El fútbol paralizó Argentina el 3 de enero de 1993. Y no jugaba la albiceleste, ni había equipos argentinos implicados. La culpa la tuvo un Tenerife-Sevilla en el que se dirimía la supremacía de estilos, de filosofías, de formas de entender el fútbol y hasta la vida. Simplificando: se oponían pragmatismo y belleza. O lo que es lo mismo, bilardismo y menottismo. El entrenador del Sevilla era Carlos Bilardo, campeón del mundo con su fiel Carlos Pachamé. Y el otro banquillo lo ocupaban Jorge Valdano y Ángel Cappa, fieles a César Menotti, también campeón del mundo.

No estaban solos. El Tenerife disponía de Redondo, Castillo, Pizzi y Dertycia como clan argentino, mientras el bilardismo oponía a Simeone por convicción... y a Maradona por agradecimiento. Campeón en México 86 con Bilardo en el banquillo, fichó por el equipo andaluz al cumplir una suspensión de año y medio por dar positivo en un control antidopaje tras un Nápoles-Bari. Para entonces, la disputa aún vigente en Argentina ya inundaba el fútbol español. ¿Los protagonistas? El seleccionador Javier Clemente y los dos principales líderes radiofónicos, José María García (Antena 3) y José Ramón de la Morena (Cadena SER).

Cercano a García, el bilardista Clemente era criticado por De la Morena... y Valdano, próximo a la Cadena SER, recibía palos de García. La llegada de Bilardo acentuó contrastes. Y la presencia de Maradona, amigo de García, creó bandos. Y afloraron cuentas pendientes: pese a ser campeón en México 86, Valdano no le perdonaba a Bilardo que lo dejara fuera de Italia 90 tras hacerlo volver del retiro y tenerlo meses concentrado. Y Maradona no le perdonaba a Redondo su renuncia a la selección para priorizar sus estudios de Económicas. Y le dolía que le nombraran su sucesor cuando el rey no estaba dispuesto a abdicar.

Y como ambos equipos eran rivales directos por una plaza UEFA, el partido vino caliente. El Tenerife no inició bien el curso y el Heliodoro reclamó la marcha de Valdano, pero encadenó tres victorias seguidas y ocho jornadas sin perder y llegó a la cita en la novena plaza, a dos puntos del Sevilla, sexto clasificado tras derrotar (2-0) al Madrid. Atractivos sobraban, pero Javier Pérez, presidente del Tenerife, exprimió el lado comercial: declaró el partido como medio día del club, obligó a los abonados a pasar por taquilla, vendió el duelo de escuelas en los carteles repartidos por toda la Isla... y recaudó 55 millones de pesetas.

Valdano y Bilardo anunciaron que no se saludarían... y ni se miraron siquiera. Tanto seargentinizó la cita que el tango acabó en tangana. Hubo poco fútbol, mucha leña y quince tarjetas: doce amarillas y tres rojas. Y apenas ocasiones de gol: un tiro lejano de Simeone que paró Agustín, un cabezazo desviado de Suker tras falta que sacó Maradona, un disparo de Castillo junto al palo... y un penalti de Del Campo a Felipe que Pizzi convirtió en gol. Eso sí, se jugaba a lo que quería Redondo, imperial en mediocampo. Y la segunda parte llevaba el mismo camino hasta que Pizzi entró en el área y Marcos lo derribó: penalti y segunda tarjeta amarilla para Marcos.

Pizzi convirtió el penalti y cerró el trámite: dos-cero, superioridad numérica y media hora por jugar. No quedaba resquicio para la sorpresa... pero sí para la bronca. Se desató en la siguiente acción: Maradona protegía un balón en mediocampo y fue derribado por Redondo, que pertenecía a la amplia relación de amonestados. El árbitro señaló la infracción, mostró la tarjeta amarilla, comprobó anotaciones y observó que el amonestado era reincidente. Y entre un tumulto de jugadores que le reclamaban una cosa y la contraria, se sacó la tarjeta roja del bolsillo... y ¡expulsó a Pizzi! Entonces enloqueció Maradona, aún en el suelo, quejoso de su tobillo izquierdo.

"El ciiiinco, fue el ciiiinco", gritó. "El ciiiinco, fue el ciiiinco", insistió tras levantarse de un salto. "El ciiiinco, fue el ciiiinco", bramó a la cara del colegiado, al que zarandeaba. González Lecue no tuvo otro remedio que expulsarle, lo que enfureció (aún más) a Diego. "El ciiiinco, fue el ciiiinco", repetía fuera de sí cuando compañeros, rivales y policías lo arrastraban hacia los vestuarios. Para entonces, el Heliodoro era un pandemónium: Simeone se enzarzaba con un policía, Conte le lanzaba una botella de agua a la grada, desde la Tribuna llovían objetos hacia el banquillo sevillista, Bilardo denunciaba a un policía "por intento de secuestro de Conte"...

Y todo, mientras la policía daba uso a sus porras y la grada despedía a Maradona al grito de "gofio, sí; coca, no". Restablecido el orden, no hubo más expulsiones, aunque Diego y Martagón, centrales del Sevilla, opositaron con insistencia. Goles sí hubo: Felipe habilitó a Chano, que le regaló el 3-0 a Dertycia. Bilardo no fue a la sala de prensa, pero al llegar a Sevilla acusó a Pérez de calentar el partido: "Llevaba dos meses hablando y ha conseguido lo que quería". Y no olvidó a Valdano y Cappa. "Son una escuela de ladrones de guante blanco" fue lo más suave que les dijo. "Cuando pierde, siempre pasa algo ajeno al espectáculo", respondió Valdano.

En Argentina, el diario Clarínresumió con un titular elocuente: "Escándalo". Cuatro meses después, Bilardo se tomó la revancha (1-0) en el Sánchez Pizjuan. Pero la guerra la ganó el Tenerife: acabó quinto y le birló la plaza UEFA al Sevilla.