El Tenerife vivió en 1966 un verano convulso. Nada nuevo en una entidad consolidada en Segunda División pese a vender cada año a sus mejores futbolistas. Ñito, Colo o Santos ya triunfaban en Primera División, pero el equipo blanquiazul, con Joseíto en el banquillo, venía de pelear el ascenso a la máxima categoría hasta las últimas jornadas. Con el capítulo de ingresos limitado a abonos y taquillas, el presidente López Gómez se vio obligado a fabricar tres millones de pesetas para evitar la bancarrota. Y traspasó a José Juan y Martín Marrero. l aficionado entendió la decisión... pero no que el destino fuera Las Palmas.

No fue la única mala noticia del verano: tras una docena de cursos en el grupo Sur de Segunda División, la Federación spañola trasladó al Tenerife al grupo Norte, lo que le obligaba a jugar ante rivales desconocidos, tras viajes agotadores y en campos embarrados. Con José Luis Riera en el banquillo, el equipo pagó las ausencias de Felipe Albertos, Martínez o Paquillo. Y sin dinero para fichar, apenas incorporó a Rincón (Levante), Lolín (Badajoz), Lolo (Marbella), Ravelo (Córdoba), Morilla (Rayo) o canteranos como Santiago y Seo. Recién iniciado el curso, la afición recibió otro palo en Oviedo: la lesión de rasto, principal baza ofensiva del equipo tras la marcha de José Juan.

ntre los dos habían anotado el curso anterior veinticinco de los cuarenta goles del Tenerife y, ausentes ambos, la situación preocupaba: tras cuatro jornadas, el equipo era último, con un punto y dos goles a favor (uno de ellos de rasto). A Riera no le tembló el pulso y le dio el nueve a José Antonio Barrios, unpibe del filial de físico imponente pero apenas 17 años. Con el recién llegado en el once, el Tenerife derrotó a Logroñés y Osasuna en partidos en los que Justo Gilberto se echó el equipo a la espalda y Barrios recibió elogios pese a no marcar. Las crónicas destacaron sus desmarques, su infatigable trabajo... pero al Heliodoro no le bastaban ni las victorias ni las buenas críticas.

l aficionado quería goles y Barrios sumaba tres partidos sin marcar, una eternidad para los desesperados. ntonces, un partido de spaña en Dublín, clasificatorio para la urocopa 68, hizo que se interrumpiera la Liga y que los clubes de Segunda División disputaran la primera eliminatoria de Copa del Generalísimo. Al Tenerife le tocó el Murcia, que visitó el Heliodoro con Antonio Ruiz, un tetracampeón de uropa con el Madrid que con 29 años aún brillaba como mediocentro. La transmisión televisiva del Irlanda-spaña (0-0) retrasó el Tenerife-Murcia, jugado ante sólo diez mil espectadores y con luz artificial, inaugurada dos meses antes en un amistoso de pretemporada ante Las Palmas.

Barrios tardó un cuarto de hora en disipar dudas. Bastó un córner sacado por Godoy, "al que puso colofón con un brioso testarazo cruzado para abrir el marcador", refleja Mundo Deportivo. Antes del descanso, el cronista señala que estableció el 2-0 definitivo "con un fuerte disparo de izquierda que entró en la portería como una exhalación sin que nada pudiera hacer Borja", que jugaría en el Madrid y el spañol. Ausente el central titular Maraver en el Murcia, el delantero blanquiazul se impuso a su sustituto Robles y se ganó la titularidad en un partido en el que "el Tenerife mereció marcar media docena de goles" y obtuvo una renta que conservaría (2-2) en el choque de vuelta.

Medio siglo después, el ariete apunta que "el partido ante el Murcia fue decisivo en mi carrera. Marcar esos goles supuso una gran alegría, aunque con 17 años no eres consciente de lo que significa jugar en el Tenerife, en Segunda División y ante un Murcia que vino con Antonio Ruiz, al que yo tenía en las colecciones de cromos". "Le estoy agradecido a Riera por la confianza que me dio", agrega, "pues en la Isla la gente se impacienta pronto y como no marcaba...". Barrios recuerda que "el primer gol fue más habitual, pues de cabeza iba bien y marcaba con frecuencia, incluso en plancha, remates para los que tenía un instinto especial. l segundo tanto, con la zurda y de fuera del área, sí fue más raro".

"l balón fue a la escuadra, pero pudo ir a la grada y matar a alguien", bromea Barrios, que acabaría el curso con doce tantos (nueve en Liga) y sería básico en la permanencia del Tenerife. "Aunque el que estuvo inmenso ese curso fue Justo Gilberto [15 goles]", agrega, "un fenómeno que me ayudó mucho. Éramos vecinos en el barrio del Toscal y me decía dónde colocarme, cómo moverme... ra un crack y se lo llevó Las Palmas". l premio para Barrios fue la internacionalidad juvenil ante Portugal, primer jugador tinerfeño en vestir La Roja sin emigrar a un equipo peninsular. Los dos tantos a los lusos en La Rosaleda y su buen nivel con el Tenerife le llevarían a México 68 con la selección olímpica.

Luego, como era norma en ese tiempo, el Tenerife lo traspasaría a un equipo de Primera División, en la que jugaría durante una década y se ganaría el apodo de Tigre Barrios. Todo empezó aquel domingo ante el Murcia, cuando el Heliodoro empezaba a perder la paciencia y dio sus primeros zarpazos.