Hay pocos partidos en Segunda con tantas llegadas al área como las que generó el Tenerife en la segunda parte de este encuentro. Menos aún con una sucesión de ocasiones de gol tan agobiante y con una frecuencia de remates tan claros, todos de frente a la portería. Entran pocos días en años y años, en los que un partido así acabe 0-0. Pero ayer sucedió. Y gracias... porque en los minutos de descuento Dani Hernández salvó dos de esas jugadas que se denominan de "gol cantado". El Tenerife entró al segundo tiempo decidido y expuso sobre el campo la idea que proclama su entrenador: ir a buscar las cosas sin esperar a que pasen porque sí. Vitolo y Aitor tienen la llave de la máquina y cuando ellos dos dan pasos hacia delante y se ponen a presionar, es difícil que el equipo no se haga con el ritmo del partido. Ayer apretaron la tuerca poco a poco y empezaron a estrangular el 4-4-2 zonal del Llagostera, de manera que acabaron metiendo al rival en el área. Ese plan de ataque de infantería implicó a segundas líneas, como los laterales, que fueron determinantes. En vista de la escasa rentabilidad -medida en las pocas ocasiones de gol creadas- que había tenido la propuesta de Agné en el primer tiempo, consistente en que Juan Carlos buscase a Maxi para romper en velocidad, el equipo optó por otras vías tras el descanso. Empujó mucho hacia atrás a su rival y metió a Moyano y a Cámara alternativamente muy arriba, logró hacer dos contra uno en la derecha (con Suso y Moyano contra Samuel) y llegó con la pelota hasta el fondo media docena de veces. La gran diferencia con respecto a otras tardes fue la buena selección de los centros, que provocaron cantidad de remates. Para abrir boca en este segundo acto del encuentro, dos de Maxi (6'') y Abdón (10'') que no entraron por poco. Con el equipo en esa dinámica de dominio creciente y control absoluto de la recuperación de la pelota en tres cuartos de campo, Agné quitó a Juan Carlos, metió a Cristo en la media punta por el centro y rodó a Maxi a la izquierda. Su intención era ensanchar más el ataque y obligar al rival a replegar más. Lo consiguió, y el dominio del juego se convirtió en un asedio. Moyano se hartó de entrar por el costado y Suso acabó enterísimo con una superioridad abusadora sobre sus rivales. Entre ambos rompieron la estabilidad defensiva de un rival que ya no tenía salida. La claridad de las llegadas también creció. En el 71'', Moyano se la puso a Suso y su remate lo sacó admirablemente René, que jugó renqueante todo el tramo final del encuentro. Buscando hacer superioridad en el área, zona dónde estaba el quid del partido, Agné dio entrada para un cuarto de hora a Ifrán, de manera que dispuso tener dos arietes. La decisión acarreó que Cristo pasara al costado izquierdo. Pronto tuvo que volver a cambiar, porque Abdón ya no daba más físicamente. Entró Aridane y se mantuvo el dibujo, que en realidad era ya casi un 2-4-4. Y siguieron lloviendo ocasiones mientras el público empujaba: en el 80'', otro centro de Suso lo remató Ifrán y lo paró René sobre la línea; en el 90, Ifrán se encontró con el larguero en su disparo a dos metros de la portería; en el 92'', otra vez el travesaño repelió el remate de Carlos Ruiz... No había manera. El Tenerife lo vio tan claro que se volcó con un atrevimiento casi temerario. Lo pudo haber pagado caro. De su arriesgada posición en campo de ataque, cerrando solo con los centrales, salió una contra del Llagostera -ya para ellos era un alivio cruzar a campo local- en la que Sergio León se marchó solo 30 metros hasta encarar a Dani, que salvó el gol que ya se temía. Fue el umbral de los cinco minutos de descuento que resultaron tremendos y en los que pudieron marcar los dos equipos; el Tenerife, con las opciones ya relatadas ante René, y el Llagostera con un remate a bocajarro en la última acción, que volvió a elevar a Dani como gran protagonista con un paradón salvador. Antes de este vertiginoso segundo tiempo hubo una primera mitad de tono, ritmo y signo distintos. Fue nivelada, con fases de dominio alterno, en la que el Llagostera se protegió con su presión avanzada y supo cuidar el espacio que había a la espalda de sus centrales. El Tenerife buscó menos de lo conveniente a Juan Carlos y no por eso halló el pase bueno para Maxi, de manera que los únicos sobresaltos fueron una falta que lanzó Abdón y un cabezazo de Juanjo que salió alto. Nada que ver con un segundo tiempo pletórico, que mostró la dimensión de un Tenerife esperanzador, aunque el empate duele.