El Tenerife encontró el resultado que llevaba tiempo mereciendo y lo hizo de una manera incontestable, siendo superior de cabo a rabo a un Valladolid que entró al campo con la ilusión de salir líder del Heliodoro y acabó frustrado, agotado de correr detrás de sus rivales y sin generar una sola ocasión de gol. Ni media, porque no tuvo ni aproximaciones. La apuesta de Agné fue ir a buscar espacios descubiertos a base de jugar por abajo. Colocó a Juan Carlos en la izquierda, pero cayendo mucho hacia el medio para generar superioridad con Cristo Martín, que empezó a la altura de Ifrán, pero bajando hacia la zona de enganche para abrir a los centrales, que ya de por sí juegan muy separados en el sistema de Rubi. Cristo ofreció un tramo inicial de partido muy activo, suya fue la primera ocasión (8'') pero disparó alto para terminar una buena entrega de Aitor Sanz. En realidad, la puesta en escena blanquiazul fue muy valiente, tanto que ahogó en el medio el toque de los pucelanos y trató de conectar rápido con los costados. El propio Cristo volvió a acercarse al gol aprovechándose de un mal despeje de Javi Varas. El partido estaba muy equilibrado cuando empezaron a pasar cosas trascendentes. La primera, la amarilla a Aitor Sanz, que le va a impedir jugar el derbi. El equipo acusó la mala noticia, pero de inmediato Jonathan Pereira le quitó el peso de encima, porque incurrió en dos amonestaciones en el intervalo de un minuto. La expulsión del punta pucelano tuvo un efecto extraño sobre el partido, porque requirió del Tenerife una respuesta a una situación diferente, la del fútbol de posición frente a una defensa cerrada. El Valladolid recogió sus intenciones iniciales y decidió replegarse. El equipo de Agné se nubló, sin espacios, jugó muy lento, al pie, sin posibilidades de progresar y llegó al descanso sin generar más sobresaltos a un rival que parecía aceptar este tipo de partido, encaminado al 0-0 como máximo premio posible. Pero la salida del Tenerife en la segunda parte fue incontenible. Es asombroso cómo este equipo tan castigado por tantas cosas ha conseguido activar una fortaleza mental enorme. Con ella mira de frente al rival, va de cara, insiste una y otra vez y se atreve con todo. Agné decidió mantener a los mismos para jugar a otra cosa y el equipo encontró el camino, fue ganando metros hacia delante, redujo el campo de acción a 30 metros y dejó a su rival sin salida, tanto que Óscar, referencia ofensiva pucelana, acabó pegado a la segunda línea, a 70 metros del área blanquiazul. El gol era ya una cuestión de tiempo, y de buen manejo en la posesión para ir madurando cada jugada. Cristo en el costado izquierdo y Suso en el derecho hicieron ancha la zona de ataque, los dos medio centros apretaron muy arriba, Juan Carlos se mostró por todo el frente de ataque y, de ese desorden organizado con el que el equipo quiso agitar el repliegue intensivo rival salió el gol. Fue en uno de los cambios de posición de Suso, que cayó por la zona del interior izquierdo, le ofreció una línea de pase a Cristo Martín, recibió con ventaja, entró en el área y soltó un trallazo que Javi Varas ni vio pasar. Era el minuto 59 y el muro había caído. Los blanquiazules dieron un paso atrás, dividieron un poco la posesión, pero de ninguna manera sufrieron ni siquiera sensaciones de peligro. Al contrario, los cambios revitalizaron la zona de enganche. Entró Cristo Díaz, que siempre se presenta a mitad de los partidos con el ritmo ya cogido, y apareció la frescura de Víctor García por la izquierda. No fue poca cosa, porque una galopada suya sentenció la contienda. Fue una contra de las que hacía tiempo que no se veían por estos pagos. Bajó a enganchar Ifrán, que solo unos minutos antes había demostrado su ansiedad en una ocasión clara para marcar en la que tiró a romper (82''), esta vez controló el balón con el pecho en tres cuartos, esperó la segunda oleada y cuando apareció Víctor por su lado, le puso la pelota por delante en ventaja. El catalán encaró y salvó a Javi Varas en su salida. A siete minutos del final el partido estaba liquidado, porque enfrente había un rival vencido, incapaz de mantenerle el pulso a un Tenerife pletórico, jaleado por un Heliodoro feliz. Es la primera victoria del año y tal vez la más importante, porque deja ver una clara tendencia de cambio de dinámica. Ahora sí, parece un punto de inflexión.