Un punto es lo que queda, pero medido al peso, este empate es sustancia para la confianza de un Tenerife que compitió de igual a igual con uno de los mejores equipos de la categoría. Casi podría concluirse que un partido tan igualado solo puede terminar empatado, salvo que alguna casualidad lo desequilibre. No fue el caso. El Tenerife y el Sporting se repartieron la iniciativa a ratos, se contrarrestaron en el medio, se marcaron dos goles a balón parado y trataron de ganar buscando el desequilibrio de sus delanteros más insistentes, Suso y Ndi. Ninguno lo logró y ambos se marcharon tan contentos. Pero el partido deja de relieve los límites ofensivos de este Tenerife, que después de completar de manera notable la primera parte del trabajo, su buena respuesta defensiva, en especial en la segunda línea, se ve reducido a las entradas de Suso y a los detalles tan geniales como esporádicos de Ifrán. El Tenerife tiene un vacío importante, imposible de no detectar, en la posición de segundo delantero. A este lado del agujero, todos trabajan, se juntan, aprietan, recuperan el balón y protegen el área de Carlos con solvencia; al otro lado, Ifrán los ve desde lejos, las entradas constantes de Suso por la derecha no suelen terminar con centros que le den ventaja al uruguayo, que encuentra muy pocas oportunidades de aportar su talento. Los dos últimos partidos los ha encaminado a balón parado... Esa carencia, ese vacío, es la asignatura que hay que aprobar en el mercado de este mes. En lo táctico, el Tenerife empezó con dos líneas de cuatro hombres y la pareja Suso-Ifrán arriba. Tuvo dificultades para cortar el circuito de combinación del Sporting, en el que los jugadores avanzados no dan referencias, son muy móviles y siempre ofrecen posibilidades de apoyo al poseedor de la pelota. Los movimientos de Ndi y Guerrero, desde la punta hacia el medio campo, dificultaron el intento del Tenerife de ajustar su presión, pero cuando Ifrán marcó el equipo blanquiazul se juntó más en su mitad de campo y Cervera movió piezas: Suso se fue al costado derecho y Aitor avanzó su posición para dificultar la salida de la pelota. Con ello, habilitó a Suso para las contras ya en su zona natural y, sobre todo, le quitó espacios al Sporting, que fue perdiendo profundidad. Al descanso, con 1-0, la sensación era que el Tenerife había encontrado la manera de controlar a un rival tan dinámico, tan vertical, tan peligroso. En el segundo tiempo no se había alterado mucho el guión, pero surgió el empate en una jugada de estrategia, en un saque de banda, tan fácil de prever como difícil de contrarrestar, porque la media vuelta de Ndi es pura virtud. Indefendible. Tras el empate el Tenerife no se achicó. Ahora con 4-3-3 (Vitolo en el eje, Ricardo en el "8" y Aitor en el "10"), el equipo no rehuyó la posibilidad de ir adelante a buscar otro gol, pero de la única manera que tiene: Suso contra todos. Abelardo vio el peligro y quitó al lateral izquierdo (que en realidad no es defensa), bajó a Jony, más fuerte, y dobló por delante con Muñiz. Suso entró una y otra vez entre un bosque de piernas, pero no pudo acabar ninguna jugada. Cervera dio entrada a Kike Rivero, que mejoró el criterio de inicio del juego y el equipo siguió intentando ir arriba una y otra vez, en especial cuando Aitor Sanz consiguió robar la pelota con su presión, pero el equipo no pudo conectar con cierta ventaja para Ifrán, del que no hubo más noticias. Marcó un golazo y nada más. Tanto talento con tan escaso rédito es un desperdicio. Con el partido en plena caída, el Sporting hizo los cambios refrescando su zona de media punta, forzó llegadas y en varios córners acarició el gol. Una vez lo evitó Raúl Cámara tras una mala salida de Carlos y en otra, más clara, fue Kike Rivero el que sacó el balón debajo del larguero. No hubo para más. Las entradas de Guarrotxena para darle más profundidad a la izquierda, o de Aridane, no alteraron la situación de equilibrio total. Solo dos tiros a puerta, en dos jugadas de estrategia, y un empate que tiene mucho mérito. Para el Tenerife el partido es como una foto en la que queda reflejada su virtud defensiva con la misma claridad que sus limitaciones en ataque. El vacío que ha dejado en el equipo el intento fallido con Uli Dávila es, en días como ayer, un lastre insuperable.