Un portero, un cuarto central, un lateral zurdo, dos mediocampistas de banda y un delantero. El Tenerife 14-15 aún requiere media docena de fichajes más para completar la plantilla. Pero sólo necesita acertar plenamente con una adquisición: la del punta goleador. O no.

El goleador. El Tenerife ha perdido 24 goles este verano, más de la mitad de los que logró el curso pasado. Dieciséis de ellos los obtuvo Ayoze Pérez, que también sumó media docena de asistencias, provocó un par de penaltis... y, sobre todo, le permitió al grupo de Cervera generar situaciones de peligro con diez jugadores por detrás del balón. Además, sus actuaciones condicionaron el rendimiento colectivo: cuando estuvo acertado, fue el elemento que permitió al equipo desequilibrar los partidos. Y toda esa aportación la realizó con un salario de mileurista y sin ninguna queja. Obligar al nuevo delantero a que mejore sus números desde el baremo coste/rendimiento es imposible.

Los goles. El Tenerife marcó el curso pasado 46 goles. La cifra no es mala, pero el reparto sí resulta preocupante. La mayor deficiencia no estuvo en la aportación de otros delanteros (Aridane hizo nueve, pese a jugar lejos del área), sino en el escaso acierto de los jugadores de banda: tres tantos a repartir entre una docena de elementos. Suso (dos) y Édgar fueron los que anotaron, mientras que Cristo, Chechu, Aday Benítez, Óscar Rico y Nano se quedaron en blanco. Y los cinco laterales (Moyano, Cámara, Llorente, Salva y Ayoze Díaz) tampoco se estrenaron. Mejorar la eficacia goleadora en este capítulo no parece complicado. Y descargaría de presión al nuevo delantero.

P. D. Las comparaciones son odiosas, pero inevitables. Y más, si no hay interés en evitarlas. Las actuaciones de Ayoze Pérez en el Newcastle se van a seguir con lupa. Y no sólo por interés en el futbolista, sino como arma contra una supuesta mala gestión de Concepción (o de su representante, si las cosas le van mal al pibe). Contemos con ello. Eso sí, advirtamos a su sustituto de que su culo se utiliza para darle la patada que no se le puede dar al presidente.