor que yo".

Mouriño, que durante su mandato vio pasar a diez entrenador, lo ratificó días después, lo que alimentó las dudas sobre la continuidad de Luis Enrique, sobre todo porque un año antes el dirigente había hecho lo mismo con Paco Herrera y después lo acabó cesando.

Pero el Celta viajó a Málaga y ante el conjunto de Bernd Schuster realizó una exhibición. El 0-5 en La Rosaleda dio aire a Luis Enrique, que por entonces ya había decidido instalar un andamio en el campo de las instalaciones deportivas de A Madroa para seguir los entrenamientos de su equipo.

Su apuesta por el fútbol ofensivo, a la que nunca renunció, volvió a provocar que su nombre saliese como futurible del Tottenham, ante el inminente cese del portugués André Villas-Boas. La idea de la Premier League no pareció atraerle demasiado y rápidamente zanjó los rumores: "Cuando firmo un contrato, lo cumplo".

Por entonces ya había decidido aislar a su equipo con varios entrenamientos semanas a puerta cerrada, después de acusar a los periodistas de darle muchas pistas a los rivales. Luis Enrique, al igual que en Italia, nunca logró ganarse el cariño de los periodistas que siguen al Celta.

Noviembre y diciembre fueron meses duros para el cuerpo técnico que encabeza Luis Enrique. El descenso amenazaba a un Celta que jugaba bien pero que carecía de pegada. Él nunca perdió la fe y sus jugadores siguieron creyendo en un técnico que, a base de muchas rotaciones, conseguía mantener a todos enchufados.

Al técnico que había dado pasaporte a Andrés Túñez, uno de los futbolistas más queridos por el celtismo, tampoco le tembló el pulso a la hora de sentar en el banquillo a Borja Oubiña, el símbolo de Celta.

Y el tiempo le dio la razón, porque su equipo mejoró notablemente con el danés Krohn-Dehli como mediocentro. Su equipo empezó a despegar a medida que el Barcelona se alejaba de la carrera por el título y caía en la final de la Copa del Rey, ante el Real Madrid, y en la Liga de Campeones frente al Atlético.

Con el argentino "Tata" Martino cuestionado en Barcelona, los rumores sobre su regreso al Camp Nou volvieron a coger fuerza. Luis Enrique los calificó como "especulaciones", pero la reunión que mantuvo en su casa con Andoni Zubizarreta, director deportivo azulgrana, alimentó las especulaciones.

Una reunión que no gustó demasiado a algunos directivos del Celta pese a que hoy el presidente intentó restarle trascendencia: "Tenía permiso del club para ir a Barcelona y podía reunirse con quien quisiera". Tampoco le hizo gracia al técnico que se desvelara esa reunión que él tildó de privada: "En mi casa hago lo que quiero".

A raíz de ahí, en cada una de sus comparecencias ante la prensa se le preguntó por su futuro, pero los periodistas siempre obtuvieron la misma respuesta: "Nada que decir, no tengo nada firmada. Sólo me preocupa el presente, y ese es el Celta".

Un Celta del que se despidió hoy, probablemente porque de Valencia, donde mañana el equipo cierra la temporada, ya viajará a Barcelona, donde le espera su familia, y probablemente el Barça, ya que lo que sí confirmó es que no volverá a pasar otro año en blanco.

A Vigo llegó con cuatro ayudantes - Juan Carlos Unzue, Roberto Moreno, Rafael Pol y Joaquín Valdés-, y todos lo acompañarán en su aventura azulgrana, aunque él, que maneja como nadie los tiempos en las ruedas de prensa, tiró de ironía al ser cuestionado por esto: "Si me voy al Rápido de Bouzas (equipo vigués de Tercera División) igual no quiere venir ninguno".