De nuevo, una vez más, e iban a ser diez de catorce, el Real Madrid parecía que iba a disputar la final de la Copa de Europa con la necesidad de ganarla, con las urgencias de un equipo con la Liga casi perdida como en anteriores ocasiones pero que no dispuso siquiera de esa opción salvadora tras ser eliminado por el Juventus.

No es una historia nueva que el conjunto blanco no gane la Liga y sí la Copa de Europa. De las anteriores trece finales que disputó, nueve las jugó sin haber ganado el campeonato de Primera División. Y, de esas nueve, en ocho levantó el máximo torneo continental.

Solo en una ocasión que no se llevó el trofeo liguero a casa, perdió la final de la Copa de Europa. Ocurrió en la temporada 1980/1981, cuando la Real Sociedad se llevó el título y el Liverpool ganó 1-0 al Real Madrid con un gol de Alan Kennedy.

En el resto de ocasiones, el Real Madrid siempre salvó el año en Europa. Pasó en las temporadas 1955/56, 1958/59, 1959/60, 1965/66, 1997/98 y 1999/2000. En ellas, Athletic, Barcelona en tres ocasiones, Atlético de Madrid y Deportivo, se proclamaron campeones de Primera División mientras los blancos sumaban trofeos por el continente.

Ahora, de nuevo, todo parecía que iba a ser igual. Si no ocurre un milagro en la Liga y el Barcelona la tira a la basura en las dos últimas jornadas, se iba a repetir otra vez la misma situación por la que ya pasaron entrenadores como José Luis Villalonga, Luis Carniglia, Miguel Muñoz, Jupp Heynckes o Vicente Del Bosque Todos vivieron una situación igual.

El turno le tocaba a Carlo Ancelotti por segunda vez consecutiva. El año pasado consiguió vencer a la presión con una victoria agónica en Lisboa, con aquel gol de Sergio Ramos en el minuto 93 que le dio la vida. Tal vez, si Ramos no hubiese marcado este tanto, Ancelotti, con solo una Copa del Rey bajo el brazo, podría haber sido historia.

Es una opinión algo generalizada, pero el caso es que sobrevivió a aquellos instantes finales de la temporada en los que aguantó la respiración justo hasta que Luka Modric sacó aquel córner que cabeceó el defensa madridista a la red de la portería de Thibaut Courtois.

Un año después, de nuevo vivió en el alambre, con la guadaña de la eliminación acechando el cogote de Ancelotti, que, en esta ocasión no ganó la Copa del Rey, la tercera competición más importante del curso. Más que el Mundial de Clubes o la Supercopa de Europa. El primer torneo es una pachanga de amigos y el segundo se disputa en pleno verano, con la pretemporada recién finalizada.

Berlín iba a evaluar a un equipo necesitado, que salvaría la temporada en noventa minutos o la tirará a la basura. No iba a haber termino medio, o todo, o nada. Ese parecía ser el destino de un grupo que este curso no ha sabido tener regularidad y que ha tenido una falta de banquillo que le ha condenado a ganar trofeos menores.

Las lesiones de Luka Modric o de Karim Benzema afectaron demasiado a un club millonario. Sobre todo la del primero, el eje del juego del Real Madrid y el hombre que hace que todo funcione casi como un reloj. Desde que se lesionó el croata en dos ocasiones, todo ha ido a peor.

El Juventus, el rival favorito del bombo hace menos de un mes, será el equipo que estará en Berlín para enfrentarse al Barcelona. El Real Madrid no supo jugar la eliminatoria, estuvo igual que el resto de la temporada, errático y con poco brillo.

Y, lo peor, como ya hizo Fernando Morientes hace una década con el Mónaco, quien eliminó al Real Madrid fue el Juventus de Álvaro Morata. Un jugador de banquillo perfecto dejó en el camino a su ex equipo con un gol en cada partido de las semifinales. Fue la gran paradoja del equipo de Ancelotti, con una flor hace un año y lleno de sombras casi 365 días después. El comodín de Europa no funcionó.