El Tenerife 83-84 vivió una temporada convulsa. Pronto olvidó aquella fiesta del ascenso vivida un par de meses antes en el Heliodoro como si no hubiera mañana, cuando celebró el regreso a Segunda División tras un lustro de penurias... y el reencuentro con Las Palmas, que venía de firmar su descenso tras dos décadas en la élite. Para entonces, sectores de la prensa y la afición le habían declarado la guerra al técnico José Ramón Fuertes y al presidente Pepe López. Pese a todo, con refuerzos como Azkargorta, Ordoki, Camus, Eizmendi o Gilberto Yearwood, el equipo sobrevivió toda la primera vuelta en la zona media de la tabla.

Sin embargo, una racha de nueve partidos sin ganar acabó con Fuertes a falta de catorce jornadas. Ya había debutado Primitivo Maradiaga, refuerzo invernal que no triunfó. Y luego, cumplida la instrucción militar y ya con Juanjo García en el banquillo, se estrenó Voro, central del Valencia que hacía la mili en la Isla. Eso sí, los resultados no mejoraron y, tras dos empates ante el Palencia y el filial del Barça, el equipo llegó decimosexto a la penúltima jornada, igualado a puntos con Algeciras y Linares, que ocupaban plazas de descenso. Y debía visitar el Insular para medirse a Las Palmas, que acababa de despedir a Héctor Núñez para entregar la responsabilidad técnica a Germán Dévora.

En medio, el calendario deparaba otro derbi en el Heliodoro en la Copa de la Liga. Juanjo tiró la eliminatoria: salió con seis suplentes y le regaló un 1-3 a Germán en su debut en el banquillo amarillo. Cinco días después en el Insular, el planteamiento del Tenerife fue otro: cinco defensas por delante de Aguirreoa... y otros dos zagueros, Noly y Eizmendi, disfrazados de centrocampistas. Las Palmas quería hacer sangre. Y como desde la Península se alimentaron suspicacias, su técnico las cortó de raíz: jugó sin Julio Durán y Luiso Saavedra, dos tinerfeños que eran fijos en el once titular. Y tampoco alineó al tacorontero Román o al lagunero Alí Wehbe, habituales suplentes ese curso.

En Las Palmas también faltó el centrocampista Félix, lesionado en el Heliodoro, pero Germán alineó a nueve grancanarios, el capitán Felipe y el goleador chileno Contreras. Y ya sin opciones matemáticas de ascenso, se quedó con un único objetivo: mandar al eterno rival a Segunda División B. Deseo había, pero no ideas. Y como el Tenerife no tenía ambición, se vio "un partido soporífero, con imprecisiones y pocas ocasiones de gol", hasta que, poco antes del descanso, el hondureño Gilberto, líbero de gran colocación y potente disparo, robó un balón en campo propio, salió de la cueva, avanzó con decisión y, desde treinta metros, lanzó un zapatazo violento y puso el balón en la escuadra.

Pérez voló, pero el balón dio en el larguero y entró. Un golazo. Y mientras, por la radio se supo en el descanso que el Linares perdía ante el Deportivo y el Algeciras ya caía (3-0) ante el líder Bilbao Athletic y firmaba su descenso. O sea, resultados que animaron al Tenerife a conservar su mínimo triunfo. Lo hizo con una presión intensa, que desesperó a Las Palmas. Y a su afición. Primero optó por un silencio que dejaba escuchar al casi millar de seguidores blanquiazules desplazados al Insular. Y luego por algún tímido silbido, unos minoritarios gritos de "fuera, fuera", un "tongo, tongo" poco seguido... hasta que a falta de cinco minutos salió toda la frustración acumulada.

Desesperada y descolocada, Las Palmas perdió su enésimo balón y dejó salir a Noly por la banda derecha. Con Mayé superado, Felipe no pudo tapar el centro, Roque se fue con Rubén Cano... y Lasaosa cabeceó a la red en el corazón del área mientras Pérez hacía la estatua. Entonces, se desató el Apocalipsis: al césped caía de todo, el Insular gritaba airado "tongo, tongo", centenares de aficionados rompían sus carnés, unos exaltados invadían el palco... y el presidente José de Aguilar, que dimitió días más tarde, huía del recinto escoltado por la fuerza pública. Y a dos minutos del final, Martínez Guirao daba por finalizado el partido. Una semana después, el Tenerife certificaba la permanencia.